Dodona I. El recinto oracular
Situado unos veinte kilómetros
al sur de Ioannina, el santuario epirota de Zeus Dodoneo representa sin duda
uno de los más destacados de Grecia. Se trata de un santuario federal con
cierta dimensión panhelénica, si bien particularmente vinculado al ámbito
epirota, ilirio y etolio. Fue sede del oráculo de Zeus, considerado desde
siempre el más antiguo de toda la Hélade. La ubicación del recinto, en lo que
en su día fue un bosque sagrado de robles, no puede ser más espectacular, en un valle a los pies del monte Tomaros, cuyas cumbres rebasan los 1800 ms. Con ser
santuario en territorio despejado (muy propio del culto a Zeus), la grandiosidad del
paisaje, de luces cambiantes y atmósfera inestable, trae a la memoria la experiencia visual y sensitiva del
santuario de Apolo en Delfos.

Junto con Zeus, allí se veneraba desde tiempos remotos a la diosa Dione, que en Dodona era considerada esposa del dios, en lugar de Hera. Su pequeño santuario, junto a otro consarado a Temis, se hallaba contiguo al ámbito del recinto oracular.
Enraizado en la naturaleza, desde tiempos inmemoriales, el culto tuvo siempre su epicentro en el roble sagrado de Zeus, que durante siglos no precisó de construcción alguna, ni tan siquiera de un altar. Tampoco contó nunca con un manantial o fuente sagrada, tan característicos de los santuarios mánticos del dios Apolo. Junto al roble, durante el Arcaísmo Temprano, un círculo de trípodes de bronce con sus calderos rodeaban el árbol sagrado; la contigüidad de los mismos hacía que el sonido que el viento producía sobre cualquiera de ellos, reverberase sobre el resto. Los sacerdotes o bien las sacerdotisas interpretaban los designios del dios a través de estos sonidos y del murmullo de las hojas del roble. También por el arrullo de las palomas, relacionadas con el origen legendario del santuario, que recoge Heródoto. Numerosos fragmentos de trípode metálicos y protomos de calderos de los siglos VIII y VII a.C. fueron hallados en este recinto (denominado por Polibio Hiera Oikia, casa sagrada) confirman plenamente la práctica ritual.
En los inicios del siglo IV a.C. el ámbito de los trípodes fue reemplazado por un muro cuadrangular de aparejo isódomo que inscribía un pequeño templo sin columas y el árbol sagrado, modificándose probablemente también el ritual adivinatorio, aunque el sonido, metálico o natural, no perdió nunca su función primordial en las prácticas mánticas propias del santuario.
Durante el reinado de Pirro (297-272 a.C.), extraordinario promotor y benefactor de Dodona (para el reino helenístico de Epiro fue un témenos de la mayor relevancia religiosa, política e identitaria), el recinto originario se reformó nuevamente, rodeándolo de esbeltas columnatas de orden jónico por tres de sus lados, en forma de letra Π. En este pórtico, Pirro ofrendó escudos romanos, parte del botín de guerra de su gran victoria de Heraclea en Italia (280 a.C), sobre los que figuraba la habitual inscripción votiva. En una de ellas puede leerse:
El rey Pirro y los epirotas y los tarentinos, a
expensas de los romanos y de sus aliados (han consagrado) a Zeus Naios
Cabe recordar que durante el Helenismo los grandes santuarios federales fueron objeto de una particular dedicación evergética por parte de los dinastas, erigidos en grandes benefactores. A la promoción monumental de Pirro se deben otras destacadas iniciativas en Dodona, en particular la primera fase de construcción del gran teatro, próximo al sector de la Hiera Oikia.
Cabe recordar que durante el Helenismo los grandes santuarios federales fueron objeto de una particular dedicación evergética por parte de los dinastas, erigidos en grandes benefactores. A la promoción monumental de Pirro se deben otras destacadas iniciativas en Dodona, en particular la primera fase de construcción del gran teatro, próximo al sector de la Hiera Oikia.
Al espacio propiamente oracular
de Zeus Naios, “el que habita”, aún le aguardaba una última reforma, a fines
del siglo III a.C., aunque el templo dodoneo nunca llegó a adoptar gran
monumentalidad. Este último rasgo es propio de los templos erigidos durante el
periodo helenístico en el reino del Gran Epiro, en los que predomina una escala
pequeña o, a lo sumo, media.
De la presencia de los consultantes queda el testimonio de las consultas escritas que el santuario ha deparado. Se trata de micro textos grabados en numerosísimas laminillas de bronce de pequeñas dimensiones (han sido halladas unas 1700), redactados en dialectos diversos, donde se registran las preguntas formuladas por los fieles. Escalonadas en el tiempo desde época arcaica, representan una valiosísima fuente de información sobre el oráculo: entre muchos otros aspectos, sobre la variada procedencia de los consultantes, que rebasaba con mucho el área local epirota.

BIBLIOGRAFÍA
CARAPANOS (1968)
MARTIN y METZGER (1977)
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LHÔTE (2006)
DIETERLE (2007)
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MALACRINO, SOUREF y VECCHIO (Eds.) (2019)
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