lunes, 29 de junio de 2020

Templos jónicos de la Magna Grecia

Aunque con mucho el dórico representa el orden dominante en la Grecia de Occidente, también el jónico posee presencia y valor cualitativo en la arquitectura sagrada de la Magna Grecia, un mundo interactivo de asentamientos urbanos de diverso origen colonial que mantuvieron estrecho contacto con la otra Grecia. No solo con las islas del Mar Jónico y la península helénica, sino también con el Egeo y las lejanas ciudades minorasiáticas de Jonia y Eólida  

En el ámbito itálico el tratamiento de los órdenes presenta unos caracteres diferenciales bien pronunciados. Con relación al ámbito colonial, el templo dórico del Arcaísmo Maduro, tanto en la Magna Grecia como en Sicilia, se muestra menos canónico y mas experimental, incorporando a menudo con flexibilidad e independencia creativa elementos estructurales y particularmente ornamentales transferidos desde el jónico. En Campania, durante el último tercio del siglo VI a. C., cabe recordar el jonismo decorativo del Hereo del Silaris, santuario de confines en la estratégica frontera natural del norte de la chora posidoniata. Un influjo bien explícito de entonación jonico oriental, tal vez eólica, se consigna en los capiteles de anta del Tesoro dórico, pero también en algunos elementos del templo dórico octástilo, como las molduras que delimitaban el friso. En cuanto a la experiencia del templo dórico de Atenea en el núcleo urbano de Posidonia (h.500 a.C.), que apuesta por la integración de los órdenes en términos propiamente estructurales, puede ser calificada de precursora. 

Tesoro del Hereo del Sílaris. Capitel de anta. Base apilastrada de lados curvilíneos que terminan en pequeñas formas cilíndricas decoradas con rosetón. Ábaco con anthémion  de palmetas y flores de loto dispuestas de forma espaciada. Museo Archeologico Nazionale, Paestum 

                 La presente entrada se centra en aquellos templos griegos estrictamente jónicos ubicados en el sur de la península italiana, si bien el arranque de la secuencia no fue magno griego sino siciliota: a todos ellos precedió el Artemisio de Siracusa, templo urbano en Ortigia fechado hacia finales del siglo VI a.C., un gran períptero que no llegó a concluirse, pionero en la arquitectura plenamente jónica en la Grecia de Occidente. Ya desde este punto de partida, en el ámbito itálico el influjo jónico oriental prevalece sobre el cicládico. 


Colonias de la Magna Grecia  (Μεγάλη Ἑλλάς), que expandió hacia occidente la esfera de irradiación del mundo griego, tornándolo "grande". La denominación geográfica no entraña superioridad con respecto al ámbito de las metrópolis. Los asentamientos (apoikiai) fueron costeros o bien muy próximos a la costa. 

           En realidad, ni el dórico ni el jónico, constituyen en sí mismos estilos. Una cuestión es el orden en tanto que sistema de articulación y decoración arquitectónica más o menos codificado; otra, bien distinta, la filiación estilística de los monumentos (sea arcaica, clásica, helenística o romana), que se explica en términos evolutivos de adecuación estructural y refinamiento de proporciones, producto del afán de innovación y superación. En alzado, tanto en el templo dórico como en el jónico, el orden viene definido y determinado ante todo por la columna y el entablamento: la superestructura  o coronamiento del edificio, a partir de la sima, no resulta tan determinante en la filiación del orden. Máxime en los eantuarios de la Magna Grecia y Sicilia. De ahí que en muchos casos la Arqueología no pueda proporcionar certidumbres ante edificios sagrados que tan solo han conservado sus fundamentos, escasas secciones del basamento o restos de revestimientos en terracota o piedra de simas y geisones. Hoy por hoy, en la poléis griegas del sur de Italia los vestigios monumentales arcaicos y clásicos de orden incierto no representan excepciones, dado el carácter indeterminado o ambivalete de mucho de lo conservado. Una concepción estrictamente canónica de los órdenes (diríase vitruviana) resulta incompatible con la variada y compleja información que aporta el registro arqueológico. El hallazgo de disiecta membra escasamente contextualizados, como el capitel arcaico de anta con sugestiva forma de sofá hallado en  Síbaris, en el sector de Stombi al norte de la ciudad, no garantiza de por sí la presencia de un templo, pudiendo corresponder a un tesoro o a un monumento funerario o votivo.
 
No obstante, las expectativas de nuevos hallazgos de templos jónicos permanecen muy vivas, particularmente en aquellas ciudades que, como la mencionada Síbaris, mantuvieron estrechos vínculos con la  lejana Grecia minorasiática (en la opulenta Síbaris las relaciones comerciales con Mileto fueron privilegiadas), o en asentamientos de origen jonio, como Siris, fundada por emigrantes venidos de la lejana Colofón. 

 En este plano de incertidumbres, en la costa oriental de Calabria cabe recordar  los hallazgos subacuáticos de la antigua Caulonia (Monasterace), frente a Punta Stilo, con restos inequívocos de columnas de orden jónico, probablemente datadas entre 480 y 470 a.C., que sugieren parentesco estilístico con las del templo de Marasà en Locros. Parecen proceder de  los restos de un taller costero dedicado a la ejecución de piezas arquitectónicas (algunos de los materiales hallados en este yacimiento submarino están a medio elaborar). Las columnas jónicas pudieron destinarse a un templo cercano (tal vez sustancialmente dórico en su planificación) cuya construcción se interrumpió. Algunos de estos vestigios pueden verse en el Museo Museo Arqueológico Nacional de Caulonia.


Caulonia. Restos de columnas jónicas

 Los muy escasos templos jónicos conocidos hasta hoy en la Magna Grecia, se emplazaron  intramuros y en espacios sagrados particularmente relevantes; por contraste, los santuarios periféricos de confines (fueran interiores o bien costeros), utilizan en todos los casos el dórico, tal vez dotado de un mayor potencial de señalización identitaria y simbólica, en tanto que orden generalizado en la monumentalización de las poleis itálicas. De modo que, desde la frontera indígena o el promontorio marino, los santuarios liminares, junto con el poder y la afirmación de la soberanía de la ciudad sobre su territorio, anunciaban y prefiguraban el carácter prevalente de las construcciones dóricas en el núcleo urbano. 

              En la llanura costera jónica de Lucania,  Metaponte, destacada fundación aquea, proporciona los restos de un templo jónico, seguramente el más antiguo de los conocidos hasta hoy en la península, situado en el centro cívico religioso de la pólis. El monumento no preside un témenos topográficamente aislado, sino que se integra en una alineación sagrada de templos, entre los que se singulariza en orden y proporciones. Se trata de cuatro construcciones, alineadas al oeste del ekklesiasterion-teatro. Es muy probable que el santuario fuera dedicado de forma preferente a Apolio Lykeios, cuya presencia se testimonia ya en las primeras fases del área sagrada por los argoi lithoi, piedas anicónicas consagradas al dios que acotaban parte del recinto. Los testimonios arqueológicos y epigráficos confirman con plena seguridad que el Templo A, el más monumental, se destinó al culto a Apolo, tal vez duplicado en el contiguo templo B, de disposición paralela, atribuido tradicionalmente a la diosa Hera (divinidad mayor de Metaponte, particularmente venerada en el territorio de la chóra)  aunque sin gran fundamento documental. Los otros dos templos, situados respectivamente al sur y norte del santuario, pudieron destinarse a divinidades asociadas que recibían cultos secundarios. 





Metaponte. Planta del recinto sagrado y del sector del ágora

         El templo jónico (templo D) se ubica en la zona norte del recinto sagrado, próximo a la muralla; su planta mantiene una orientación antigua, oblicua con relación a los edificios dóricos mencionados, que en su fase final se adecuan al trazado viario rectilíneo de la ciudad. Lo mismo acontece con el oikos C, en el extremo opuesto del recinto, el templo más antiguo del santuario, atribuido a la diosa Atenea y disociado del plano ortogonal, fruto de la reorganización urbanística que experimentó la ciudad hacia mediados del siglo VI a.C. Esta última no afectó a la disposición de los altares, que mantuvieron la orientación preexistente. 

                   La construcción jónica pudo ser tanto un Artemisio como un Afrodisio: todo depende de la relevancia que se otorgue al culto a Apolo dentro de la agrupación templaria. Erigido hacia el 470 a.C., fue la construcción más reciente del  amplio sector sagrado. El empleo integral del orden jónico le confiere notable singularidad dentro del conjunto monumental, "un vasto santuario en el que todo habla de un puro lenguaje aqueo-dórico" (ADAMESTEANU 1975), lo que apunta hacia un culto particular en el conjunto del recinto y hacia un templo sustancialmente ajeno a la tradición arquitectónica metapontina. 

Se trata de un períptero de 14x18 ms (dimensiones mucho menores que su predecesor, el Artemisio de Sirausa), dotado de profunda pronaos sin columnas in antis y naos estrecha y alargada sin apoyos internos. Carecía de opistódomos o adyton. Dadas sus proporciones, el edificio octástilo contaba con 20 columnas en los lados largos. Entre la columnata envolvente y los muros de la cella existía un amplio espacio, que le aporta connotaciones orientales de templo seudodíptero. En planta, muestra muchos rasgos comunes con construcciones sagradas dóricas de la Magna Grecia y Sicilia, comenzando por la austera naos indivisa.


 
Metaponte, Templo D. Planta y reconstrucción de la fachada

Hoy puede verse in situ una reproducción fiel de los restos originarios que albergan las instalaciones del Parque Arqeológico metapontino. Concernientes a las columnas y al entablamento, estos últimos resultan particularmente representativos con respecto al tratamiento estilístico del orden jónico en el templo, estrechamente emparentado con conocidos referentes minorasiáticos y quizá un tanto arcaizante para su tiempo de ejecución.

Metaponte. Réplica in situ de los restos más relevantes del templo

                                                                                 Sumoscapo y capitel del Templo D


                                               El  gran desarrollo del cuerpo de volutas restringe la visibilidad del equino

                 Fina y compacta, la piedra calcárea amarillenta y blanquecina utilizada en el monumento propició una ejecución precisa de la fábrica y de los detalles ornamentales. No fue el único material empleado, pues la terracota arquitectónica pintada (tan bien representada en Metaponto) se utilizó ampliamente en la superestructura del monumento (MERTENS y DE SIENA 1975). Los bloques regulares de las hiladas de la cella, de junturas perfectas, iban unidos por medio de grapas metálicas en forma de Z. 

 Sobre la crépis de tres gradas, las basa de las columnas obedece a la modalidad samia, con τροχίλος de perfil cóncavo y acampanado sin moldurar sobre el que se dispone un toro de acanaladuras profundas; la decoración de la parte superior del fuste de la columna, a modo de  ancho collarino, no configura propiamente un antemion, Muestra espirales enfiladas (muy probable estilización de un motivo vegetal) entre meandros de esvásticas y cuadrados; una composición ornamental sin duda singular que se suma a muchos otros particularismos del templo.

 El capitel es bastante ancho y  el gran cuerpo de volutas, de arranque horizontal, favorece la función de apoyo y restringe la visión del equino. Presenta canalis finamente trazado y de escasa plasticidad; las volutas terminan en un óculo en forma de  pequeña roseta, que subraya el centro de las espirales; la decoración del pulvino - de forma pronunciadamente cilíndrica -, muestra una gran variedad de formas, emparentadas con los capiteles del Hereo de Samos. En el equino, de destacado relieve, las ovas largas y lanceoladas, en realidad similares a hojas de agua, alternan con flores de loto en lugar de dardos; en los capiteles angulares, el elemento más complejo del orden, los ábacos cuadrados fueron elaborado en lastras separadas y unidas al cuerpo del capitel por medio de pernos y grapas (MERTENS 2000). 
 
                 El carácter períptero, ajeno a la tradición jónico cicládica, el empleo de la basa samia o la presencia de la sucesión de dentículos bajo la cornisa, parecen remitir a referentes de las islas y costas occidentales de Anatolia, y en particular al gran díptero de Samos reconstruido en tiempos de Polícrates durante el último tercio del siglo VI a C. Se diría que el arquitecto de Metaponte retomó conscientemente elementos estructurales y decorativos del jónico oriental, al tiempo que los revitalizó  en una nueva síntesis compendiadora Así, sobre el arquitrabe de dos platabandas, se dispone un friso continuo, de tradición cicládica, con una sucesión de palmentas y flores de loto en bajorrelieve, al que, bajo el geioson, se superponen los dentellones jónicos microasiáticos, lo que representa toda una novedad asociativa en la articulación del entablamento que la arquitectura jonico asiática no habría de adoptar hasta el siglo IV a.C. (GULLINI 2000).

 
                                                                   Metaponto, Templo D. Detalle del friso

 En un ambiente cultural bien diverso, la calabresa Locros Epicefirios, única colonia locrense en la costa jónica de la Magna Grecia, conserva en el santuario de Marasà los restos de otro templo jónico.  Casi con toda probabilidad fue consagrado a Afrodita, divinidad de la mayor relevancia en la ciudad y a la que se dedicaron otros ámbitos sagrados a ambos lados de la puerta que lleva el nombre de la diosa: la conocida como "Casa de los Leones" (Marasà Sur), en origen una capilla tardo arcaica frente al sector del puerto, destinada a convertirse en santuario de Adonis, así como la denominada "Estoa en U" en el área de Centocamere (una plaza cuadrangular rodeada de estancias dispuestas en batería en sus dos flancos); en ambos casos, se tarta de construcciones extramuros, muy próximas a la costa y relacionados con el culto a Afrodita empórica.   

En la polis epicefiria los nexos del culto a la diosa con la tan debatida prostitución sagrada que entre aceptación, exculpación y rechazo consignan las fuentes, bien pudieran haber sido parcialmente sobre dimensionados en reelaboraciones posteriores, pero representan un índice que en modo alguno puede eludirse. En la ciudad se vislumbra una diversidad de cultos a Afrodita, venerada en tanto que diosa del amor y la fertilidad, pero también como protectora de los navegantes y de las transacciones comerciales. El hecho es que nada confirma que el santuario de Marasà se destinara a la hierodulia, lo que no excluye la presencia de tal actividad en los recintos extramuros consagrados a la divinidad. En particular, la "Estoa en U" probablemente destinada a la recepción de extranjeros que llegaban por mar a la ciudad y donde el culto a la diosa (plenamente confirmado) se consigna asociado al simposio ritual. 


Planimetría general de Locros Epicefirios. 17, santuario de Marasà: 24, Estoa en U; 25, Casa de los Leones. Il Parco Archeologico di Locri Epizefiri (2012) 

El santuario de Marasá, presidido por el templo, se ubica en un paisaje despejado del ángulo SE del recinto amurallado (que en parte delimitaba este espacio sagrado), muy cercano al puerto y a la antigua línea costera y por tanto en un sector crucial de Locros. Se trata de un témenos autónomo y constituyó sin duda uno de los más importantes del amplio sector sacro de tendencia periférica diseminado sin unidad topográfica en la extensa superficie intramuros que se extiende entre el NE y el SE de la cinta muraria. Probablemente al mediar el siglo V a.C., el monumento jónico reemplazó a su antecesor dórico períptero de mediados del VI, a su vez precedido por un oikos de fines del siglo VII, cambiando el nuevo templo jónico la orientación con respecto a sus predecesores, en su mayor parte sepultados bajo los nuevos cimientos.


Santuario de Marasà. Planta de los tres templos superpuestos. En la fase C, (templo jónico) los apoyos internos de la pronaos, señalados en tonalidad gris, son conjeturales (LA TORRE 2011) 

El material constructivo fue una piedra calcárea blanquecina de granulación compacta y sin incrustaciones conchíferas. Hoy se conoce con seguridad que no era de origen siciliano (como durante mucho tiempo se mantuvo sin gran fundamento petrológico), sino calabrés y local, extraído de una cantera relativamente próxima al recinto amurallado (CONSTABILE, 1995, 2006)); con esta calcárea se ejecutó la totalidad del edificio, así como el nuevo altar, muy monumental, frente a la fachada oriental del templo. En las cercanías del templo y dentro del recinto sagrado se han hallado restos de un taller metalúrgico, activo en los siglos V y IV a.C, quizá asociado a esta fase de remodelación del santuario y en particular a las condiciones materiales de la fábrica del templo (M.RUBINICH 2010). Con ello, a los múltiples oficios necesariamente partícipes del proceso de construcción.
                                                                                                                                                                                                    
Se trata de un templo mayor que su predecesor dórico  y supera con creces al jónico de Metaponte, alcanzando unas dimensiones que rebasan ligeramente los 45x19 m. en planta. A diferencia del del metapontino,nada tuvo de templo asociado ni mucho menos subalterno. Dado el emplazamiento, las dimensiones y la elevación, el monumento debió destacar de forma prominente en el conjunto del paisaje urbano, dominando  en particular el área costera de la ciudad.   

Foto F. Marín

La parte mejor conservada corresponde al sector occidental del basamento (la crépis era de tres gradas), que conserva parte sustancial de una columna lateral del peristilo (basa e imóscapo), reintegrada a mediados del pasado siglo. Otros restos del monumento, así como  las dos esculturas ecuestres en mármol de Paros de los Dióscuros, grupo pedimental o bien acroterial incorporadas al frontis occidental del edificio con posterioridad (tal vez a fines del siglo V a. C.), se custodian en el Museo Arqueológico Nacional de Reggio Calabria (MArRC).

Foto F. Marín

                El templo períptero tradicionalmente fue considerado exástilo. Pero este ritmo par en ambos frontes ha sido objeto de un largo debate y de distintas propuestas de reconstrucción. Muy probablemente fuera eptástilo en la fachada occidental, con lo cual los intercolumnios del frontis oriental  exástilo serían más amplios, lo que obedecería al gusto por las variaciones propio del orden jónico minorasiático, que además tiende a resaltar el frente principal del monumento, más despejado de apoyos. El templo de Locres elude las proporciones pseudodípteras de Metaponte y contaba con 17 columnas en los lados largos; la cella presentaba pronaos relativamente profunda y opistodomos más corto (este último de influjo dórico, ajeno a la tradición oriental) ambos con dos columnas in antis. A diferencia de las construcciones que le precedieron, la naos era indivisa, como en tantos templos dóricos sicilianos (Selinunte)  o en el propio jónico de Metaponte.  Hacia el centro de esta última se conservan las lastras de un antepecho de pozo ritual, tal vez bóthros, bien conocido y debatido al haberse considerado el  posible emplazamiento originario del  célebre y siempre polémico Trono Ludovisi.


Basamento del templo de Marasá. Al fondo, basa e imóscapo de la columna del peristilo reinstalada. Foto F. Marín


 Naos del templo de Marasà. Tres de las cuatro lastras de piedra que configuraban el brocal de un pozo ritual
Foto F. Marín


Templo de Marasà. Reconstrucción de sumoscapo y capitel de dos columnas del peristilo a partir de fragmentos originarios indicados en resalte (DE NITTIS 2006)


Hereo de Samos. Capitel jónico. Reconstrucción frontal y lateral. En la primera pueden apreciarse muchas similitudes con los capiteles de Marasà. (GRUBEN 1960). También diferencias, como en el tratamiento del equino.

De proporciones muy esbeltas, y considerable altura, las columnas del peristilo, que rebasaban los 11m. de altura, poseían basa samia, con escocia lisa y toro surcado de finas molduras; el fuste, de 24 acanaladuras, en su extremo superior (sumoscapo), y a diferencia del templo D de Metaponte, iba decorado con un verdadero y elegante anthémion, formado por la consabida sucesión de palmetas alternadas con flores de loto; el capitel, reconstruido a partir de fragmentos, mostraba unas proporciones acortadas en anchura. El equino, decorado con kymátion de ovas cortas y dardos de disposición oblicua, se estrecha. No se conservan restos de medias palmetas entre el equino y las volutas del capitel; su existencia es hipotética. A ambos lados del cuerpo de volutas, que permitían una visión despejada tanto del kymátion  jónico como del antemio, el pulvino iba decorado con hojas imbricadas, sutilmente moduladas, que se adecuaban a la perfección a la forma cilíndrica del cojinete lateral. El ábaco se reduce a su mínima expresión y en realidad representa una prolongación del cuerpo de volutas. Sobre el arquitrabe de tres fasciae se disponía la sucesión de dentículos de tradición microasiática. 




Restos de sumoscapo y capitel del templo de Marasà. MArRC, Reggio Calabria. Fotos F. Marín

    La decoración se extendía a otras partes del monumento, como lo confirma los fragmentos de un antemio rectilíneo ubicado sobre la puerta oriental del templo, con alternancia de flores de loto y palmetas, similar a la decoración del sumoscapo de las columnas y con una perfecta adecuación a la estructura arquitectónica (DE NITTIS 2006).

A través de Heródoto se conoce la noticia de que, huyendo de su patria debido a la invasión persa, los samios se dirigieron a Zancle (Mesina) y durante el trayecto recalaron primero en Locros Epicefiros (Her.6.23.1). La más que probable afluencia a la ciudad calabresa de migrantes samios desde comienzos del V a. C. tal vez mediatizó el orden elegido en la construcción, así como buena parte de los rasgos de estilo (como se ha indicado, no todos ellos de origen greco oriental). El hecho es que el templo en su conjunto representa una obra central de la  adopción de la arquitectura samia en Occidente, con una data seguramente muy cercana al inicio del Primer Clasicismo y un particular ascendiente estilístico del Hereo en la fase de intervención que experimentó el colosal templo en la doble columnata exterior tras la caída de Polícrates e incluso con posterioridad a 480 a.C. (G. GRUBEN  1960, [2014, Ed. H. J. Kienast]). No obstante, debe tenerse en cuenta que Gruben realizó una reconstrucción de los diversos capiteles del Hereo a partir de testimonios muy fragmentarios (HENNEMEYER 2017).  
   
El arquitecto que diseñó el monumento debió ser sin duda un experto conocedor de la arquitectura templaria jónica, ante todo de la samia; de ser de esta última procedencia, o tal vez descendiente de los emigrados, debió contar con la colaboración de maestros locales tanto en el trazado del monumento como en la dirección y supervisión de los trabajos.

Se ha barajado la posibilidad de que el templo de Marasà se edificara por iniciativa  o mediación siracusana; junto a ella, pese a las objeciones cronológicas, la hipótesis de un posible patrocinio por parte de Hierón I de Siracusa (478-467 a.C.), ciudad de la que Locros fue aliada y protegida por excelencia, en un tiempo de apogeo del gran centro de poder siciliota (GULLINI 1976, LA TORRE 2011). 

En la fachada tirrénica de la Magna Grecia se conservan vestigios  más limitados de otros dos templos jónicos, erigidos respectivamente en la calabresa Hiponion (sitio arqueológico de Vibo Valentia, Bruzio) y en Elea, la romana Velia, situada al sur de Campania.    

Hipponion (Vibo Valentia) junto con Medma (actual Rosarno), fue subcolonia de Locros, ciudad que procuró presencia política en el Tirreno y proyección mercantil en sus rutas comerciales mediante estas fundaciones de fines siglo VII  a. C. en el occidente de Calabria meridional. El santuario hiponiata del Cófino, se emplaza en la explanada de una elevada colina, en la cumbre de la ciudad portuaria. La divinidad mayor de este recinto sagrado fue Perséfone, diosa de la mayor relevancia en los cultos de la metrópolis. El témenos, delimitado por un períbolo, ha deparado limitados restos de un períptero o bien pseudoperíptero jónico; el templo fue expoliado y arrasado, conservándose sustancialmente solo parte del sector occidental, con bloques de arenisca del basamento, del peristilo y de los muros de la cella. Los restos de algunos fustes son de 24 estrías, mostrando en sus extremos las muescas cuadrangulares de encastramiento para el ensamblaje; conservan vestigos de pintura roja sobre estuco. La excavación  pionera de Orsi consignó la existencia de una basa de tipo samio (1921), luego desparecida. La fábrica probablemente se sitúe ente el siglo V a. C avanzado y los comienzos del IV. Se conserva parte de una sima en piedra calcárea con protomos leontocéfalos alternando con palmetas; el estilo de estas últimas gárgolas indica que deben obedecer a una remodelación o restauración de fecha posterior (h.300 a.C.?) (BARELLO 1989). Si bien recientes trabajos de excavación han enriquecido el material arqueológico de un templo sobre todo con el hallazgo de restos de revestimientos en terracota, el templo aún mantiene muchas incógnitas (SUDANO y GRILLO 2018). 

Hiponion. Planimetría general de la planta del templo jónico
Hiponion. Sitio arqueológico de Vibo Valentia. Restos del monumento 
Hiponion. Fragmentos de  fustes de columnas pertenecientes al templo  

                                     Elea (la romana Velia), en el sur de la Campania, fue una destacada fundación del siglo VI de Focea, la célebre ciudad minorasiática en el límite de Jonia con Eólide; el asedio persa impelió a los foceos a la emigración, fundando toda una red colonial de vocación comercial y redistribuidora en el Mediterráneo central y occidental. Elea, ciudad de gran renombre filosófico, jugó un importante papel en la estrategias económicas de los foceos, volcadas hacia Occidente, del Tirreno a Iberia, donde  impregnaron de jonismo el arte autóctono. En principio, no sorprende la presencia en la acrópolis fortificada de la ciudad, proyectada sobre el mar en el extremo occidental del asentamiento, de los restos de un templo jónico, si bien aún pleno de incertidumbres y tradicionalmente considerado octástilo y períptero sin argumentos concluyentes.   
                               
  Este sector urbano, en la cumbre de la acrópolis, fue convertido en el siglo V (h. 480 a.C) en un área  de uso exclusivamente sagrada y cultual, La advocación del santuario resulta incierta; posiblemente se consagró a Atenea, divinidad titular de Focea, venerada en Velia como Polías y Hellenia: la efigie de Atenea con yelmo es muy habitual en las acuñaciones de la ciudad de época clásica. Pero, particularmente conforme a la documentación epigráfica, no puede descartarse que se tratara 
de un Hereo. Como en Poseidonia, pudieron constituir dos cultos complementarios (difícilmente correspondientes al mismo santuario).   
   En época helenística, Elea experimentó profundas transformaciones urbanísticas y monumentales que afectaron también al antiguo recinto sagrado en la cota más elevada de la Acrópolis, ampliamente remodelado con la construcción del pórtico occidental  columnado y la nueva vía de acceso que concluía en un propylon, cuyos restos se hallan bajo la llamada Capilla Palatina. La suave colina al este de la cumbre se terraplenó a modo de plataforma regular, se dotó de un pórtico y en su extremo se construyó el teatro (s. III a.C.), que modificó profundamente el semblante de este sector conforme a unas pautas escenográficas muy helenísticas. 

 
Velia. Vista aérea de la acrópolis; de O a E, restos de la fortificación, del pórtico y del templo; torre normanda, Capilla Palatina y teatro.
 Orientado de Este a Oeste, del templo han sobrevivido muy escasos vestigios, sustancialmente del basamento, junto con algunos sillares de los muros de la cella; gran parte de los materiales originarios   fueron reutilizados en las construcciones de la fortaleza medieval. De hecho un amplio sector de los fundamentos del edificio se hallan bajo la torre circular normanda del Castellum Velle. 

En modo alguno representa un monumento relacionado con los primeros siglos del desarrollo urbano de Elea, que ha deparado limitados testimonios en el santuario. Dentro de la escueta secuencia de templos jónicos de la Magna Grecia, se trata del más reciente, erigido entre los siglo III-II  a.C. De ahí que haya que considerar tanto sus vestigios como el conjunto del témenos (incluyendo propylon y pórtico)  dentro de la reestructuración programática que experimentó la ciudad desde fines del S. IV a.C. y en el marco general de la edilicia helenística campana. Sin duda el peso de las raíces culturales foceas, seguramente ya difusas en este estadio avanzado. cuando por demás Velia contaba con nuevos sustratos étnicos lucanos, se relativiza en el monumento. 

Velia. acrópolis. Planta del templo jónico y de una sección del pórtico occidental (F. Krinzinger)   

Velia, acrópolis. Restos del templo, interrumpidos por la construcción invasiva de la torre medieval 


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