miércoles, 9 de febrero de 2022

El santuario de Atenea Alea en Tegea I. Preámbulo


 Santuario de Atenea Alea. Vista desde el lado oeste. Foto F. Marín

    El sitio arqueológico de Tegea (provincia y municipio de Trípoli, región de Arcadia) se ubica en la localidad de Alea (Piali), a 10 kms  al SE de la ciudad de Tripoli. Situado en el territorio de la elevada llanura aluvial con suaves colinas que caracteriza el ángulo nordeste de la interior Arcadia, la antigua polis se emplazaba en un sector de fácil acceso a ciudades y regiones vecinas, con las que Tegea estuvo bien enlazada (en particular Argólida al este y Laconia al sur). 

La extensión territorial de la chóra también abarcaba, particularmente en los límites de la planicie, diversas áreas montañosas de laderas boscosas con destacada presencia de los robledales. Se trata de  zonas  fronterizas, a menudo disputadas, que siguen las formas naturales del paisaje sin estrictas líneas delimitadoras. En ellas se ubicaron apartados y diseminados santuarios de confines bien visibles en el paisaje natural que monumentalizan a modo de demarcadores, expresivos a un tiempo de transición y pertenencia.

 


Mapa del sector de Tegea (J.Bakke 2007)

                    La Tegeátida poseía abundantes recursos acuíferos, comenzando por el río Sarandapótamos, identificado en la Antigüedad como el cauce alto del Alfeo (Paus.8.54.1-3), seguramente de acuerdo con una antigua tradición tegeata ( Pletzler 1999). El río de múltiples afluentes, arroyos y drenajes subterráneos, nace en las estribaciones del norte del monte Parnon y surcaba la planicie de sur a norte. De curso y caudal complejo e inestable, a su paso por la llanura cárstica experimentaba frecuentes desbordamientos e inundaciones y creaba  abundantes problemas de drenaje, que debieron hacer muy necesaria en la polis una eficaz gestión del agua, el desarrollo de una cultura de la irrigación (Bakke 2007, Malmer 2011, Klempe 2014). 

Sin excluir el pastoreo (tan extendido en toda Arcadia), los caracteres geográficos de la planicie de montaña suavemente ondulada y bien irrigada, compartida con la vecina y tan a menudo rival Mantinea, propiciaban muy en particular la actividad agrícola. La gran fuente de riqueza era la posesión y explotación de tierras cultivables, en su mayor parte pertenecientes a las élites locales que obtenían considerable beneficios de una agricultura esencialmente extensiva y cerealista: las bajas temperaturas invernales no propician el cultivo del olivo.

Indagaciones, actuaciones

El pueblo de Alea conserva destacados vestigios de la ciudad antigua, no tanto del sector urbano como del periurbano: en posición extramuros (Ødegård 2005) se hallaba el santuario mayor de la polis arcaica y clásica, consagrado a Atenea Alea y tras mediar el siglo IV a. C. presidido por el gran templo dórico períptero, a decir de Pausanias construido por el célebre escultor Escopas de Paros. Los restos del santuario, principal sitio religioso del territorio tegeata, poseen un valor sin duda excepcional y un interés universal.

Identificado en 1806 por el viajero inglés E. Dodwell (Dodwell 1818), cabe señalar la atención prestada al lugar por parte de la Sociedad Arqueológica de Atenas, por cuya iniciativa muy a comienzos del siglo XX se fundó el Museo Arqueológico de Tegea, habiendo sido su impulsor el arqueólogo K. Romaios, oriundo de la comarca y gran experto en sus lugares prehistóricos e históricos (Karapanagiotou 2017). Campañas del Servicio Arqueológico Griego se sucedieron en el núcleo de Tegea de forma intermitente, a menudo  en colaboración con equipos extranjeros.


Alekos Kontopuolos. Estudio para el retrato del arqueólogo Konstantinos Romaios (1958). Galería Nacional, Atenas.

 Pero las ruinas del témenos fueron particular objeto de atención científica por parte de numerosas fundaciones extranjeras. Así, el Instituto Arqueológico Alemán de Atenas (Milchhöfer 1880, Dörpfel 1883); más tarde, desde finales del siglo, se produjo la actuación de la Escuela Francesa, con los trabajos in situ de V. Bérard, quien ubicaba intramuros el santuario (1892), y luego bajo la dirección de Ch. Dugas: en 1924 vio la luz en París una monografía clave sobre el santuario, debida a la colaboración de C. Dugas, J, Berchmans y M. Clemmensen, gran referente historiográfico de la primera mitad del siglo XX.  Al mediar el siglo, el templo escopásico en particular fue reevaluado por parte de B. H. Hill, de la Escuela Americana de Estudios Clásicos de Atenas, que en términos comparativos ahondó en los vínculos del monumento con el templo de Zeus en Nemea, construido ya en el Helenismo temprano (Norman 1984). 

Finalmente, ya desde los años noventa ha sido decisiva la actuación en el lugar del Instituto Noruego de Atenas, dentro de un destacado proyecto colaborativo e internacional bajo la dirección de E. Østby, que entre muchas otras intervenciones recogidas en varios volúmenes incluyó un inventario de los disiecta mebra diseminados en el santuario, así como el riguroso estudio topográfico del lugar, acompañado de nuevas actuaciones arqueológicas, particularmente en la estratigrafía de los cimientos del templo. Tuvo su continuidad en el  Norwegian Arcadia Survey (NAS), cuyos trabajos de campo se realizaron entre 1997 y 2001(Bakke 2007), prolongándose luego en nuevos estudios mutidisciplinares y colaborativos, con particular interés hacia el paisaje ecológico y su estrecha relación con el paisaje histórico (Bakke 2007). 

De otra parte, y en el marco del análisis conceptual de la polis griega, las investigaciones del Copenhaguen Polis Center (CPC) bajo la dirección de M. H. Hansen han aportado desde 1993 renovadas perspectivas metodológicas de gran utilidad para comprensión de la Tegea arcaica y clásica (J. Gállego 2006).   

Un santuario arcadio ancestral e identitario

El témenos de Atenea Alea, ejemplifica plenamente la ruina antigua en un núcleo rural, con el correspondiente efecto de cicatriz en el paisaje (Bakke 2008). Muchas viviendas fueron en su día desmanteladas para proceder a las excavaciones y hoy los restos  aparecen flanqueados por un hábitat  tradicional que sigue infundiendo vida y actividad humana al entorno, con un impacto visual moderado sobre los vestigios. En contrapartida a la pervivencia del área viva y edificada con sus redes viarias que circunda el santuario (y en parte lo recubre), queda por delante la ardua labor de identificar la extensión originaria así como el tipo de acotación del recinto sagrado.

La epíclesis Alea remite a una divinidad femenina preexistente en el lugar, una diosa local caracterizada por la pluralidad de funciones: la fertilidad, los vínculos con el agua, la protección y el asilo. También  la guerra y la defensa fueron ámbitos de su competencia (Ostby 2014). Asimilada a Atenea probablemente ya en época tardo arcaica –no se trata de un culto propiamente compartido por las dos diosas como divinidades independientes – experimentó un sincretismo que aportaría a la divinidad local nuevas connotaciones sin por ello diluir sus valores autóctonos: Alea fue una diosa exclusivamente venerada en Arcadia (Alea, Mantinea, Tegea) (Frost 1985).En palabras de P. Levêque, “Tégée permet l'étude d'une déesse syncrétique, Aléa Athéna, qui est la résultante de l'association, puis de l'assimilation des deux composantes, et qui possède un triple caractère, chthonien, guerrier et protecteur” (Levêque 1989). Pero en Tegea la diosa ctónica precedió con mucho a las divinidades políadas y nunca poseyó una especificidad exclusivamente cívica. Atenea Poliatis tuvo su propio santuario como guardiana de la ciudad y estrechamente enlazada a la defensa, seguramente ubicado en la acrópolis fortificada, cuya identificación topográfica es aún incierta pero que ya aparece consignada en Jenofonte (X.7.4.36-37) y Polibio (Plb.5.17.1-2). 

  Como testimonia Pausanias, el recinto se mostraba próximo al estadio con gradas de tierra prensada Paus.8.47.4) donde se celebraban los juegos sagrados en honor de la Alea, los Aleaea que menciona Píndaro. Como el resto de los estadios griegos de época arcaica y clásica este último se ubicaba extramuros. Conectado ritual y funcionalmente con el santuario, tal vez incluso formaba parte integrante del mismo, no alejado del altar (Voyatzis 1990, Ostby 1994, 2014). Probablemente sus restos se hallen sepultados al este del sector excavado, bajo las construcciones del pueblo moderno.

De origen ancestral (plenamente consolidado, el culto se remonta como mínimo a la segunda mitad del siglo X a.C., a la fase protogeométrica) y desde su aparición como santuario al aire libre con altar o altares y bothroi asociado a un entorno fluvial, el sitio sagrado, uno de los más antiguos de toda Arcadia, precedió con mucho a la constitución del núcleo urbano tegeata, que seguramente aconteció a partir de la segunda mitad del siglo VI a.C. Este último, cuya fundación (junto con el propio recinto de la Alea) Pausanias atribuye al mítico rey Aleo (Paus. 8.45.1, 45.4), fue establecido a más de un kilómetro al NE del santuario, en el sector de Palia Episcopi, en posición ligeramente más elevada, donde se consignan restos del ágora rectangular, del teatro contiguo y del trazado urbano regular, "en parrilla".

                       En el mundo griego los lugares sagrados prexistentes, que contribuyeron sustancialmente a la definición identitaria de la polis ( Polignac 1984), fueron integrados según modalidades bien diversas por las ciudades. Necesariamente, el santuario mayor de un ásty no se emplaza en el interior de su recinto, como tampoco tiene por qué ser contemporáneo a la fundación urbana o condicionar el despliegue de la estructura edilicia de la ciudad. Sin salir de Arcadia, el antiguo recinto de la deidad principal de Mantinea, Posidón Hipio, se halla en una posición similar al de la Alea en Tegea, fuera de los muros del bien posterior trazado urbano (Jost 1985). En Figalia, en el suroeste arcadio, incluso se constata un fenómeno cultual claramente centrífugo: los santuarios de la chóra representaron los lugares sagrados más importantes de la polis (Jost 1990).

En Tegea, la atracción que ejerció el santuario ancestral en el emplazamiento tan próximo del núcleo urbano es indudable. Pero desde una óptica estrictamente urbanística el sitio sagrado, por razones topográficas unidas al curso del río Sarandapótamos que con sus ramificaciones (y periódicas inundaciones) corría muy ceñido al témenos, circundándolo en buena parte, no ejerció una función epicéntrica y articuladora en el trazado de la ciudad de Tegea (Ødegård y Klempe 2014), que habría de transformarlo en área de transición entre el ásty amurallado y el territorio. Las razones prácticas que determinaron  la ubicación y configuración del núcleo urbano, a su vez propiciaron el respeto hacia los peculiares valores naturales y ctónicos que presentaba aquel paisaje sagrado.      

  Como lo consignan las muy numerosas ofrendas (cerámicas, terracotas, pequeños bronces) de diversa procedencia e influencia – preferentemente argiva y laconia- depositadas ya desde tiempos muy tempranos, el santuario de la Alea representó un lugar frecuentado y renombrado (Voyatzis 1990), a decir de Pausanias respetado desde su origen por todos los peloponesios (Paus.3.5.3.) El sitio sagrado, en tanto que espacio de encuentro entre la población que habitaba las aldeas diseminadas por el territorio (aparte de presencias foráneas: mercaderes, viajeros en tránsito y fugitivos forasteros buscando amparo, algunos del mayor rango), pudo ser decisivo en el sinecismo político de los nueve démoi de la Tegeátida que testimonian las fuentes (Estrabón, Pausanias), es decir, en la formación de la comunidad política tegeata que comportó sentido de identidad y de pertenencia a una colectividad territorial que compartía origen y cultos. El acuerdo de cohabitación, que confirió a la población del territorio un cierto estatus de "ciudanía cultual" (Polignac 1984), fue muy anterior al nacimiento del núcleo urbano y debió acontecer ya en el s. VII a. C. (Cardete del Olmo 2005, Malmer 2011). La primera monumentalización del antiguo recinto sagrado, centro de un culto común, requirió un esfuerzo económico y laboral colectivo y organizado (Mazarakis 1997) que seguramente tuvo como fondo político e identitario un sinecismo étnico y territorial ya consolidado. En todo el mundo griego la construcción de nuevos templos ejerció un papel central en la redefinición y fortalecimiento de identidades y comunidades (Voyatzis 1999).

Finalmente, cabe observar que la ubicación y los caracteres medioambientales del santuario de Atenea Alea lo asemejaban a los teména extraurbanos y liminares consagrados a la diosa Ártemis, divinidad por excelencia de la naturaleza y de muy frecuente presencia en Arcadia (Solima 2011). Como el de la Alea suelen emplazarse en áreas de transición, a menudo en la junción entre tierra y agua. De hecho la diosa arcadia siempre mantuvo algunas competencias más cercanas a Ártemis que a Atenea.