sábado, 28 de septiembre de 2019

Elginismo, nacionalismo y repatriación. En torno al debate sobre los mármoles de la Acrópolis

     Las piezas expoliadas por Lord Elgin en a Acrópolis de Atenas, adquiridas en 1816 por el gobierno británico, no deberían designarse como Mármoles Elgin. Así fueron bautizados cuando en 1807 se mostraron por vez primera a un público de élite en Londres en la sala temporal de la vivienda arrendada por el diplomático escocés en Park Line (la Elgin Room); más tarde, con la compra de las piezas con destino al British Museum, se legitimó oficialmente la denominación. 

   Puesto que no se trata exclusivamente de esculturas y relieves desgajados del Partenón, la denominación "mármoles del Partenón" resulta también inadecuada para referirse al conjunto de elementos provenientes de la Acrópolis. La apropiación no se limitó solamente al monumento, ni a piezas de carácter escultórico: también incluyó elementos en mármol estrictamente estructurales, la mayoría burdamente separados de su contexto arquitectónico, donde dejaron huellas evidentes, a modo de profundas cicatrices. La designación que en su día propuso Melina Mercouri como "mármoles de la Acrópolis" parece la más acertada, pues indica la procedencia de las piezas del conjunto de la roca sagrada, no de un solo monumento, así como su pertenecia al paisaje monumental del antiguo santuario,  

Enlevez tout ce que vous pourrez. La avidez de un Elgin francés
                  
   La apropiación de los mármoles y su traslado a Londres suscitó una viva controversia con un trasfondo de rivalidad imperial y política a ambos lados del Canal. Si bien la Francia napoleónica tuvo en Roma su modelo imperial y habría de requisar por toda Europa - particularmente en Italia - innumerables cuadros y esculturas, también tenía sus ojos puestos en las antigüedades de Atenas. Los botines culturales adquieren en este tiempo una nueva dimensión pública y patriótica, en tanto que botines excelencia, de spolia optima. Incluso el abate Gregoire -quien paradójicamente universalizó el término vandalismo - rompió una lanza en favor del legítimo derecho de Francia a salvaguardar los tesoros de arte griego que poseía Italia; la apropiación de tales obras, sería la conquista más brillante. El abate revolucionario anticipa el discurso legitimista sobre el secuestro de bienes culturales en tiempos de Napoleón:

 "Certes, si nos armées victorieuses pénètrent en Italie, l’enlèvement de l’Apollon du Belvédère et de l’Hercule Farnèse seroit la plus brillante conquête. C’est la Grèce qui a décoré Rome; mais les chef-d'œuvres  grecques doivent-ils décorer le pays des esclaves? La République française devroit être leur demier domicile." (1794)

        Con anterioridad, un embajador francés ante la corte otomana, el aristócrata y coleccionista, M. Florent, conde de Choiseul -Gouffier, impulsor del destacado Voyage pittoresque de la Grece, gran contrapunto francés a la obra de Stuart y Revett, había sido el primero en obtener piezas de los frisos del Partenón. Se trataba de un espléndido bloque del friso Este de las Panateneas, la denominada placa de las Ergastinas junto con dos metopas que su agente en Atenas, el pintor L.F.S. Fauvel descubrió en las excavaciones autorizadas que realizó en la Acrópolis entre 1788 y 1789, años antes de la expedición de Lord Elgin.
Bloque de las Ergastinas. París, Museo del Louvre
         En dos cartas dirigida por el diplomático francés a su colaborador Fauvel, quien se ocupaba de los asuntos del aristócrata particularmente en el Ática y Atenas y habría de adquirir las mencionadas piezas, se refleja la imagen ávida de un coleccionista codicioso sin el menor escrúpulo frente el pillaje, cuya intención primera no era precisamente proteger los mármoles de la desidia y la destrucción otomana, sino velar por su estatus y prestigio social.

"Je voudrais bien que ce firman pût vous servir de prétexte pour enlever quelques beaux bas-reliefs; puisque vous êtes si bien avec le disdar, cela devrait vous être facile. Pourquoi ne pourriez-vous pas enlever une Caryatide, s’il y en a une bien conservé" (1776)

 "Enlevez tout ce que vous pourrez, ne négligez aucun moyen, mon cher Fauvel, de piller dans Athènes et dans son territoire, tout ce qu’il y a de pillable (...) continuez, n’épargnez ni les morts,ni les vivans" (1789)

Por fortuna el criterio de Fauvel frente a la escultura integrada de la Acrópolis era más ético que el de su protector y, pese a las presiones del embajador y a las buenas relaciones con las autoridades locales turcas, a diferencia de Elgin, no mutiló los monumentos, limitándose a excavar el área oriental, frente al acceso al Partenón, recoger algunos mármoles escultóricos ya desgajados y a realizar moldes de los relieves integrados en los edificios. En el marco de un afán de apropiación competitiva y casi febril, hubo formas y formas de expropiación. Más tarde, Fauvel, experto connaisseur, habría de convertirse en vicecónsul francés en Atenas y en renombrado anticuario que dominaba el mercado local, amén de solicitadísimo cicerone ente los visitantes de élite. 

    Ya en 1798, la colección del monárquico Choiseul-Gouffier, de rocambolesca historia, seria requisada en Marsella por el gobierno revolucionario y el bloque de las Ergastinas se destinó al Museo del Louvre. La amnistía napoleónica de 1802 le permitió recuperar buena parte de la colección. Se trataba de esculturas, relieves, vasos e inscripciones procedentes de Grecia que finalmente realzaron en París su nuevo palacio neoclásico de los Campos Elíseos. Lo que en la ciudad llegó a conocerse como los mármoles Choiseul, a modo de contrapunto francés de la colección de Elgin. Cuando en 1818, tras la muerte del marqués, la colección salió a subasta y, pese al interés de Inglaterra por conseguir la pieza, el gobierno de Francia adquirió una metopa del lado meridional del peristilo dórico del Partenón, -por entonces joya de la colección Choiseul - para el Museo del Louvre, donde se reunió con la placa de las Ergastinas. 

            No es de extrañar que Elgin viera en Choiseul-Gouffier, partícipe, como Catalina II que lo acogió en los años de exilio de un filohelenismo estratégico, entre ambiguo y acomodaticio, la figura de un precursor. Incluso el procedimiento de adquisición del diplomático francés a través de su agente Fauvel en Atenas, que recibía instrucciones desde Constantinopla, no fue muy distinto. En un tiempo de desconsiderado y codicioso aprecio hacia el arte griego, Thomas Bruce no habría sido pionero en depredar el Partenón. Bien menguado atenuante, que nada tuvo de exculpación. En una carta Choiseul-Gouffier reconoce  un punto de envidia hacia Elgin, al tiempo que expresa su satisfacción ante el expolio utilizando los consabidos argumentos altruistas y benefactores: los mármoles habían sido arrebatados a la barbarie turca y se hallaban en buen recaudo, para satisfacción de cuantos cultivaban las artes: 

 "Lord Elgin a fait, dans toute la Grece, une riche moisson de precieux monumens, que j'avais longtemps et inutilement desires; il m'est difficile de les voir entre ses mains sans un peu d'envie; mais ce doit être une satisfaction pour tous ceux qui cultivent les arts, de savoir ces chefsd'oeuvre soustraits a la barbaric des Turcs, et conservés par un amateur eclaire qu'en fera jouir le public."

 El deseo de Thomas Bruce de hacerse con piezas y ornato arquitectónico de los monumentos de la Acrópolis, no difería de la avidez de Choiseuil, como tampoco la finalidad privada del expolio: en un principio, Elgin codiciaba personalmente los mármoles con afán de coleccionista, como ornato del mayor prestigio destinado a realzar su mansión escocesa en Broomhall. 

La Gran Puerta rompe su alianza con Francia. Se levanta la veda 
En 1798 Turquía declara la guerra a Francia y cuando en 1800 los enviados de Elgin (P. Hunt, G. B. Lusieri) llegaron a Atenas, no tuvieron competidor francés. La diplomacia francesa ante el Imperio Otomano, un tradicional aliado, dejó el campo libre a Inglaterra y propició las negociaciones del nuevo embajador Elgin en Constantinopla sobre los mármoles de la Acrópolis.

“I should wishto have,of the Acropolis, examples in the actual object, of each thing,and architectural ornament…” (Diciembre 1801)

En la primavera de 1802, a diferencia de Choiseul-Gouffier, que siguió toda actuación de Fauvel desde Constantinopla, Elgin visita Atenas y se muestra muy complacido con el trabajo de sus colaboradores, que, una vez adquirida la tan vidriosa autorización, en diez meses habían desgajado ya la mitad de los mármoles que acabarían en Londres.

"Even the smallest thing from Athens, is priceless. First in the list are metopes, anaglyphs and the relics of statues, whatever you can find. Especially the figures from pediments...The more metopes you are able to obtain"

La amplia correspondencia entre Bruce y sus agentes en Atenas (Blunt y Morosini), no puede ser más reveladora. En el último pasaje, el diplomático expresa de forma manifiesta sus prioridades; si bien todas las antigüedades de Atenas  poseen valor inestimable, ante todo cuenta la escultura integrada, las estatuas de frontones y cuantas metopas pudieran conseguise. Con respecto al "desmontaje" estas últimas del friso dórico del Partenón, el equipo actúa con la mayor negliencia, seccionándolas del entablamento mediante sierras que el propio Elgin había proporcionado desde Constantinopla. Una carta de Morosini dirigida a su protector no deja lugar a dudas:
"I have the pleasure of announcing to you the possession of the eight metope, that one where there is the centaur carrying off the woman. This piece has caused much trouble in all respects I have been obliged to be a little barbarous” (1802)

  A diferencia de la actuación de Fauvel, a contracorriente del afán de expolio de Choiseul-Gouffier , la intervención del equipo Elgin en los monumentos de la Acrópolis fue abiertamente vandálica y de ello fueron muy conscientes los propios supervisores de los trabajos. En otra carta a Thomas Bruce, desde una posición de un subordinado que no actuó por cuenta propia, Morosini reconoce de forma tajante y a título personal su responsabilidad como agente de la barbarie.
That the barbarisms that I have been obliged to commit in your service may be forgotten"
      
              Por diversas y azarosas circunstancias, el traslado de las piezas embaladas no se completó en su totalidad hasta 1912, si bien el grueso de los mármoles llegaron a Londres con bastante antelación. Dadas las deudas adquiridas por Thomas Bruce, una vez trasladadas la piezas la venta de la "colección" se le hizo ineludible.Y, obviamente, al mejor postor. Incluso a Luis I de Baviera, que ambicionaba recrear una nueva Atenas a orillas del Isar -"Ich werde nicht rühen, bis München aussieht, wie Athen!"- y con el  tiempo una Atenas bávara. El príncipe, ya en posesión de los mármoles de Egina, codiciados también por ingleses y franceses, se mostró extremadamente interesado en hacerse con las prestigiosas piezas de la Acrópolis, llegando a depositar cuantiosos fondos en un banco inglés en previsión de la posible compra en caso de que el Parlamento Británico rechazara la adquisición. Consciente de que podría recibir mejores ofertas de las que cabía esperar del Parlamento, de hecho transcurrieron varios años antes de que Elgin solicitara al gobierno británico la transacción del botín cultural.

Algunos posicionamientos ante los mármoles
                    La inmensa mayor parte de la plástica arquitectónica que Elgin, arrebató a los monumentos de la Acrópolis entre 1801 y 1804, procede del Partenón, por aquel tiempo considerado no solo obra maestra por excelencia de la arquitectura griega, sino también un sublime modelo de incomparable perfección, capaz de promover y regenerar las artes del presente, de "despertar el arte de Europa", dentro y fuera de Inglaterra. Goethe, que no llegó a contemplar las piezas, teniendo que conformarse con el la lectura de descripciones y el examen de grabados y dibujos de viajeros, veía en la cabeza de caballo del carro de Selene todos los componentes de la "escultura sublime". La recepción cultural de los mármoles estuvo mediatizada por esta categoría estética, de plena vigencia en el Clasicismo Romántico y que hunde sus raíces en los postulados de J. Winckelmann. No en vano Elgin colocó un vaciado del Torso  del Belvedere, una de las piezas favoritas de Winckelmann, en la exposición provisional de los mármoles en Londres. Sin embargo, el descubrimiento de la sustancialidad corporal, de la carnalidad naturalista de aquellas figuras no dejó de crear un principio de tensión con el aceptado principio de belleza ideal, que Winckelmann entendía en términos de negación de la sustancia corporal.

 La realidad fue que la noble y filantrópica intención de "elevar el gusto" contemporáneo gracias a la presencia de destacadas obras del arte griego (los mármoles de la Acrópolis y los frisos de Bassae en Londres, las esculturas pedimentales de Egina en Munich), funcionó como coartada y justificación internacional para la apropiación de antigüedades griegas y su resignifación  nacional, en un clima de competencia por la supremacía cultural. 

         Entre los autores ingleses, es bien célebre el rotundo posicionamiento de Lord Byron, representante del fiohelenismo y del helenismo romántico, quien condenó sin paliativos el vandálico expolio de los mármoles de la Acrópolis, que contemplaba  como un material de extraordinario valor espiritual y emocional para Grecia. El sentimiento de indignación y pérdida queda bien explícito en el malestar del poeta, síntoma de un malestar de mayor calado, político y anti imperialista.

En Baviera, Leo von Kenze, tan influido como arquitecto por el Partenón en tanto que monumento, consideraba el traslado de las esculturas un logro colosal, que inauguraba un nuevo periodo en la historia del arte. Por primera vez, señalaba, la Europa culta entraba en contacto con el verdadero arte griego, un contacto bien distinto al que propiciaban por las descripciones y testimonios gráficos de  viajeros o por los expertos en copias (1821). Junto con el potencial modélico, unido a la noción de progreso artístico y la estética de lo sublime, se ponía en valor la evidencia que suponía la presencia material, benéfica para "la Europa culta" así como la casi general aceptación dela  autenticidad estilística. 

El carácter fragmentario y el estado de conservación de las piezas, que no habían experimentado restauración alguna (aunque sí manifiestos deterioros como consecuencia del desmantelamiento), acrecentaban aún más su autenticidad y poder sugestivo. En 1803, Elgin consultó en Roma al prestigioso escultor neoclásico Antonio Canova sobre la conveniencia de restaurar los mármoles, mostrándose el experto italiano contrario a cualquier tipo de intervención en las piezas, aceeptando plenamente su estado dañado. En paralelo con el arraigado culto evocador a la ruina, el culto al fragmento y a lo incompleto comenzaba a abrirse camino en el gusto europeo. 
 Sin embargo las piezas, que llegaron a Londres, en una fase ya avanzada del Neoclasicismo, no tuvieron el impacto escultórico que muchos auguraban ni modificaron la trayectoria de los artistas consagrados. Ni dentro ni fuera de Inglaterra, donde su proyección, salvo excepciones, afectó esencialmente al terreno de las artes decorativas.

El alcance del expolio
Las esculturas y relieves arrancados del monumento fueron cuantiosas; las 17 estatuas pedimentales conservadas en los dos frontones,15 metopas y casi la mitad de lo conservado del friso de las Panateneas. Elgin  también se se apropió de un tambor y un capitel del peristilo dórico del templo (de la columnata del lado Norte), elementos estrictamente arquitectónicos. 

                  Pero el saqueo se extendió al resto de los monumentos de la Acrópolis clásica, con la intención de recoger distintos y representativos  ejemplos del variado empleo de los órdenes en las construcciones clásicas del santuario. 



Tambor y capitel del peristilo dórico del Partenón. Londres, Museo Británico 
 Erecteo. Cariátide. Londres, Museo Británico
    En el Erecteo, se vio afectado el pórtico sur, de cuya tribuna desgajó una de las seis cariátides. Particularmente popular desde su llegada a Londres, entre las piezas escultóricas expoliadas por Elgin, fue la que tuvo una mayor proyección en la arquitectura inglesa del siglo XIX. A través de sus delegados, el embajador escocés también se apropió de una columna completa del pórtico oriental, la del extremo norte, así como de una sección del arquitrabe del ángulo NE. Del mismo monumento, desgajó varios bloques de la epicranitis que coronaba los muros, decorados con anthémion y molduras de ovas y dardos. 
 Erecteo. Columna completa del pórtico Este; bloque del entablameneto del ángulo NE; bloque de epicranitis. Londres, Museo Británico
 Templo de Atenea Niké. Capitel de esquina y bloque del friso narrativo. Londres, Museo Británico       
A ello cabe añadir el capitel de esquina (NE del pórtico oriental) y cuatro bloques del friso narrativo del templo jónico de Atenea Niké. También algunos fragmentos y  un capitel dórico de los maltrechos Propileos, concretamente del pórtico exástilo oriental, volcado al santuario. Dado el deterioro que presentan ambos capiteles y la tonalidad  oscura adquirida por el mármol pentélico, seguramente a consecuencia de la devastadora explosión de 1687, cabe suponer que Elgin los halló despiezados de los respectivos monumentos.
Capitel dórico de mármol pentélico de los Propileos. Londres, Museo Británico.   
      Tampoco las laderas de la roca sargada se vieron libres de la apropiación indebida: Thomas Bruce se llevó consigo a Londres la escultura en mármol de Dioniso que figuraba en el monumento corégico de Trasilo, en la vertiente meridional de la colina, posiblemente un añadido de época romana que, como los mármoles desgajados del recinto sagrado, atesora el Museo Británico.
Estatua de Dioniso procedente del monumento corégico de Trasilo. Londres, British Museum

 Retencionismo y repatriación 
El debate político y diplomático sobre la repatriación tiene una larga historia, que inclusor emite a la independencia del estado griego; la primera petición de Grecia se remonta a 1830. Durante el pasado siglo, tras el intencionado silencio de la Dictadura de los Coroneles, una renovada campaña internacional para el retorno de los mármoles a Atenas tuvo lugar en tiempos de Melina Mercouri (+ 1994). Ministra de Cultura del gobierno griego del PASOK desde 1981 (año en que Grecia se incorpora a la Comunidad Europea). Durante tres legislaturas, Mercouri fue una célebre y pertinaz defensora de la restitución de las piezas, valoradas ante todo como símbolo patrimonial de la identidad nacional, por demás removidas del país durante la ocupación otomana.
La labor de Mercouri estuvo sembrada de grandes proyectos que, si bien impulsó con determinación, no siempre llegó a ver cumplidos. Impulsó en Atenas la creación del gran parque arqueológico peatonal en torno al epicentro de  la Acrópolis, hoy convertido en realización plena. Como Ministra de Cultura, Melina propuso al Consejo de Europa la creación de la Capital Europea de la Cultura. Atenas fue la primera ciudad europea que obtuvo dicha distinción (1985) que sirvió para implementar la sensibilización internacional sobre el retorno de los mármoles. La primera iniciativa orientada a la tan necesaria creación de un gran museo destinado a albergar las esculturas de la Acrópolis de Atenas, por entonces  instaladas en el obsoleto y saturado museo del recinto sagrado, y la convocatoria del primer concurso internacional para elegir un proyecto también se debió a la Ministra (1989). Finalmente, pese a haberse celebrado el concurso e incluso adjudicarse el proyecto, esta última iniciativa no llegó a materializarse.
Con motivo de de la Olimpiada Atenas 2004, se promovió una nueva campaña internacional para la devolución de los mármoles, denominada "Parthenónas 2004": Si bien se logró un mayor grado de adhesión de la opinión pública (comenzando por el propio Reino Unido, donde buena parte de la ciudadanía se muestra proclive a la devolución de las piezas del British), como es bien sabido, no se consiguió la cesión de los mármoles por parte del gobierno británico, pero se acrecentó notablemente el activismo global (particularmente el virtual) en favor de la repatriación. Amén de la UNESCO y el ICOMOS, de posicionamiento devolucionista, en las últimas décadas, se ha acrecentado el número de comités y organismos locales y globales (de Australia a Atenas y al propio Reino Unido) que exigen el retorno de los mármoles.

Un museo memorial del siglo XXI
   Inaugurado en 2009, hoy Atenas cuenta con el flamante y soberbio Museo de la Acrópolis, obra del arquitecto suizo Bernard Tchumi, que, ubicado frente a la ladera meridional de la colina, aguarda el retorno de los mármoles. La planta superior, que en contacto visual con la roca sagrada crea un estrecho lazo entre el todo y sus fragmentos, representa un memorial del Partenón: en el gran espacio regular, se exponen las piezas escultóricas del monumento conservadas en Atenas junto con moldes de las custodiadas en el museo londinense y en otros lugares, como el Museo del Louvre. La presentación, donde ningún material constructivo mitiga el protagonismo de lo expuesto - a un tiempo presente y ausente -, permite al visitante realizar un asombroso recorrido que recrea los mármoles en su posición original y propicia la visión integral de conjunto. Junto a lo mucho conservado en la ciudad, se pone particular acento en el desarraigo lo ausente (que comunica memoria y provisionalidad) y, mediante el vacío, en lo irremisiblemente perdido. 

      Recrear la ornamentación plástica del Partenón en su integridad representa una utopía, debido en particular a los irreparables daños que el monumento sufrió durante el asedio veneciano de 1687, por cuyo efecto catastrófico el edificio comenzó a ser monumento en ruina, tanto desde el punto de vista estructural (la cella del templo literalmente saltó por los aires y varias columnas del peristilo se vinieron abajo) como decorativo (destrucción de buena parte de la escultura pedimental y de sectores de los frisos).

Inconstancias y fisuras discursivas
   Por parte de Grecia, los argumentos en defensa de la repatriación  poco ha variado a lo largo del tiempo. En cambio, el discurso de la retención se ha modificado repetidamente en función de las circunstancias, mutando de forma acomodaticia la prioridad de las objeciones: el "honorable asilo" que acoge las piezas y asegura su adecuada conservación, la contaminación y la lluvia ácida que sufre la ciudad de Atenas, la ausencia de un ámbito expositivo apropiado que garantizase una adecuada tutela, el sentar un arriesgado precedente de devolución, que pudiera crear un efecto de onda expansiva, la mejor ubicación de los mármoles en un gran museo enciclopédico de aspiraciones cosmopolitas y universalistas que en el nuevo museo temático ateniense. En este último aspecto, la autoproclamada universalidad de los grandes museos occidentales con pedigree refleja una perspectiva específica, elusiva y bien sesgada, frente al devolucionismo, abiertamente supremacista. Encubre una posición de poder condicionada por una historia imperial de adquisiciones, en tantos casos de dudosa legitimidad.
     Con relación a la crítica del gobierno británico al profundo trasfondo nacionalista e identitario de las reivindicaciones helenas, cabe recordar el uso histórico e ideológico abiertamente nacionalista de los mármoles del British Museum, que en su nuevo emplazamiento experimentaron una redefinición cultural, convertidos durante el siglo XIX  en preciado objeto de prestigio nacional y en modelo y espejo de excelencia donde que se autocontemplaba la aristocracia. No solo en un plano espiritual, puesto que incluso se promovió un mensaje de superioridad viril, étnica y corporal de las élites masculinas en una nueva Atenas, imperial y británica. Las tensión entre universalismo y supremacía nacional siempre ha estado presente en la percepción y resignificación de los mármoles por parte del país depositario.

A día de hoy, la reciente aprobación del proyecto de restauración-reconstrucción del muro norte de la cella del Partenón ha avivado la polémica sobre la intervención en el  monumento, pero también sobre las piezas expoliadas, que indiscutiblemente experimentaron una movilidad sobrevenida, ilegítima y forzada. En el Reino Unido, la sombra del Brexit actualiza la controversia en el marco de un debate que se ha tornado más ético y cultural que propiamente jurídico.
La controversia sigue representando el gran referente del arduo diálogo global de nuestro tiempo sobre patrimonio cultural e identidad nacional. O, en otros términos, sobre la dicotomía entre universalidad e identidad cultural. Un diálogo que hoy cuenta con un nuevo y activo interlocutor internacional: el movimiento de repatriación, que encarna todo un ritual colectivo y universal en torno al sentimiento de pérdida y a la exigencia de redención, y que en los últimos años ha alcanzado dimensiones propias de un fenómeno global.
Cabe indicar que la reciente noticia del préstamo que en 2021 realizará el Museo del Louvre a Atenas de la "placa de las Ergastinas" con motivo de la celebración del aniversario de la independencia griega, representa sin duda un gesto esperanzador. Y los gestos que entrañan al menos un cierto reconocimiento simbólico, en esta ocasión materializado en términos de movilidad y circulación de una destacada pieza escultórica del Partenón con destino a Grecia, también cuentan.

Para concluir, anotemos unas recientes y acertadas palabras de Melissa Jones a propósito del presente del debate, redactadas desde un posicionamiento hondamente eticista:
If actions of the past were legal but are not considered ethical today, a museum with integrity would correct their actions and views to reflect modern standards of ethics. As it is, the current legal debate about the Parthenon marbles is inconclusive; therefore ethics must be significantly considered in this case












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https://www.parthenonuk.com
http://www.parthenoninternational.orghttps://www.parthenonu
k.comhttps://www.blod.gr/lectures/arhitektonika-meli-ton-mnimeion-tis-akropolis-sto-bretaniko-mouseio-kai-i-antikatastasi-tous-kata-tin-epembasi-tis-esmaysma/
(conferencia de María Ioannídou en el Museo de la Acrópolis)

martes, 17 de septiembre de 2019

Limite espacial y adecuación al marco en el arte griego

    El marco representa mucho más que un mero encuadre, externo y periférico, del espacio que delimita. Supone una forma de estructurar la experiencia del campo visual que articula, categoriza y jerarquiza, adquiriendo más allá de la dimensión física otra de índole conceptual. 

Ajena a la voluntad artística de la cultura visual prehistórica, donde la imagen se ubica en un soporte sin confines, la noción de límite espacial surgió al inicio de los Imperios Agrarios, en mayor o menor medida condicionada por la aparición de nuevas estructuras de poder jerárquico y por la racionalización de las prácticas agrícolas (parcelación, aplicación al terreno cultivable de la "ciencia de las paralelas"). Durante milenios, lo que suele denominarse  leyes del marco habrían de determinar la disposición rígida de las figuras, subordinadas con estricto rigor a la acotación geométrica del espacio.
           
       A lo largo del Arcaísmo el arte figurativo griego se supedita con gran disciplina a las coordenadas del marco, que autonomiza la composición figurativa dentro del espacio visible. En estelas, frisos y metopas, la horizontal y la vertical determinan la  estricta adecuación de las imágenes, Lo mismo acontece en la forma triangular de los frontones - determinada por la cubierta a doble vertiente - de problemática configuración escultórica, dada la progresiva, casi abrupta restricción espacial desde el centro hacia los ángulos. Durante el Arcaísmo temprano, se optó por disponer las figuras desde el centro hacia los ángulos conforme a un tamaño conceptual y jerárquico. El gran referente  de esta ordenación lo ofrece el frontón occidental del templo de Ártemis en Corfú, de comienzos del siglo VI a.C, cuya plástica aparece elaborada sobre tímpano sin unidad temática, de talla ni de escala. 











Frontón principal del templo de Ártemis. Corfú, Museo Arqueológico
          Dentro de otro medio, con un código específico de
conformación espacial, algo similar acontece en la pintura vascular, tan condicionada por la conformación de las vasijas, determinante de la adecuación convencional de las figuras a la metopa, al friso continuo o al formato circular que las abarca. En particular, la atracción y el anclaje a la línea de tierra se hace bien patente desde época bien temprana. Ocasionalmente, algunas imágenes rompen la estricta  adaptación: en las composiciones en metopa cuadrada o trapezoidal, no es raro que cascos y penachos o cabezas completas, rebasen el límite superior del encuadre espacial.  Las figuras interactúan con sus límites, los ponen en valor o los relativizan. De forma excepcional, el pintor vascular puede incluso optar por la omisión del marco, descartando incluso de la línea de tierra, como en varias ánforas del Pintor de Berlín (490-470 a.C), donde la figura se recorta sobre el fondo negro, uniforme y sin límites. Al igual que en el ámbito de la plástica monumental, e incuso en mayor medida, dificilmente podría trazarse una historia de la cerámica historiada de la Grecia Clásica sin contemplarla como historia de la experimentación propiciada por la acotación espacial, que para el pintor vascular representó a un tiempo límite y reto creativo.         
                

Detalles de dos ánforas  de figuras rojas del pintor Eutimides (520-500 a.C.). Munich, Stadtliche Antikesammlungen            
















   










Ánfora del Pintor de Berlín (490-475 a.C.). Nueva York, Metropolitan Museum of Art

A diferencia de la estatuaria exenta y autónoma, abarcable y rodeable en el espacio, la escultura arquitectónica estuvo supeditada a la conformación de los monumentos donde se ubicaba, muy en particular a la de templos y tesoros, sus receptáculos habituales. Obviamente,y comenzando por el emplazamiento - elevado y de visibilidad lejana y relativa -, y por el distinto potencial decorativo que creaban los órdenes arquitectónicos, suscitó planteamientos de adecuación bien específicos, que en el mundo griego no se resolvieron de modo uniforme.
   
Ahí están los particularismos italiotas, comenzando por la conformación plástica de los frontones,con una placa central de terracota polícoma adherida al tímpano que reproduce un gran gorgoneion ya desde los templos dóricos más tempranos de Siracusa y Selinunte. Sea coercitiva o premonitoria, la cabeza, siempre mascarón frontal, o bien la imagen completa de Medusa en posición de Knielauf domina un tímpano vacío, sin contenido narrativo. En la Grecia de Occidente, las metopas constituyen el sector narrativo por excelencia de templos y tesoros. En cambio en la Acrópolis de Atenas durante el Arcaísmo Maduro destacan las peculiaridades imaginativas de la decoración pedimental y en contrapartida las metopas talladas parecen haber tenido muy escasa presencia. 










    



Frontón principal del Templo C de Selinunte (540-530 a.C.), Palermo, Museo Arqueológico Regional Antonio Salinas

  En tanto que proceso basado en la experiencia práctica y el ingenio, la adecuación plantea notables innovaciones en el plano diacrónico. Así, la decoración de los tímpanos, tan condicionada por la visión frontal, evolucionó del relieve a la escultura de bulto redondo, confiriendo al ornato pedimental nueva volumetría y plasticidad. Con ello, nuevas posibilidades de conformación al marco.
     
En el plano compositivo, pronto se descubrió que las figuras  de guerreros yacentes se adaptaban con mayor coherencia a la difícil restricción espacial de los ángulos extremos. Más tarde, se imaginaron como figuras tendidas que, a modo de testigos, dirigían su mirada expectante hacia el centro del frontón.

 Del mismo modo, en las habituales narraciones de combate o rivalidad, el mantener un cierto tamaño jerárquico en la estatua de la divinidad en pie que suele dominar el centro del frontón, alcanzando su vértice superior, garantizaba la adecuación de la misma a la parte más elevada del triángulo isósceles alargado y ponía todo el acento en la imagen que, en tamaño y posición, dominaba  la composición grupal. 
Algo similar acontecía al emplazar en el centro una divinidad sobre una cuadriga (como en el tempo de Apolo en Delfos de fines del siglo VI a. C), tema que de otra parte se adecuaba con relativa facilidad al formato cuadrado de las metopas. 












Templo C de Selinunte (540-530 a.C.). Sección del friso con metopas historiadas. Palermo, Museo Arqueológico Regional Antonio Salinas
   
Abandonando la tendencia a la composición heráldica y zoomórfica de los frontones más antiguos, a través de su posicionamiento, ya no de su tamaño, el resto de las figuras se iban adaptando al espacio en progresiva reducción mediante distintas posturas, cada vez más libres con relación a las restricciones que imponía el télos, el límite espacial. Habrá que esperar hasta finales del Arcaísmo Maduro y en particular al tiempo del Estilo Severo (480-450 a.C.) para que las composiciones comiencen a emanciparse
del campo geométrico, mediante una adopción más plausible e ilusionista de imágenes y grupos de imágenes.
     Puede asegurarse que en la plástica arquitectónica la composición de los dos frontones del templo de Afaia en Egina marcan una destacada pauta muy a fines del Arcaísmo. Compuestos por esculturas de bulto pleno y totalmente cinceladas, recortadas sobre un fondo aespacial, muestran incluso algún recurso ilusionistas de gran efectismo que relativiza la propia noción impositiva del espacio restringido que encierra las figuras y determina su posición. En un extremo del frontón oriental, un guerrero  mortalmente herido trata de incorporarse y en su movimiento tenso y forzado que, sugiere inestabilidad, parece estar a punto de deslizarse y caer de la base del frontón, cuyas molduras rectilíneas se muestran así potencialmente desbordables. Lo mismo acontece con otras esculturas que, en pronunciada e impetuosa diagonal, parecen correr hacia el exterior, más allá de los confines del espacio donde se representa la ficción. 
Esculturas del frontón oriental del Templo de Aphaia en Egina. Munich, Gliptoteca 

              Pero las grandes mutaciones en este ámbito de adaptación plástica tuvieron lugar en el taller escultórico del Templo de Zeus en Olimpia, tanto en la composición de los dos frontones (algunos de sus recursos ya han sido aludidos) como en las metopas talladas sobre el pronáos y el opistódomos. En estas últimas se procuró todo un juego de contrastes compositivos con relación al marco cuadrado, que crean intensos y calculados efectos de tensión, incluso de contraposición, entre los austeros altorrelieves y su límite espacial, así como entre las distintas metopas. 



 Detalles escultóricos de los frontones del Templo de Zeus en Olimpia (h.
460 a.C.). Olimpia, Museo Arqueolóico

Metopa del Templo de Zeus en Olimpia. 

En paralelo con la plástica de Olimpia, las megalorafías de Polignoto de Tasos del segundo cuarto del siglo V a.C, supusieron en el campo de la pintura profundas transformaciones en la relación entre imagen y acotación espacial. Explorando la composición escalonada en campo abierto, el pintor tasio liberó las figuras de la subordinación arcaica a las leyes del marco. Los recursos compositivos de Polignoto tuvieron amplio eco en el campo de la pintura vascular de figuras rojas: el pintor de los Nióbides representa el gran referente.

Crátera de Orvieto. Pintor de los Nióbides (h. 460 a.C.). París, Museo del Louvre
 En los frontones del Partenón culmina el ilusionismo y la libertad en la adecuación escultórica. Las estatuas pedimentales, cuya complejidad de conjunto carece de precedentes, incluso llegaron a rebasar la larga base horizontal que las sustentaba, desbordando con ello el propio marco. El reto de la restricción angular se resuelve mediante extraordinarios epítomes visuales, como acontece en la representación de las cuadrigas de Helios y Selene en el frontón oriental, donde la parte, cortada por el encuadre, estimula la fantasía y sugiere el todo, que aporta al conjunto una dimensión cosmológica.   








 Partenón. Grupo escultórico del frontón oriental. Londes, Museo Británico
         
   En el último tercio del siglo V a.C., algunos pintores vasculares también experimentan la peculiar acotación espacial de las imágenes. Un buen ejemplo, la cílica del Museo Arqueológico Nacional de Madrid, decorada por el pintor Aisón hacia el 420 a.C con episodios del ciclo de Teseo. En el interior de la copa, donde la lanza de Atenea rebasa ampliamente el formato circular, el encuadre se torna particularmente complejo: en la parte derecha, el campo figurativo no viene determinado por la composición en  tondo, sino por una banda vertical de grecas que, de modo concluyente, oculta buena parte de la figura del minotauro y actúa como un límite dentro del límite. Junto con la banda vertical, el juego de ortogonales de la representación arquitectónica de orden jónico, que evoca el laberinto como palacio, crea un notable efecto de tensión con el formato circular que autonomiza y aísla el episodio en el medallón de la copa.



Cílica del pintor Aisón (h. 420 a.C.), Madrid. Museo Arqueológico Nacional

Finalmente, y tornando a la escultura integrada, el marco monumental sin ornato plástico también focaliza otro destacado centro de atención. En la arquitectura civil griega, no se utiliza la escultura integrada. Las metopas de los frisos dóricos no se tallan, los frontones permanecen vacíos. Pero lo mismo ocurrió en numerosos edificios sagrados que poseían en los santuarios un carácter liminar o transicional (como los propilea), que carecieron de un soporte material adecuado o que, simplemente, no llegaron a concluirse. Sea por contingencia o por consciente omisión, en estos monumentos la ausencia resulta tan significativa como pueda serlo la presencia. En última instancia, los sectores donde se ubica la plástica son de naturaleza arquitectónica y no nacieron como espacios reservados de acotación decorativa, sino como elementos de cierre de la superestructura.

         Con ello, puede entenderse la frecuente presencia del marco sin ornato escultórico, ligado a la función, a las condiciones materiales de la fábrica y a la propia historia de la construcción. Del mismo modo que otros elementos de la plástica integrada, como las acróteras tridimensionales dispuestas en los ángulos de los frontones, sobre los límites arquitectónicos, se reconocen como ornato sin marco.   


Templo denominado de Posidón en Paestum (h. 450 a. C.)


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