jueves, 16 de junio de 2022

El santuario de Atenea Alea en Tegea III. Tradición e innovación


Un ambicioso programa monumental

Los restos del santuario de Atenea Alea poseen sin duda un mayor realce e impacto visual que los vestigios hasta hoy conocidos de la ciudad intramuros (ágora rectangular, sector ortogonal de trazado urbano, teatro). En su mayor parte, lo conservado del recinto sagrado se remonta a la segunda mitad del siglo IV a.C. cuando el témenos experimentó una reforma de extraordinaria relevancia, basada en la recreación y puesta al día de construcciones preexistentes.


Bloques de tambor del peristilo dórico y cimientos del templo de Atenea Alea desde el este del santuario. Foto F. Marín.

El amplio programa monumental representa todo un testimonio de la influencia lograda por la polis en el contexto arcadio y de las aspiraciones de sus élites, promotoras del gran proyecto. Esta últimas incluso pudieron contar con el apoyo financiero de la satrapía caria. La implicación hecatómnida en la gran reforma del santuario representa una hipótesis de trabajo que no carece de indicios, si bien hoy por hoy se desconoce el alcance de esta posible actuación evergética, que incluso podría haber condicionado el encargo del proyecto a Escopas, en gran medida vinculado al "renacimiento jonio" (Pedersen 2013, 2014) por su actividad en Asia Menor.

Vista aérea del santuario y su entorno. Foto Museo Arqueológico de Tegea.

Mas desde una óptica estrictamente arquitectónica, en el nuevo templo dórico de la Alea, arraigado en la tradición peloponésica, no se aprecian tales estímulos orientales. Tan sólo la decoración escultórica del frontón occidental, con la batalla del Caicos se presta a una lectura en clave a un tiempo local y minorasiática. Como se verá, es en cambio probable el influjo del nuevo jonismo impulsado por los hecatónmidas en la realización del altar monumental, atribuible al itinerante maestro pario y a su taller.

El templo de Atenea Alea

Realizado seguramente en el transcurso del tercer cuarto del siglo IV a. C., tras la actuación del escultor en el Mauseoleo de Halicarnaso, se trata de un edificio de gran monumentalidad que reemplazó en Tegea al templo dórico arcaico preexistente, posterior al Hereo de Argos y ligeramente anterior al de Olympia y destruido por un incendio que aconteció en 395-394 a.C. La stásis que experimentó la ciudad en 370 a.C., que concluyó con la expulsión de 800 oligarcas al exilio espartano (Xen, Hell.6.510) junto con la inmediata incorporación de Tegea a la Liga Arcadia, apuntan a la renovación del santuario en el seno de una polis democrática.

El nuevo templo hexástilo y períptero que presidía el recinto, se ejecutó unas décadas más tarde, con la superestructura realizada íntegramente en piedra marmórea local, mostrando hoy sus ruinas una tonalidad oscura y grisácea. Empleado parcialmente ya en el templo arcaico de la Alea, mucho antes de la utilización del Pentélico en el Ática, el mármol procedía de las cercanas canteras de Doliana, en la ladera norte del Parnón, que distan unos 14 km del antiguo núcleo urbano. Se trata un material predominantemente blanquecino con matices azulados utilizado en otras construcciones sagradas de Arcadia, tanto en estructura como en decoración (Voyatzis 1999). Su empleo se consigna en el templo de Psili Vrisi (Mavriki) muy próxima al yacimiento; también en los dos templos dóricos arcaicos de la polis de Asea, al suroeste de Tegea. Uno muy monumental (6x14) en las alturas de Hagios Elias, a unos 30 km de las canteras, consagrado a Atenea y contemporáneo o ligeramente posterior al arcaico de la Alea en Tegea (Forsén y Ostby 1999; Forsén 2021); el segundo, en el paso de Viglia en el monte Boreo, junto a la antigua vía de comunicación entre Tegea y Asea, dedicado a Atenea Soteria y Posidón, a decir de Pausanias de mítico y prestigioso origen fundacional (Paus.8.44.4). La posible utilización parcial de mármol tegeata en el templo de Apolo Basitas (Figalia) aún constituye una incertidumbre.

La explotación de las canteras de Doliana, muy cercanas a la ruta principal hacia Esparta, debió representar una importante fuente de riqueza para Tegea: no es de extrañar que fueran disputadas por los lacedemonios, dado el carácter fronterizo del lugar que tuvo como marca simbólica de pertenencia en Mavriki, próxima a las canteras, un santuario de confines probablemente consagrado a la diosa Ártemis ya desde época arcaica temprana y presidido por un templo dórico tetrástilo de limitadas dimensiones donde se empleó el mármol local. Como ya se ha señalado en otra entrada, en la polis griega la frontera representa un importante y complejo factor de construcción política e ideológica del paisaje donde los santuarios liminares desempeñan una función primordial (Cardete del Olmo 2006).

Pese a la proximidad del lugar de extracción, el transporte del material al santuario de la Alea debió debió ser relativamente arduo, lento y delicado, si bien el desnivel entre la cantera y el pie de fábrica lo facilitaría. Como en tantos otros territorios de la Grecia Antigua no cabe duda de que el transporte por tierra del material constructivo incidió en el desarrollo o en la consolidación de determinadas vías de comunicación, habiendo funcionado el núcleo urbano de Tegea como epicentro de la red redistribuidora de mármol de Doliana en la región arcadia (Bakke 2008).

La empresa piadosa que representó la reconstrucción del gran templo tegeata, sin duda dinamizó la economía de la polis en toda una multiplicidad de ámbitos laborales. Supuso la movilización de una mano de obra muy heterogénea, con diversos grados de especialización y no sólo propiamente artesanales (Davies 2001, Feyel 2007). En este último ámbito, la escasísima presencia de fragmentos epigráficos concernientes a la gestión del santuario no ayuda a reestablecer una red laboral precisa (como tampoco una historia de la construcción) similar a la recuperada a partir de las cuentas de fábrica del templo de Asclepio en Epidauro.





Cantera de Doliana en la vertiente norte del monte Parnón y a unos 14 km al sureste del núcleo urbano de la antigua Tegea, próximas al pueblo de Ano Doliana. Una segunda cantera se halla cerca del asentamiento de Mavikri. Los bloques de mármol eran parcialmente trabajados en el lugar de extracción. Aunque el yacimiento presenta una amplia gama de tonalidades, fue con mucho el mármol blanco con matices azulados y granulación relativamente fina el más empleado en el santuario de Atenea Alea; en el templo arcaico (h. 600 a.C.) que precedió al escopásico ya se utilizó parcialmente.




Restos del gran templo dórico períptero de Atenea en el monte Hagios Elias de Kandréva dominando el valle de Asea a 1100 ms de altura y parcialmente ejecutado en mármol de Doliana. Lejos de reservarse para los núcleos urbanos, los templos arcadios aparecen diseminados por el territorio y los santuarios donde se ubican no se muestran más asociados a los paisajes de llanura que a los de montaña (Jost 1990) Fotos Swedish Institut at Athens.

La orientación E-O así como las proporciones alargadas del edificio (6x14) fueron condicionadas por la construcción preexistente, sin por ello obededer, ni mucho menos, a un estricto duplicado. Como otros templos dóricos del siglo IV a.C. de plantas alargadas y arcaizantes (así, el propio templo reconstruido de Apolo en Delfos) conservaría una aureola de prestigio conferida por un pasado lejano (Knell 1983): el templo arcaico de Tegea había sido a su vez precedido in situ por otro del periodo tardogeométrico.

Las dimensiones (21,20 x 49,56 m. en la eutynteria) eran considerablemente superiores a las de su predecesor. Los cimientos de conglomerado y la crepis en mármol mostraban una ligera curvatura, con su correspondiente eco en la superestructura del monumento, que no se diseñó conforme a una rígida composición modular. El acceso a las puertas de la cella se facilitaba por medio de dos rampas, situadas respectivamente en el centro de los lados E  (el acceso principal) y N. Estas últimas se inscriben en la tradición de la Grecia peloponésica y son propias de los templos dóricos perípteros, que suelen contar con una sola, frente al pronaos (Sporn 2015). Las rampas salvan la diferencia de nivel entre el suelo y la plataforma del estilóbato al tiempo que subrayan en el monumento un acceso ritual (Sporn 2015, Sneed 2020). Las pendientes arquitectónicas (sin escaleras) debieron desempeñar un importante papel durante el proceso de construcción de la superestructura del templo, al facilitar el alzamiento de los bloques, en particular los largos y muy pesados del arquitrabe.

De otra parte, la doble entrada a la cella no representa una excepción, ni mucho menos, entre los templos arcadios. Así, el templo de Apolo en Basas que, carente de rampas, poseía como el de Tegea una segunda puerta lateral. Sin salir de la antigua Arcadia, un segundo acceso tuvieron también la cella del templo helenístico de Despena en Lycosura (en la comarca de Parrasia, al oeste de Megalópolis) y la del templo tan singular de Ártemis Hemera, "la que calma", en Lusi o Lousoi, polis situada al norte de la región, en la Arcadia Azania, recogida en Pausanias como ciudad muerta donde ni las ruinas permanecían (Paus.8.18.8). La concepción de la naos de este último y singularísimo edificio sagrado, también de data helenística, erigido probablemente a comienzos del s. III a.C. (Ladstätter 2001) y que nada tiene de canónico, tanto en monumentalidad como en las medias columnas aplicadas al interior de los muros guarda sin duda relación con el templo de Tegea.



Planta del templo de Atenea Alea en Tegea.




Templo de Atenea Alea. Restos de la fundación de la cella.




Reconstrucción longitudinal externa en correlación con la planta.



En los extremos de los tambores del peristilo puede apreciarse el sistema de ajuste entre las piezas superpuestas en seco del fuste de la columna. El tratamiento de junturas vivas con las caras de unión perfectamente alisadas, se combina con el empotramiento; en el tambor se aprecia la cubeta central de sección cuadrada así como muescas laterales.

Relativamente esbeltas y con muy moderado éntasis, sin inclinación hacia el interior, cada columna del peristilo rebasaba los 9 metros de altura y estaba formada por 6 grandes tambores con 20 acanaladuras separadas por aristas vivas. El ensamblaje de estos últimos se realizó mediante el procedimiento habitual, que dejó su huella en los extremos de muchos bloques cilíndricos. El capitel, con equino de perfil casi rectilíneo es característico de la arquitectura griega del siglo IV a. C. En cuanto al entablamento dórico, ligero y estrecho, congruente con las proporciones de las columnas, se ajusta a la data propuesta para el edificio. Como en tantos otros templos dóricos, las metopas del pteron eran lisas en su totalidad. En la cornisa sobre los lados largos del monumento, se disponía una syma muy plástica de gárgolas leontocéfalas, caulículos con zarcillos avolutados y palmetas, que cuenta con paralelos en Epidauro y Delfos.


Bloque de syma del templo de Atenea Alea. Museo Arqueológico de Tegea. Foto F. Marín

Siguiendo el modelo del templo de Zeus en Olympia, la decoración plástica figurativa se destinó a los frontones y a las metopas sobre el acceso al pronaos y al opistódomos (seis en cada lado). En cuanto al ornato escultórico de los pedimentos ya se ha tratado en otra entrada, pero cabe acotar dos piezas fragmentarias o incompletas, particularmente representativas de la decoración pedimental, junto con una tercera de ubicación incierta.


Cabeza en mármol fino y homogéneo de tonalidad blanquecina procedente del frontón occidental del Templo de Atenea Alea en Tegea, de tamaño ligeramente superior al natural, estructura cúbica y cuello robusto. Probablemente corresponde al héroe Télefo, que porta sobre la cabeza una versión abreviada de la leonté hercúlea. El propio Pausanias afirma que entre los hijos de Heracles, Télefo era el que más se asemejaba a su padre. La posición del cuello y la cabeza, que gira hacia el hombro elevado, indica que debió figurar en el lado izquierdo del frontón. Otra pieza ubicada en el mismo Museo muestra a Heracles, maduro y con barba poblada, que lleva la piel del león de Nemea, si bien su pertenencia al frontón es incierta.

Destinados a enfatizar la intensidad emocional, en la imagen los recursos expresivos escopásicos se muestran particularmente en el tratamiento protuberante de los arcos y músculos superciliares, que crea la sensación de unos ojos rehundidos encuadrados en una zona de sombra y cuya  mirada inquieta se dirige oblicuamente hacia lo alto. La boca se muestra ligeramente entreabierta, acrecentando la impresión de ansiedad. Los efectos patéticos del rostro no se extienden a la frente, que libre de arrugas, permanece lisa (Rolley 1999). El  gesto se adecua por completo a la situación vulnerable y angustiosa del rey de Misia: atrapado entre las hojas y sarmientos de una cepa de vid que Dioniso hizo brotar de la tierra, Télefo fue herido en un muslo por la lanza del Pelída. El estado tan fragmentario del material conservado impide la reconstrucción de cualquier figura de ambos frontones, pero en los restos llegados al presente se reconoce la impronta de estilo del maestro, lo que no necesariamene  comporta la intervención directa de Escopas en la ejecución (Calcani 2009). Las cabezas que portan casco corresponden sin duda al frontón occidental: en la tradición iconográfica los héroes de Calidón (una cacería, no un combate) se representan siempre sin yelmo. Museo Arqueológico de Tegea.



Cabeza en mármol de guerrero con yelmo ático procedente del frontón occidental, de estructura más ovalada y con el reborde o visor sobre la frente terminado en volutas. Extremadamente similar a la pieza del Museo J. Paul Getty (procedente de la colección M. de Bry),  una cabeza mucho más completa y con un pleno acabado de excelente factura pero considerada una falsificación contemporánea (Hafner 1984, Palagia, 1984), debe corresponder al héroe Aquiles . En posición de tres cuartos y vuelta hacia la izquierda, la vigorosa cabeza indica un emplazamiento de la estatua en el lado derecho del frontón, tal vez a punto de atacar con su espada a Télefo o bien tras haberlo herido. Adheridas al tímpanola parte posterior de las estatuas de bulto redondo, invisible al contemplador en su posición originaria, muestra un grado de elaboración altamente inferior: en ambos frontones se tuvo muy presente la perspectiva del espectador, que percibía los grupos desde la base del templo frontal u oblicuamente y de abajo hacia arriba. Todas las esculturas de los tímpanos se ejecutaron en mármol local de Doliana, que en alguna de sus variantes se asemeja al de Paros. Museo Arqueológico Nacional, Atenas. Foto F. Marín.

¿Acrótera del templo de Atenea Alea? Identificada durante mucho tiempo con la figura de Atalanta del frontón principal, y también como estatua de Nike, responde a una imagen en intenso movimiento de dimensiones superiores al natural  y composición abierta, de tendencia helicoidal y con complejo contraposto. La pieza se ejecutó en un mármol blanco muy nítido que pudiera no ser local. Porta peplo dórico prendido en el hombro izquierdo que deja al descubierto el seno derecho. Los pliegues de la vestidura son más sucintos y menos detallados en el lado izquierdo. 

Se conserva también su posible pendant, una estatua femenina muy similar. La ausencia de alas en ambas figuras, junto con la pérdida de buena parte de las piernas, no permite asegurar que se trate de Nikai e incluso podrían reconocerse como dos de las estatuas de ninfas arcadias ubicadas en el nuevo altar del recinto. De modo que la asignación como acróteras sobre los extremos laterales del frontón occidental que en su con toda prudencia  sugirió A. Stewart (Stewart 1977), se muestra problemática. La sólida corporeidad, la escasa tendencia caligráfica en el trazado de los pliegues del peplos con el voluminoso apoptygma bajo el pecho, eluden la estilización y el artificio y enfatizan la simplificación y el volumen: en ambas figuras quedan patentes cambios sustanciales con respecto a los estilos plásticos del templo de Asclepio en Epidauro (h. 370 a.C.) (Yalouris 1992), en cuyo ornato escultórico es muy probable que Escopas haya sido copartícipe (tal vez como colaborador de Timoteo) antes de su presencia en Halicarnaso, que parece haber marcado un antes y un después en la evolución del artista. A diferencia de muchos otros pasajes descriptivos de la Periegesis concernientes a los santuarios, Pausanias no manifiesta ninguna atención hacia la cubierta del templo de la Alea y su ornato escultórico. Museo Arqueológico de Tegea. Foto F. Marín.

La cella o sekós tripartito constaba de pronaos, naos y opistodomos (en lugar de ádyton). Pronaos y opistódomos presentaban pórtico dístilo in antis de orden dórico, siendo el pronaos algo más profundo. Las metopas talladas sobre las puertas de los lados cortos, las únicas figurativas de todo el edificio, se labraron con un procedimiento similar al friso continuo del Erecteo ateniense, con las figuras talladas aparte en bloques independientes e incrustadas en el cuerpo de la metopa, si bien en Tegea ambas eran del mismo material; los nombres inscritos en algunos fragmentos conservados, particularmente del arquitrabe occidental (Augé, Télefo, Aleo) indican la presencia de personajes profundamente enraizados en la tradición mítica local.

Con relación a otros templos del siglo IV a.C., en el monumento ni se prescinde del opistodomos (a diferencia del templo de Asclepio en Epidauro) ni tampoco se acortan sus proporciones, tal vez debido a que el diseño de conjunto del nuevo templo siguió la tripartición de la cella preestablecida por su antecesor, que no obstante, como se ha indicado, mostraba ádyton en lugar de opistodomos (Ostby 2014). Esta última solución de cámara posterior cerrada habría de retomarla en cambio el templo de Zeus en Nema (Argólide), ya a comienzos del Helenismo.

La estructura de la naos, de proporciones alargadas, representa la cuestión más polémica e interesante de todo el monumento y varias han sido las reconstrucciones propuestas para este ámbito interior. Dado su reducido tamaño, la imagen de culto no condicionó en absoluto la planificación de la sala monumental. Se trataba de un amplio espacio unitario y despejado, a diferencia de su predecesor sin columnatas internas longitudinales, descartando también disposición exenta en Π : tanto la fórmula arcaica como la partenónica (no así algunos aspectos de la naos del Templo de Apolo en Basas, en particular los muretes transversales, labrados en sus extremos en forma de columnas jónicas) fueron descartadas por Escopas. El arquitecto mostró particular voluntad innovadora en la sala destinada a la estatua cultual, donde optó por una estancia libre de apoyos que interrumpieran la continuidad del espacio y donde el elevando podio y el entablamento (a diferencia de Basas, de friso continuo liso sin ornamentación plástica) ponían el acento en las líneas horizontales.

Reconstrucción de la naos del templo de Atenea Alea a partir de Pakkanen (2006). Stewart (2013) 

El lado interior los muros de la naos, de aparejo isódomo y que en contraste con el peristilo han deparado escasos restos, iba decorado con medias columnas corintias de basas finamente molduradas. De cerca de 7,50 ms de altura, labradas sobre el propio muro en tres de sus lados (plenamente apilastradas en el lado de acceso) se elevaban sobre un pedestal de 1,80 ms. No han aparecido vestigios de una segunda columnata jónica superpuesta y las propuestas de reconstrucción con un doble orden interno (en parte inducidas por la dudosa corrección del pasaje de Pausanias considerado en la anterior entrada) carecen de consistencia arqueológica. En cambio, con toda seguridad, el posterior templo de Zeus en Nemea, cuya naos recurre a las tradicionales columnatas exentas y superpuestas, habría de incorporar el orden jónico sobre un piso inferior corintio. Las columnas de este último, cuyos capiteles se inspiran en los de Tegea, son considerablemente mas bajas que en el templo de la Alea, con el fin de proveer más espacio para la columnata superior jónica (Pakkanen 1996, Miller 2022).


Propuesta de reconstrucción de la sección exterior e interior de los órdenes del templo de la Alea (Pakkanen 1996)


Basa de semicolumna corintia. Escocia inferior con trenzado y botones, moldura toral lisa y escocia superior con rayos de corazón invertidos y dardos; finalmente, restos de moldura decorada con perlas y cuentas. Museo Arqueológico de Tegea.
Concebido a modo de de orden apilastrado, casi como parte constitutiva del muro, el empleo ornamental de las medias columnas corintias en Tegea - embebidas pero no adosadas al muro -, habría de gozar de proyección en la historia de los órdenes aplicados durante el periodo helenístico en distintas modalidades. Y no solo en la arquitectura templaria ni en el ámbito del orden corintio. Así, la configuración de la naos del mencionado templo de Ártemis Hemera en Lousoi sería inexplicable sin la experiencia previa en el santuario de la Alea, si bien en las medias columnas murales internas se optó por el orden dórico (Siumpara 2015). En el ámbito minorasiático, y concretamente en Licia, el templo jónico de Leto en el Letoon de Xantos (160-130 a.C.), de restos bien preservados y parcialmente restaurados durante la primera década de este siglo (Toköz 2018), mostraba la cara interna de los muros de la naos pautada por medias columnas y cuartos de columna de orden corintio (las últimas destinadas a los ángulos) que, si bien no se disponían sobre un zócalo elevado y presentaban proporciones más esbeltas y una menor menor altura (Hansen 1991), emparentan estrechamente la estancia con la disposición de la sala tegeata.


Templo jónico de Leto en Xantos.Primera mitad del siglo III a.C. Reconstrucción transversal del peristilo jónico y el muro de la naos, ornado en su cara interna de columnas corintias muy esbeltas y de sección diferenciada. Foto E. Hansen 1991.



Bloque de la epicranitis que coronaba el entablamento corintio del templo de la Alea. Las molduras van decoradas con roleos estilizados, perlas y cuentas, ovas y dardos. Museo Arqueológico de Tegea.

Desestimar la superposición de columnatas y órdenes representó una elección muy consciente por parte del arquitecto. En la naos escopásica se descartó la articulación de conjunto del interior de la tholos de Delfos (primer tercio del siglo IV a.C.), que presentaba una reducida columnata jónica sobre el anillo de esbeltas columnas corintias (Bommelaer 2008). No obstante, y pese a la organización tan distinta de un espacio circular, la disposición de estas últimas pudieron haber ejercido cierta influencia en la configuración de la naos de Tegea: en la thólos el anillo de columnas corintias (seguramente trece), labradas independientemente, se aplicaba al muro de la cella. Ligeramente encastradas, pero de bulto redondo, se disponían sobre un pedestal, si bien mucho menos elevado que el de la sala rectangular del templo escopásico. Más tarde, el interior del Filipeo de Olympia habría de optar por medias columnas corintias considerablemente realzadas sobre el nivel del suelo.


Reconstrucción de capitel corintio de Tegea (Hill 1952)

De los semicapiteles corintios de Tegea, que alcanzaban una altura cercana a los dóricos de peristilo, quedan escasísimos vestigios. Un fragmento relativamente amplio puede apreciarse en el museo local. El cálatos mostraba unas proporciones menos masivas junto una ejecución más naturalista y compleja que el único y primer capitel corintio del templo de Apolo Basitas que coronaba una columna exenta y tridimensional. También diferían de los de la thólos de Delfos, estos últimos más cercanos al capitel pionero de Figalia (Bauer 1973). En Tegea, y a diferencia de sus predecesores, en el cálatos, sobre la doble corona de hojas de acanto, aparecen por vez primera los caulículos, en forma de vaina estriada, de los que surgían las volutas angulares, En el centro, entre los caulículos y volutas, en vez de hélices y palmeta central destacaba una gran hoja de acanto que llegaba hasta el borde del ábaco, del que no se conservan restos. No alcanzaban la esbeltez y la perfección canónica de los capiteles del anillo de columnas internas de la thólos de Epidauro, construida entre 360 y 330 a.C., cuya espacialidad interna se distanciaba por completo de la concepción de Escopas en Tegea y no solo por tratarse de un monumento circular de estructura concéntrica.

Escasos bloques del templo tegeata se mantienen en su lugar originario (como en tantos otros templos canteras, muchos fueron removidos y reutilizados en construcciones locales posteriores) y entre estos últimos la mayoría corresponde a la cimentación y al estilóbato del templo arcaico, solo parcialmente petrificado, y donde se combinaron distintos materiales. Algunos de estos bloques fueron reempleados en los fundamentos del edificio clásico (Sonerud 1995, Pakkanen 1998, Østby, 2014)

¿Un altar escopásico?

Aparte del templo de la Alea, el recinto incluía un gran altar frente a la fachada oriental del monumento, de longitud tal vez incluso superior a la anchura del templo y cuyos restos en su mayor parte hoy se hallan bajo la carretera que corta el santuario en su sector SE, extendiéndose hasta los pies de la iglesia de Hagios Nikolaos (probablemente parte de los vestigios del altar se encuentren precisamente bajo este último edificio) y sin restos visibles. Se desconoce si los trabajos del templo y el altar fueron simultáneos.

Los escasos vestigios conocidos, hoy cubiertos, apuntan a una construcción prominente de orientación N-S, estrecha y alargada conforme a la tradición de los altares peloponesios, si bien en alzado pudiera representar vínculos con el nuevo altar jónico en mármol del Artemisio de Éfeso, cuyo evidente terminus post quem se sitúa en 356 a. C. (Bammer y Muss 2001). La datación absoluta de este último permanece incierta e incluso no podría asegurarse de forma categórica que el efesio hubiera precedido al de Tegea (Lebenti 2013). A decir de Plinio, en el prominente santuario jonio Escopas ejecutó una columna caelata en la reconstrucción del templo (Pl. N.36.95). No sin ciertas dudas, el relieve suele reconocerse en el célebre tambor figurativo procedente del Artemisio que alberga el British Museum, en el que no faltan estilemas retrospectivos.


Maqueta del Artemisio de Éfeso. Propuesta reconstructiva del templo y el altar. Museo de Éfeso.

En realidad el carácter derivativo con respecto al altar del Artemisio está por demostrar, como más tarde el del Asclepeion de Cos, monumento columnado del Helenismo temprano de tamaño incomparablemente menor que los altares de Éfeso y Tegea y proporciones más cuadráticas (Pedersen 2015), en el que pudieron haber trabajado los hijos de Praxíteles (Cefisodoto el Joven y Timarco), activos en el santuario (Ehrhardt 2020): Cefisodoto el Joven fue el artífice de la estatua cultual de Asclepios, un prestigioso encargo (Mirone 1922, Herzog y Schazmann 1932).

La posible superestructura con pórtico columnado del altar de Tegea, que se desplegaría sobre el podio (tal vez con alae o proyecciones laterales, como en Ëfeso) (Norman 1984, Waywel, 1993, Bammer y Muss 2001) pudo incluir estatuas de bulto redondo en los intercolumnios, como la Tumba de las Nereidas en Xantos y el Mausoleo de Halicarnaso. Un bloque de capitel de anta posiblemente proveniente del yacimiento conservado en el museo local se muestra estrechamente emparentado con la tradición ornamental de los altares del renacimiento jónico minorasiático, que en época helenística habría de prolongarse hasta el Altar de Pérgamo (Pedersen 2013).


Probable bloque de anta del altar del santuario de Atenea Alea. Museo Arqueológico de Tegea.

Esta nueva concepción del altar como podio columnado (Säulenaltäre) que funciona como marco y envoltura arquitectónica de la mesa sacrificial y provisto de abundante decoración escultórica, distanciaría llamativamente el monumento de la tradicional austeridad que caracterizaba los altares del Peloponeso, todo lo más decorados con un friso dórico de metopas lisas y que cabría esperar en un santuario de la región. A unos 25 ms del frontis oriental del templo, el centro ritual del recinto podía ser contemplado como construcción singular, de concepción bien diferenciada. En él Escopas pudo trabajar como arquitecto y escultor y haberse implicado de forma especial en un monumento plenamente innovador, ajeno a las tradiciones del santuario (Lebenti 2013) y libre de los estrictos condicionamientos preexistentes que supeditaron el proyecto del templo, donde las grandes novedades se restringieron al ámbito interno. Como se ha indicado, no falta algún indicio que apunta a la existencia de vínculos entre Tegea (ciudad de limitados recursos) y la poderosa dinastía hecatómnida (Waywell 1993, Tandy 2013), que posiblemente actuase como benefactora ya fuera del conjunto del proyecto o tal vez en particular en el nuevo altar, de cuño explícitamente oriental.


Relieve votivo del santuario de Atenea Alea. Museo Británico, Londres.

El gran fundamento de esta última hipótesis posee un carácter tangible y lo representa una evidencia plástica. Se trata del relieve votivo coronado de frontón con acróteras procedente del santuario de Tegea que alberga el Museo Británico. El recuadro muestra en centro la imagen estática, frontal y arcaizante de Zeus Labraundeo (Carstens 2009) que porta en la mano derecha su característico atributo local, el labrys, y en la izquierda un cetro. La imagen es bien frecuente en las acuñaciones dinásticas de la Caria hecatonmida (Delrieux 2000).

Zeus Laubrandeo. Reverso de una acuñación de Mausolo. Colección real de monedas y medallas. Museo Nacional de Dinamarca, Copenhague.

El santuario mayor de la divinidad caria, estrechamente asociada a la estirpe local, se ubicaba en el interior de la satrapía autónoma, en un paisaje de montaña relativamente próximo a Milasa, unos 14 km al norte de la antigua capital y cuya llanura dominaba. Una vía procesional pavimentada comunicaba el santuario con la ciudad. Para los hecatónmidas Labraunda fue un lugar de particular centralidad territorial y sagrada. Conforme a las inscripciones dedicatorias halladas en el santuario (particularmente en los arquitrabes) especialmente promovido por Hidrieo, quien parece haber preferido Mylasa al nuevo Halicarnaso de Mausolo como sede y centro de poder (Hellström 1991, Delrieux 2000,Wiliamson 2021).


Mapa con la ubicación de Labraunda y Mylasa, en el interior de Caria. Al SE de Mylasa también aparece Sinuri, cuyo santuario fue promovido por Hidrieo y Ada. Foto Ch. G. Wiliamson (2021). Los hecatómnidas constituyeron activos agentes en la helenización de la Caria interior (Gunter 1986, Carstens 2009).

Flanqueando la estatua del Zeus Cario, Ada e Hidrieo, hermanos y sucesores de Mausolo y cogobernantes de la satrapía entre 351 y 344 a.C. aparecen venerando la imagen del dios, con plena seguridad una estatua cultual (Wiliamson 2013). Tras la muerte de Hidrieo, su hermana y también esposa Ada (la endogamia representa un rasgo distintivo y peculiar de la estirpe hecatómnida) reinó como dinasta en Caria y su territorio de influencia (Carley 2005). El relieve tal vez represente una expresión de gratitud hacia los soberanos minorasiáticos, un exvoto de reconocimiento ofrendado ya fuera por la polis arcadia como dedicación oficial o bien por un particular, tal vez de origen cario (Waywell 1993, Tandy 2013). En términos mucho más modestos podría ser comparable a la dedicación milesia a Ada e Hidrieo en el santuario de Delfos (Tod 1948) dos retratos monumentales sobre una gran basa, paritarios y ambos en bronce, obra del arquitecto y escultor Sátiro de Paros (Marcadé 1953) seguramente un gesto de gratitud por la contribución de los dinastas carios en las primeras fases de la reconstrucción del santuario oracular de Apolo (Gunter 1985).

La intensa promoción sargada de los gobernantes carios en Asia Menor se extendió más allá de los confines de la satrapía, pudiendo haber alcanzado incluso al santuario de Atenea en Priene (Carter 1983). Tras el gesto de εὐσέβεια dinástica, en la posible actuación evergética del matrimonio regio en Tegea existiría una estrategia de prestigio, de reconocimiento e influencia dinástica en la lejana Arcadia, cuya causa y alcance por el momento resulta difícil de clarificar; ¿una muestra de respaldo a las aspiraciones panarcadias de la polis? ¿Una puesta en valor del vínculo entre la divinidad dinástica y el Zeus Arcadio? ¿Tal vez un gesto piadoso hacia un renombrado ἱερòν ἄσυλον?

El gran enlace bien pudo haber sido la construcción del nuevo altar, estructuralmente oriental y con un programa decorativo que remite a los orígenes arcadios de Zeus. Sin embargo, también cabe recordar que en el templo se consigna otro importante vínculo minorasiático: la temática escultórica del frontón occidental, con la batalla del Caico. Según la tradición mítica, misios y carios se consideraban etnias estrechamente emparentadas.

Tras señalar un origen ancestral, Pausanias describe el nuevo altar del santuario mayor de Tegea sin referencia a la composición arquitectónica y sin mencionar materiales o autoría. Pero recoge aspectos claves del ornato figurativo, de tradición panarcadia, no específicamente tegeata. Señala una disposición tripartita de la decoración plástica más destacada, con la presencia en el centro de Rea, madre del dios y la ninfa arcadia Oenoe sosteniendo al pequeño Zeus; a ambos lados había otras cuatro figuras de ninfas curótrofas, nodrizas del dios niño: en uno, Glauce, Neda, Teisoa y Antracia; en el opuesto, Ide, Hagno, Alcinoe y Phrixa. También indica explícitamente la presencia en el altar de esculturas (agálmata) de las Musas, hijas del dios, junto con su madre Mnemosine - la Memoria -, sin precisar la ubicación ni el número de musas (tan variable) si bien independientes del grupo estrechamente unido a la protección del dios niño (Paus.8.47.3). De modo que el ornato figurativo no remitía a la esfera de Atenea Alea, sino al Zeus arcadio (Lebenti 2013), que según la tradición mítica alternativa a la cretense, había nacido en el monte Liceo, donde fue cuidado por las ninfas curótrofas, a las que Rea confió su custodia (Lynn Larson 2001). El propio Pausanias en la descripción del Liceo señala que las ninfas Neda, Teisoa y Hagno habían criado al dios (Paus. 8.38.3). Las tres fueron epónimas y Neda dio nombre al río que nace en la formación montañosa y cuyas aguas desempeñaron una función purificadora en el nacimiento de Zeus.

Sobre el ornato principal del altar de Tegea, en la composición tripartita, clave del programa iconográfico, el Periegeta no explicita si se contemplaba estatuas exentas o bien relieves, que tal vez pudieron decorar la mesa sacrificial (Şahin1972); de tratarse de esculturas es probable que figuraran en los intercolumnios del alargado frontis, mientras que el grupo de estatuario de las Musas y Mnemosine (Waywel 1993), figuras explícitamente de bulto redondo, se dispusieran simétricamente en las alas laterales.

Conforme a un despliegue figurativo que rebasaba con creces las tradiciones míticas tegeatas, seguramente el elaborado bomós, como incluso toda la renovación monumental del témenos, pudo obedecer a las aspiraciones panarcadias de Tegea y probablemente poseyera una función real o al menos potencial de autel féderal, como ya proponía C. Picard (Picard 1933). Siempre en rivalidad con la vecina Mantinea, una vez liberada de la presión espartana y con Megalópolis ya periclitada, la ciudad tal vez procuró convertir el recinto sagrado de Atenea Alea en santuario común de toda la región (Moggi y Osanna 2003) o al menos de las ciudades previamente integradas en la disuelta Confederación Arcadia. En un lugar comparable en prestigio y atracción religiosa al agreste santuario panarcadio de Zeus en el monte Liceo. Si bien este último en rigor nunca llegó a desempeñar una función propiamente federal como sede de una confederación política (a diferencia del santuario de Termo en Etolia o del de Dodona en Epiro) (Nielsen 2013), representó el mayor lugar sagrado de la Confederación arcadia (Jost 1990). La nueva presencia de Zeus Liceo en el santuario de Tegea trae a la memoria la previa transferencia de cultos arcadios por parte de Megalópolis tras el sinecimo de la nueva ciudad, fundada hacia 370 a. C., que incluso comportó el desplazamiento de imágenes de culto desde sus santuarios originarios (Alcock 2002).

Como se ha indicado, el altar, de función congregacional y sacrificial, ha deparado escasísimos e incluso inciertos vestigios y entre los restos del santuario resulta difícil reconocer los que pudieran corresponder al gran bomós, en particular los fragmentos escultóricos y figuras estatuarias incompletas, no siempre elaboradas en material local y con apreciables divergencias estilísticas con relación a las piezas pedimentales.




Cabeza en mármol de mujer joven correspondiente a una escultura de tamaño natural. De tonalidad cálida, el material no parece el mismo mármol de Doliana utilizado en el templo y la pieza presenta un perfecto acabado en toda su tridimensionalidad. Por mucho tiempo se consideró perteneciente a la estatua de Higea ejecutada por Escopas que vio Pausanias en la naos el templo. Pudiera sin embargo tratarse de una ninfa, o mucho mejor de una de las musas del altar. Pero supone tan solo una posibilidad: no puede descartarse que la escultura representara una ofrenda independiente del altar, incluso un retrato femenino, obviamente de cuerpo entero (Palagia 2000). Muestra la cabeza ladeada hacia su izquierda, rasgos faciales escasamente individualizados y cuidado cabello recogido de mechones ondulados de aire praxitélico; sin embaro, la ejecución de las carnaciones la distancia por entero del maestro ático. El rostro ovalado muestra frente despejada y párpados y labios gruesos bien perfilados (el labio superior con la acentuada curvatura central que presentan otras cabezas consideradas escopásicas).

Estilísticamente guarda relación con varias efigies femeninas de la segunda mitad del siglo IV a.C., particularmente con algunas praxitélicas, que procuran comunicar una xáris ensimismada, en la que se asocian belleza, placidez y elegancia. En el altar Pausanias diferencia claramente la presencia de las Musas (no indica su número, tan variable hasta el periodo romano) de las ninfas protectoras del Zeus niño, tan unidas a la naturaleza agreste. Los bajorrelieves en mármol pentélico del pedestal de Mantinea (Museo Arqueológico Nacional, Atenas) atribuidos a Praxíteles o alguno de sus discípulos (Ajootian 1996, Ridway 1997, Lebenti 2013)), proporciona un referente comparativo, con la presentación apacible, estática y serena de las inmortales Musas, inspiradoras de las artes, envueltas en distinguidos y recatados ropajes y con sus correspondientes atributos, preferentemente musicales. Museo Arqueológico Nacional, Atenas.

La naturaleza icónica y el emplazamiento del ornato plástico condiciona el despliegue de recursos técnicos y estilísticos que en cada caso procuran una adecuación específica entre mito y materialidad. Desde una óptica expresiva, la cabeza femenina de Tegea se revela bien distanciada de la tensión y el páthos intenso más o menos formulario que muestran las esculturas de los frontones del templo. Estos últimos recursos no caracterizaron toda la producción del maestro, cuya originalidad de estilo no puede reducirse al "modelo patético" y a una nueva visión del contraposto (Calcani 2009). Hoy tiende a considerarse que las diferencias entre Escopas y Praxíteles, que trabajaron conjuntamente al menos en Mégara y Halicarnaso y tal vez coincidieron en Cnido y Éfeso (si bien de forma hipérbólica, Estrabón señala la presencia abrumadora de estatuas praxitélicas en el altar del Artemisio) (Str.14.C.641), no fueron tan pronunciadas como con frecuencia y de modo reductivo suele afirmarse: tal vez dentro de una relación de rivalidad emulativa, en muchos aspectos el estilo personal de los dos grandes escultores griegos del s. IV a.C. (el escopásico mucho más difuso), no siempre muestran divergencias radicales ni se adscriben a corrientes contrapuestas. Baste con recordar las versiones romanas del célebre Pothos (alegoría juvenil de la nostalgia amorosa) que conforme a las fuentes escritas Escopas ejecutó en Mégara para el templo de Afrodita Praxis y en Samotracia para el santuario de los Grandes Dioses, si bien tales réplicas pudieran inspirarse en una recreación tardo helenístico del escultor neoático Escopas Minor, activo en Roma. La excelente versión en los Museos Capitolinos del considerado Pothos evidencia convergencias pero también notables divergencias con relación a los procedimientos de Praxíteles (Rolley 1999, Palagia 2000, Calcani 2009). Del mismo modo que la Cabeza Aberdeen (British Museum), original griego en marmol de escuela praxitélica, muestra una expresión dramática concentrada en el área de los ojos de resonancias escopásicas.


Pothos escopásico en mármol pentélico. Asociada a Afrodita, la figura de precario apoyo debió formar parte de una composición grupal. El contraposto cerrado se considera propio del estilo maduro de Escopas.Versión romana de época Adrianea. Museos Capitolinos, Roma. Foto Marie-Lan Nguyen.


Cabeza Aberdeen. ¿Fines del siglo IV a. C., comienzos del siglo III a.C.? Los recursos expresivos del estilo escopásico concernientes al páthos, no siempre fueron ajenos al ámbito praxitélico. Foto British Museum.

El propio Plinio recoge la duda en la atribución del grupo de los Nióbides que contempló en Roma a uno u otro maestro (P. N.36.28). Significativa también establece una comparación de calidad entre ambos escultores, juzgando la Afrodita de Escopas incluso superior a la Cnidia (Pl. N.36.26). Pero frente a Praxíteles, en muchos aspectos la personalidad artística de Escopas se muestra desdibujada, con escaso anclaje tanto biográfico como estilístico. No existen noticias sobre discípulos directos, como tampoco se ha hallado basa alguna con la firma del escultor pario y las atribuciones al maestro, como la considerada "sección escopásica" de la Amazanomaquia del Mausoleo de Halicarnaso (British Museum) hoy se revelan bien inciertas. Por no hablar del intrincado problema de las posibles réplicas romanas de obras de Escopas, como el amplio grupo conservado de la estatua de Meleagro (no mencionada en las fuentes), que presenta múltiples variantes en postura y atributos.

Lo que puede asegurarse es que ambos maestros, junto con otros muchos escultores, fueron destacados partícipes de una koiné artística innovadora y cosmopolita, en la que Caria desempeñó una destacada función promotora y dinamizadora. La región suroeste de Anatolia y su amplia esfera de influencia contaba con sus propias y arraigadas tradiciones artísticas que durante el gobierno hecatónmida se revisaron y actualizaron con la prestigiosa participación de los más renombrados artistas de aquel tiempo y sus correspondientes talleres. La coincidente distribución geográfica de muchos de los trabajos atribuidos por las fuentes a Escopas y Praxíteles nada tiene de irrelevante. Y en la escultura del denominado Segundo Clasicismo o Tardo Clasicismo (ambas designaciones supeditadas a la extraordinaria autoridad del arte griego de la segunda mitad del siglo V a. C), la interacción de estilos y recursos de taller (tal vez tan unida o incluso más a la movilidad de los talleres que a la de los propios maestros), fue muy pronunciada.

En su conjunto, el campo de trabajo sobre el altar del santuario mayor de Tegea se mantiene en un plano en buena medida hipotético y conjetural. Pero en realidad, con relación a Escopas, tan problemático como acontece en cuantos testimonios escultóricos se consideran escopásicos: transcurridos varios años desde la brillante publicación de A. Stewart en Paros III, arqueología e historia del arte clásico continúan "desperately seeking Skopas" (Stewart 2013).

Tales lagunas e incertidumbres sobre el monumento y su ornato escultórico seguramente con el tiempo de indagación y tal vez con la ayuda de futuros hallazgos, sean arquitectónicos, escultóricos o epigráficos, puedan llegar a despejarse. De otra parte, la clarificación de lo local depende en buena medida de los avances en el esclarecimiento global de un maestro y un estilo poblados de incógnitas.

La fuente de Augé

Diez metros al norte del templo, en el recinto se conserva la mayor parte de la fuente de Augè, hija de Áleo, rey de Tegea y mítico fundador del santuario, y conforme a la leyenda seducida o raptada por Heracles, de cuya unión nació Télefo. En la fuente sitúa Pausanias el encuentro de la princesa y el héroe (Paus.8.47.4). Debido a su estado de conservación, hoy representa un pequeño monumento bien visible entre las ruinas dispersas del recinto. Se trata de un pozo de planta rectangular con escalera de mármol (salvo dos escalnes de conglomerado) delimitado en tres de sus lados por losas regulares del mismo material, sin trazas de cubierta de protección (Østby 2014). Tipológicamente frecuente en los santuarios griegos, muy probablemente obedezca al mismo programa monumental del templo y el altar (Østby 2006), si bien el manantial sagrado debió existir desde tiempos remotos como elemento natural y primigenio vinculado a Augé, según la tradición legendaria la primera sacerdotisa del santuario de la Alea. La cercanía de la fuente al acceso lateral a la naos del templo sugiere una relación ritual. Los vínculos minorasiáticos de la leyenda de Augé son bien conocidos. Repudiada por Aleo, finalmente la acogió como esposa o hija Teutrante, rey de los misios, de quien más tarde Télefo llegó a ser hijo adoptivo y sucesor.

Fuente de Augé, ubicada al norte del templo de Atenea Alea. Foto E. Østby 2014.

Un campo de ruinas incompleto.

Como ya se ha señalado en otra entrada, en lo conocido hasta hoy del recinto no se ha identificado vestigio alguno de época romana. Tampoco se han reconocido restos de un propilón, lo que crea incertidumbres sobre el acceso al lugar sagrado. En cuanto a construcciones complementarias más o menos habituales en los santuarios griegos, en particular las estoas, también se hallan ausentes de la parte del recinto conocida. No obstante estas últimas suelen situarse en posición periférica y, como se ha indicado, no toda la extensión del recinto ha sido explorada, debido a las nuevas vías de comunicación (como las carreteras que cortan el sitio sagrado en los extremos sur y oeste) y a las construcciones que lo bordean, edificaciones intrusivas desde una óptica estrictamente arqueológica, si bien de impacto visual moderado sobre los restos al aire libre.


Sector del santuario de Atenea Alea. Foto F. Marín.

Conservación, comunicación

"The advent of multimedia and virtual realities makes it possible to explore competing hypotheses about the past without requiring any intrusion into the original physical remains on-site"

N. P. Stanley-Pice 2009

Pese a la abundancia de material arquitectónico llegado al presente, mayoritariamente diseminado en una amplia superficie dominada por los impresionantes tambores de columnas dóricas del pteron, el templo de Atenea Alea no ha experimentado una anastylosis reconstructiva parcial (ni mucho menos una reconstrucción, proceder extremo de la restauración) y el sitio arqueológico, que preserva todo el valor evocador de la ruina antigua (como la inmensa mayor parte de los restos arquitectónicos del Templo de Zeus dentro del santuario de Olympia), se diría que no requiere de implementación alguna. La mejor presentación de un sitio arqueológico es aquella que menos se percibe como tal por parte del visitante, facilitando una percepción del paisaje arqueológico residual lo más próxima al estadio en que ha llegado al presente. Tal vez una interesante actuación puntual y bien viable pudiera ser la limpieza de algunos de los tambores (tan oscurecidos) que permitiera percibir in situ la tonalidad originaria del material sin comprometer trabajos de recomposición o implementación. Estas últimas crearían en el sitio un innecesario efecto de ruina artificial y visualmente focalizarían e incluso jerarquizarían el conjunto de los restos (Schmidt 1993,1999; Jokilehto1995).

Asimismo, tal vez las construcciones contemporáneas que bordean el recinto no sean tan invasivas ni obstructivas desde la perspectiva patrimonial de la conservación de entornos habitados que evita deshumanizar la ruina, manteniéndola como espacio vivo: desde las primeras excavaciones fue necesario desmantelar las edificaciones tradicionales que ocupaban todo el sector del recinto. Hoy se precisa garantizar el actual equilibrio entre sitio patrimonial y lugar poblado, sin disrupción de los valores paisajísticos. Cualquier futura reconfiguración debería valorar tanto el uso continuado del lugar a través del tiempo - las temporalidades múltiples - como la viabilidad de conservación del paisaje arqueológico habitado en el presente, paisaje social con actividad humana preferentemente rural.

El santuario y su entorno contemporáneo. Foto Athensinsiders.

En todo caso, más que por las nuevas mociones de tierra que comporta la excavación, siempre en mayor o menor medida agresiva, cabe apostar por los resultados de futuras intervenciones de carácter prospectivo (como las recientes intervenciones magnetométricas) que no alteren profundamente la idiosincrasia del entorno actual donde, como en el propio santuario, también han aparecido importantes vestigios de la Tegea tardo antigua y bizantina.

El estado del lugar no comporta abandono, dada la atención conservacionista de que goza el antiguo recinto, mantenido como ruina habitada singular. En la legibilidad del mismo resulta clave la presencia y función del Museo Arqueológico de Tegea, uno de los más antiguos de Grecia (Karapanagiotou 2017). Muy próximo al yacimiento y ubicado en un edificio austero de construcción tradicional, sin constituir propiamente un museo monográfico de sitio resulta indisociable del sitio patrimonial. Conforma sin duda uno de los museos arqueológicos más actuales de toda Grecia en cuanto a la presentación de contenidos (incluida la avanzada presentación digital) y en sus salas, junto a los restos materiales, con predominio de los escultóricos, puede consultarse una amplia y rigurosa documentación reconstructiva sobre el santuario y muy en particular sobre el gran templo que lo presidió. Recientemente, el museo se ha volcado en un nuevo proyecto de acondicionamiento y reinstalación, con especial interés innovador hacia la presentación digital de la documentación arqueológica.




Museo Arqueológico de Tegea. Fotos F Marín

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