viernes, 5 de julio de 2019

Publicitar el triunfo. La ofrenda corégica de Trasilo



      La arquitectura ateniense del último tercio del siglo IV a.C. en modo alguno representa una prolongación inerte de los cánones clásicos, formulados en los monumentos del tiempo de la hegemonía. Pero tampoco la negación, el rechazo de unos valores tan asentados y universalmente admitidos. En realidad, las construcciones áticas en el transcurso del Helenismo temprano, se caracterizan una relación dialéctica con el pasado, dentro de un proceso de permanencia y cambio, que varía conforme a la función y a los propósitos de significado de los nuevos monumentos, unidos al devenir político y social de la ciudad bajo tutela macedonia.
 A caballo entre lo público y lo privado, los monumentos corégicos reflejan de forma muy patente esa dialéctica ente continuidad y transformación. Expresan la relevancia pública que poseen las liturgias aristocráticas (en esta ocasión, la coregía) en la Atenas del Primer Helenismo. 
Tales monumentos, de pequeña escala, celebran el triunfo de un patrocinador coral en los certámenes teatrales que tenían lugar con particular esplendor durante las Grandes Dionisias. Al espónsor, financiador victorioso, se le premiaba con la simbólica corona de yedra y con un trípode de bronce. Pero además la ciudad le permitía erigir a sus expensas un monumento en el espacio público destinado a emplazar el trofeo: en rigor una dedicación corégica representa un soporte, un pedestal coronado por el trípode, unicado en un luar bien visible. La riqueza obliga, pero la obligación social que conlleva, exige también contrapartidas y reciprocidades.
             Ubicados en torno al témenos y al teatro de Dioniso y flanqueando la calle de los Trípodes, para tales ofrendas de prestigio no existe una tipología estandarizada; muy al contrario, se caracterizan por su diversidad compositiva, rnonumental y decorativa. La mayoría no llegaron a adoptar una estructura propiamente arquitectónica: un pedestal, a veces decorado con relieves alusivos, sirve de soporte al trípode de bronce. Entre los llegados a nuestros días, el más lujoso y elaborado es sin duda la denominada Linterna de Lisícrates (335/334 a.C.),ofrenda erigida en la vía de los Trípodes en un tiempo de transición entre el Segundo Clasicismo y el Helenismo.
Diversos entre sí y tan distintos a su vez de la Linterna de Líscrates, los monumentos corégicos de Nicias y Trasilo (ofrendados durante el mandato de Foción, ambos erigidos en 320/19 a.C.) datan ya del Helenismo temprano. Sobre la ofrenda de Nicias, situada al este del teatro de Dioniso, solo señalar que, a pequeña escala, adoptó la composición de un templo dórico  próstilo y exástilo cuya columnata interpreta el pórtico oriental de los Propileos, volcado al interior del santuario.
 Monumento corégico de Trasilo desde el acceso al Teatro de Dioniso            
En una ubicación extraordinariamente privilegiada, la ofrenda de Trasilo se emplaza a considerable altura en la escarpada ladera meridional de la Acrópolis, ante la mayor cavidad de esta vertiente de la colina. Domina el Teatro de Dioniso desde la katatomé, un pronunciado corte vertical de la roca. 
  La ofrenda corégica de Trasilo de Decelia (corega vencedor en 320/19) y de su hijo Trasicles - dos veces triunfante como agonoteta en el ditirambo teatral (271/70)-, ha cobrado actualidad en el transcursos de las últimas décadas debido a la elevación del monumento a partir de restos originarios - en mármol pentélico y mármol del Himeto- sin duda altamente representativos de la fábrica. Si bien orientada a la reconstrucción rigurosa, en la intervención el añadido de nuevo material marmóreo (identificable como tal), resultó ineludible. Concluida en 2016, la intervención devolvió al monumento su apariencia originaria, que lo asemeja a un gran díptico de mármol, a un tesoro rupestre o a la fachada de una tumba. Gracias a esta reintegración, la ofrenda de Trasilo hoy confiere un nuevo semblante a la vertiente sur de la colina sagrada. Establece relaciones visuales bien expresivas con el teatro y con el nuevo Museo de la Acrópolis. También pone un nuevo acento en el paisaje urbano de Makriyanni.

 Propuesta de reconstrucción de G. WELTER (1938)











El pórtico domina un sector de la ladera que se vislumbra rico en ofrendas corégicas, como las debatidas columnas corintias de cronología incierta que, ubicadas a una cota superior sobre katagogé y la construcción de Trasilo, pudieron destinarse a elevados soportes de trípodes. Pero además, al oeste de la ofrenda, en un corte de roca, se consignan vestigios de lo que pudiera ser una dedicación de tamaño y composición muy similar, con fachada plana,seguramente  un contrapunto, un deliberado pendant de la ofrenda de Trasilo, situado a una altura ligeramente superior y alineado con el eje del koilon (Goette 2007).













Fotografía de reconstrucción; sobre el koilon del Teatro de Dioniso Eleutero se muestra la katatomé, el monumento de Trasilo (derecha) y la presencia virtual de otro monumento corégico en un corte de la roca (izquierda). Foto y pie de Hans R. Goette



    










                            El arquitecto que diseñó el monumento  de Trasilo se inspiró en el pórtico trístilo in antis del ala SO de los Propileos de Mnesicles (el ala acortada), del que imita la composición singular pero no así el sentido original como parte de un todo: tras el pórtico corégico no existe espacio arquitectónico alguno, sino una gruta natural. La solución de Mnesicles se acota, se aisla y se resuelve en términos de estricta planitud y los tramos entre los apoyos se convierten en puertas, lo que confiere a la construcción una morfología pecular, sin duda alguna original. No sorprende que el monumento corégico haya tenido secuelas relevantes.






































Pórtico del ala SO de los Propileos de la Acrópolis de Atenas

La fábrica consta de una krepis de dos gradas, la inferior de mármol azulado del Himeto, la segunda de Pentélico, lo que aporta un mitigado contraste cromático que en realidad se extiende a toda la superestructura del monumento, donde conviven ambos materiales, de coloración azulada o bien de tinte rosáceo. Sobre el basamento se disponen tres pilares de pentélico (que no columnas, de modo que la asociación pilar entablamento diverge de la norma clásica), dos angulares a modo de antas y uno central, más estrecho, y flanqueado por puertas; el marco de estos huecos utiliza el mármol de Himeto. Los capiteles son de orden dórico, de perfil inspirado en el monumento de Mnesicles.       
      
El entablamento también deriva de la solución del maestro de los Propileos. En el epistilo de mármol pentélico figuraba la inscripción dedicatoria de Trasilo (la de su hijo Trasicles se emplazó más tarde sobre el mármol del Himeto), como es habitual contextualizada y fechada (phile del coro patrocinado, nombre del arconte epónimo). El friso no es dórico, sino liso y continuo, sin alternancias arquitectónicas, y por tanto de tradición jónica, similar al que empleó el maestro de los Propileos en la fachada del mencionado pórtico. El del monumento de Trasilo iba ornamentado con bajorrelieves: diez coronas enfiladas de hojas de olivo que flanqueaban cinco a cinco a otra central, de hojas de hiedra, alusiva al premio corégico. Finalmente, sobre la cornisa con geisón jónico - el pórtico carece de frontón-, se disponía el trípode de bronce, tal vez sobre una estructura escalonada.













  
   El anáthema corégico muestra toda la apariencia de una fachada ornamental en la que el contraste cromático de los mármoles empleados juega un destacado papel. Se trata de un pórtico coloreado en el que ante todo cuenta el efecto  - más decorativo que estructural - de los materiales. En este aspecto, la construcción diverge del empleo racional del color en los Propileos, donde la piedra azulada de Eleusis define y subraya estructuras ejecutadas en mármol pentélico.
No nos detendremos en la reforma que experimentó la ofrenda en tiempos de Trasicles, quien incorporó dos nuevos trípodes, tal vez junto con la estatua en mármol de Dioniso (Londres, Museo Británico) que tal vez coronó el monumento. Expoliada por Elgin en 1802, bien puede tratarse de un añadido posterior, incluso de época romana. Un conocido grabado de J. Stwart y N. Revett muestra el estado de la dedicación al mediar el siglo XVIII, con la presencia de la estatua, que también se consigna en otros testimonios gráficos, como el de Le Roy (1770).
                           Desmedidas en su escala y decoración con respecto a su función de soporte, cabe recordar que estas dedicaciones corégicas de carácter monumental representaban 
ofrendas individuales de ostentación que, desde un cierto intrusismo en el ámbito público, expresaban el elevado rango social de los promotores: el ornato edilicio de la ciudad, en otro tiempo financiado colectivamente con fondos públicos, en la Atenas de las últimas décadas del siglo IV a.C. depende en buena medida de la de la munificencia de ricos patrocinadores individuales, movidos por espíritu competitivo, por tradicional φιλονικία a, pero ante todo por la φιλοτιμία, por el afán de conseguir reconocimiento y honores cívicos que, de forma simbólica, se hiciesen visibles en el espacio público.
 El propio programa monumental del restaurador Licurgo – quien cuestionaba la utilidad pública de los monumentos corégicos- fue viable gracias a las nutridas aportaciones, a las donaciones oligárquicas. Todo ello remite al patrocinio de las élites ciudadanas, entendido como un modo de lograr influencias y lealtades a través de la cobertura benefactora - al fin y al cabo los monumentos corégicos remiten a una actuación evergética, pues conmemoran una acción filantópica de interés y valor público.
   Probablemente los monumentos corégicos, que comunican notoriedad y riqueza, fueron polémicos en el clima de tensión de la ciudad tutelada, que vivió durante este tiempo múltiples situaciones de stásis, de insumisión civil protagonizada por los sectores demócratas, opuestos al orden oligárquico y colaboracionista. Percibidas como estos de arrogancia y exceso, tales dedicaciones  difícilmente podían suscitar el orgullo y la complacencia del cuerpo ciudadano en su conjunto, por lo demás protagonista colectivo de la actuación coral.
 La legislación de austeridad del pro macedonio Demetrio de Fálero promulgada en 317 a.C., habría de prohibir prácticas suntuarias individuales que comportaran ostentación pública (como acontecía muy en particular el ámbito funerario, tanto entre ciudadanos como entre metecos). El político oligárquico intervino las liturgias y probablemente suprimió la coregía, reemplazándola por la ἀγωνοθεσία, un cargo público de competencias más amplias y cuyos gastos corrían a expensas de la ciudad. Si se trató de una medida del de Falero encaminada favorecer a los sectores más ricos de Atenas, eximiéndolos de las múltiples y onerosas obligaciones litúrgicas (fueran militares o culturales), como los elevados gastos corégicos de los certámenes teatrales o bien una reforma que trajo consigo el relativo cambio democrático, representa una cuestión bien debatida en los últimos años. 
       El hecho es que las fuentes epigráficas constatan por primera vez la agonothesía en 307/6, fecha de la caída de Demetrio a consecuencia de una nueva intervención militar de Macedonia en la ciudad. Con el nuevo orden de libertad supervisada, a merced de Demeterio I Poliorcetes, la ciudadanía recuperaba competencias administativas y derechos jurídicos. Pero el cargo de agonoteta no fue revocado ni la coregía restablecida. Las nuevas dedicaciones obedecerán a la iniciativa privada de los agonotetas victoriosos, que seguramente contribuirían con parte de su pecunio a la financiación de las competiciones teatrales como corego de facto.
               Así pues, si  es que el decreto de Demetrio en relación con los excesos del lujo en el ámbito privado alcanzó a la coregía, no supuso la desaparición de las tradicionales ofrendas, que en la polis, dentro y fuera del ámbito teatral del asty, tuvieron una amplia continuidad a lo largo del Helenismo. 
         Concebido como puerta, el monumento del pólítico Xenokles (307/6 a.C.) o el de Glaucón (280/79 a.C), ambas ofrendas de agonotetas en  el santuario de Dioniso, representan excelentes testimonios de esta esta permanencia. De otra parte muestran analogías arquitectónicas y decorativas bien patentes con la ofrenda de Trasilo, en la parecen inspirarse. Como se ha indicado, en 271/70 esta última habría de experimentar una segunda dedicación por parte de Trasicles, ya en el Helenismo Pleno.



Restos y reconstrucción de las dedicaciones de los agonotetas Xenocles y Glaucón. En la parte inferior, reconstrucción del monumento de Xenocles, en forma de puerta jónica. En la superior, sección del arquitrabe con la inscripción y reconstrucción de los lados del friso continuo del naiskos corégico consarado por Glaucón, con bajorrelieves de coronas vegetales. Las similitudes con el monumento de Trasilo resultan bien notables. Atenas, Museo Epigráfico. Fotografías de Hans R. Goette.

    De forma un tanto intrusiva, tales expresiones artísticas individuales toman posesión del espacio cívico común, particularmente imantadas hacia el ámbito civico religioso. Confirman en el plano visible que la figura del esponsor cultural (sea corega o agonoteta) estrechamente unida a los mecanismos de dominio y autoexaltación de las élites cíudadanas, no perdió  vigencia durante el periodo helenístico, experimentando más tarde un apreciable revival en época imperial.
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BIBLIORAFÍA

WELTER (1938)
TRAVLOS (1971)
KORRES (1983)
AMANDRY (1997)
HINTZEN-BOHLEN (1997)
JOREMI-SPETSIERI (1994)
TOWNSEND (1985, 2003, 2004)
WILSON (2000, 2007))
CAMP (2001)
GOETTE (1995, 2007, 2014)
AGELIDIS (2009)
CSAPO (2010, 2012)
CLANEVARO (2013)
GATTINONI (2015)