miércoles, 22 de septiembre de 2021

El Escudo de Aquiles IV. Mediación y verosimilitud


Mediación artística, mediación estética

Qu'Héphaistos soit un Dieu est moins important que le fait qu'il est un artiste. On ne nous demande jamais de croire. Ce n'est pas la divinité qui rend possible le miracle ; mais c'est la grandeur du poète et un fait poétique. 

Jackie Pigeaud

Hier findet sich eine erste Reflexion auf die unterschiedlichen Darstellungsmöglichkeiten der bildenden Kunst und der Dichtung.

Irmgard Männlein-Robert 

-

 En la retórica antigua la modalidad ecfrástica remitía a toda descripción dotada de claridad y vivacidad. Las obras de arte no constituían su único objeto, si bien a parir de la Antigüedad Tardía el tropos tendió a restringirse al campo de las artes visuales (no sólo figurativas). Pero resulta del mayor interés que la primera écfrasis de la literatura occidental constituya una descripción procesual destinada a recrear en palabras la elaboración de una pieza artística, de un objeto plástico de carácter multisensorial. El tropos ecfrástico nace pues unido a la visibilidad textual de otras artes, en un cruce de medios verbales y no verbales. Con ello, se ubica el ámbito de la intermedialidad, de la pluralidad interna de cada medio (Mitchell 2005). En tanto que puente que se tiende entre las diferencias mediales (Eleström 2010), la historia de la intermedialidad comienza precisamente con Homero (J. Robert 2014).

La cita y el breve comentario de un pasaje de la descripción del Escudo puede resultar clarificador con relación a la hibridación de medios que en buena medida transmite el texto en su conjunto, no solo de forma puntual. La densidad de referencias intermediales relativiza la propia autonomía y los límites estrictos no solo del medio verbal, sino de cualquier medio.

En una se celebraban bodas y festines,

y a las novias las iban llevando 

fuera de sus alcobas por la villa,

bajo el resplandor de antorchas,

y alto el himeneo resonaba.

Y mozos danzarines daban vueltas

y en medio de ellos, justamente,

las flautas y las fórminges sonaban

y las mujeres, cada una de ellas,

plantándose en el umbral de su casa,

miraban asombradas. (18.491-496)

La perspectiva de Homero es profundamente androcéntrica y en toda la descripción - como en toda la Ilíada-  las mujeres gozan de escaso protagonismo, tanto en este pasaje de bodas como en la preparación de alimentos en el dominio real (18. 558-560) o en la defensa de la ciudad sitiada, donde desde la muralla proporcionan un auxilio subalterno (18.514-516). En el pasaje anotado son objeto del rapto simbólico prenupcial o se muestran como pasivas contempladoras.

Lo contemplado con asombro acontece en la ciudad durante la noche, a la luz de las antorchas. El poeta describe una escena de himeneo en la que la sonoridad instrumental, la danza ritual (en esta ocasión exclusivamente masculina) y la maravillada mirada de las mujeres que observan la parada nupcial orquestan un espectáculo multisensorial. En la ilusión figurativa creada por el medio verbal, el  resplandor de las antorchas en la noche, la coreografía sonora y la contemplación interna interactúan en una combinación medial de sensaciones ópticas y acústicas.

    La intermedialidad ecfrástica se muestra estrechamente unida a la mediación del bardo, creador de estrategias multimodales o, si se prefiere, de diversas formas mediales de articulación. Homero se presenta como contemplador y descriptor, pero a un tiempo como intérprete, creando un espacio de reencuentro entre la labor artística y el oyente. Como subraya Elleström, por sí misma la mera percepción descriptiva no conduce a la sensación si no entra en juego el agente mediador. Conductor e intérprete, se diría que en la descripción el bardo se muestra más inspirado por Hermes, divinidad del déchiffrement, que por el dios de la fragua. La presencia de un crítico que mediante recursos lingüísticos glosa y pone el acento de forma diferenciada en la diversidad de efectos  multisensoriales que evidencian la destreza del artífice a través de la propia destreza descriptiva, posee sin duda una relevancia clave en lo que concierne a los propósitos de significado de la écfrasis. Entre ellos, la auto exaltación del kléos, del renombre  y la gloria del propio aedo que crea y recrea en sinergia con el dios, ocupa un lugar privilegiado (de Jong 2006).

         En una recreación paralela, mímesis de una performance, el Homero hermeneuta se vale a menudo de comparaciones que aportan sugestiones  y sensaciones, agregantes energéticos debidos a la interpretación del aedo en tanto que atento y sutil animadversor, no a la tarea de Hefesto. Tales analogías y parangones, de otra parte tan frecuentes en el épos homérico, crean en la écfrasis un efecto de expansión y clarificación semántica y funcionan como respuesta a la imagen por parte del contemplador intérprete. El símil "reminds the audience that it is contemplating a poetic response to phenomena, not the phenomena themselves (Lonsdale 1990).

A título de ejemplo, al describir el sangriento combate en el que participan las alegorías de la guerra, utiliza un símil particularmente inquietante (que con voluntad animista convierte lo representado en presencia) para expresar la prodigiosa impresión no solo de movimiento, sino también de una vida real, no metafórica. El efecto de animación es propio de un tableau vivant y trae a la memoria la capacidad de Hefesto de crear artefactos dotados de vida propia. También expresa la tensión entre la materia inanimada y la vitalidad que emerge del Escudo, objeto a un tiempo inerte y animado (Thein 2021).

Y las figuras se enzarzaban en la confrontación

como si fueran mortales vivos, y así luchaban,

e intentaban los unos a los otros

quitarse los cadáveres,

llevándolos a rastras,

de los que habían muerto en la refriega (18.539-40)

Volviendo a L. Elleström, la información sensorial no puede ser percibida sin un agente mediador, interpretador. Así, en la escena del arado, examinada con más detalle en otra entrada e interpretada de forma magistral por A. S. Becker (Becker 1990), el poeta utiliza un símil sensorial que crea la ilusión de un intenso efecto pictórico:

Y la tierra detrás se ennegrecía,

y una tierra labrada semejaba 

aunque era labor hecha en oro. (18.548-549)

En la sofisticada escena de danza que culmina y cierra la descripción de la ciudad en paz con una apoteósica síntesis de las artes, el símil amplifica lo descrito y, procurando una explicación docta (Homero es a un tiempo mediador sensorial y cultural), transmite una memoria topográfica remota y legendaria:

Y labraba en él con perfección notable

el Cojo ilustre un lugar de danza,

semejante a aquel que en otro tiempo

Dédalo construyera en la amplia Cnoso

para Ariana la de las bellas trenzas. (18.590-592)

En ocasiones, con el fin de dramatizar la imagen sin recurrir a la analogía, la descripción no utiliza propiamente relaciones de semejanza, pero remite al mundo de los símiles entreverados en el conjunto del poema, creando asociaciones intratextuales. Así, el dramático ataque de los leones al ganado, trae a la memoria múltiples pasajes de la Ilíada en los que la ferocidad de las bestias salvajes (muy en particular, del león), tan insistente en el ámbito de las artes visuales, se compara con el arrojo épico de los guerreros, sean argivos o troyanos (Jung 2021).

Y entre las primera vacas de la manada,

dos leones espantosos tenían apresado 

a un toro mugidor que, mientras era arrastrado,

bien alto mugía. Y tras él canes iban y mancebos. 

Pero lo dos leones,

después que desgarraron del gran toro

 la piel, le devoraban las entrañas

y sorbían, también, su negra sangre. (18.579-583)

A título de ejemplo, en el Canto XV, a propósito del extraordinario temor que la fuerza impetuosa de Héctor infunde entre los aqueos, puede leerse un símil análogo a la descripción y que obedece a las variaciones y lazos lazos internos del épos en su conjunto.

Pero Héctor, como un león dañino

se abalanza sobre unas vacas 

que por millares pacen 

en la pradera de un gran pantano (.,.). (15.630-631)

       Con voluntad didáctica, el bardo enseña a percibir y a discernir. Como también invita a descifrar, a juzgar e imaginar más allá de lo que el texto explícita. La descripción contiene toda una lección de cómo contemplar, prestando atención a cuanto hay de singular y prodigioso en el trabajo plástico enjuiciado, que se diría más objeto de reflexión verbal que de descripción mimética. Conforme a la hermenéutica del poeta, los modos en que se representa -en que se describe la representación-  prevalecen sobre el contenido icónico de lo representado.

En su percepción apreciativa, Homero no juzga por igual toda la compleja dinámica de elaboración del escudo. Muy al contrario: en la periégesis del Escudo despliega una amplia variedad de modos de lectura de la imagen. Las percepciones no obedecen a un método uniforme  y homogéneo y la atención al medio visual se muestra bien variable. En una permanente evaluación de calidad que denota  extraordinaria capacidad de observación y discernimiento, el poeta se detiene y parafrasea los detalles que juzga logrados con mayor artificio, ejecutados con mayor similitud, vivacidad o akríbeia. Pone el acento en aquellos que estimulan de forma particular la phantasía del oyente, mientras que al resto le presta otro tipo de atención descriptiva. 

            A veces, como en la presentación de buena parte de la ciudad en conflicto (en cierto modo intercalada en la ciudad que goza de paz), la propia descripción se distancia de la superficie metálica del escudo, del opus ipsum o anclaje material centrándose en la apariencia de las escenas, sin apenas enunciar juicio alguno de carácter artístico, para luego retomar el hilo conductor de la materialidad metálica (Becker 1995). Dentro de la percepción dinámica y variada de cuanto contempla, el poeta se desplaza de forma continuada entre diferentes modos de presentación y visualización en los que entran en juego y en distinto grado el referente figurativo, el medio metálico, la narración y la descripción, proponiendo al oyente múltiples formas de atención, a menudo híbridas y entretejidas (Becker 1990).

     Sin la menor duda, puede asegurarse que en la écfrasis se halla bien presente la crítica de arte. Mediante la paráfrasis y la amplificación comparativa, Homero rivaliza con la propia ejecución material del mundo imaginario que Hefesto va conformando en el plano temporal. El poeta no solo narra y describe los episodios secuenciales y la forma en que las figuras y paisajes se van materializando sobre la superficie de broce. También enjuicia lo que contempla conforme a criterios de excelencia y originalidad, lo que comporta no solo reconocimiento de imágenes, sino también interpretación de un cosmos multisensorial donde no solo se invoca la vista. El escudo se presenta pues como objeto artístico que denota experiencia estética en el contemplador/descriptor. En términos de  A. S. Becker, el arma es también en sí misma un objeto estético. Independientemente de la naturaleza de lo representado, sea plácido y armonioso o extremadamente cruel y violento, en la descripción se percibe belleza figurativa implementada por el impactante valor cualitativo de luminosidad. Con ello, el artefacto supone un pleno cumplimiento de la voluntad del dios, creador de un armamento a un tiempo desencadenante y atenuante del trágico destino que aguarda al héroe.     

Así pudiera yo de la misma manera esconderle

bien lejos del alcance de la muerte

acompañada de tristes lamentos,

cuando le alcance el terrible hado,

como que habrán de estar a su alcance

y a su disposición

unas armas tan sumamente bellas,

que quienquiera de entre muchos hombres

que llegue a contemplarlas,

de nuevo se quedará maravillado.

Una vez así dijo, allí mismo

dejó a Tetis y se marchó

a los fuelles, a los que dirigió 

al fuego y ordenó que trabajasen. (18.463-469)             

 En competencia con la propia imagen, la descripción del escudo, se impregna de intención y valor crítico e interpretativo. En este sentido, y en su voluntad hermenéutica, las ecfraséis de la Segunda Sofística supondrán un permanente retorno al modelo descriptivo homérico, concebido como paradigma intelectual de respuesta verbal a la imagen  (Squire 2013) y convertido en arquetipo de un género literario que cada autor habría de modular a su manera. Baste con mencionar ecfraséis tan dispares como la extensa descripción en Pausanias del cofre de Cípselo ofrendado en el santuario de Hera en Olimpia (Paus.5.17.5-19.10), donde el modelo homérico funciona a modo de horizonte descriptivo, y la réplica tan explícita al Escudo en Filóstrato el Joven (Philostr. Jun. Im.10). 

     La capacidad de observación y discernimiento, aquella que habría de elogiar Plutarco como propia de expertos y amantes del arte (Plu. Mor. 575B), la reiterada evaluación de la calidad y de las peculiaridades en la representación de determinadas composiciones y detalles, privilegiados en el texto desde el punto de vista estético, hacen de la insuperable descripción homérica el punto de partida no sólo del género ecfrástico, sino también de la crítica artística, mediadora por excelencia. 

   

Relatividad de la verosimilitud

La especulación sobre la verosimilitud del escudo –pieza real o ficción literaria-, cuestión bien polémica sobre la que se han vertido ríos de tinta a lo largo de la Historia entre defensores e incrédulos, no representa el aspecto más relevante ni el de mayor interés de la creación homérica. Creación que ante todo se trata de un insuperable reto a la capacidad mimética del lenguaje donde el elemento visual se halla ausente, transmutado en construcción verbal. Como bien decía Simónides la poesía es pintura ciega. Su imaginario intangible es de otra naturaleza  y necesariamente no remite a la visibilidad específica de un referente concreto y  material. La palabra puede convertirse en un  sucedáneo equivalente al objeto tangible, con el que en cierto modo toda écfrasis artística rivaliza desplegando sus propios recursos, su propio proceso de lenguaje, incluso creando el propio referente. Más que en la exactitud en la evocación del referente, Homero  procura la descripción del efecto de lo visual recreado en la mente del autor que, copartícipe del proceso de invención divina, no solo contempla y describe, sino también enjuicia e interpreta en un acto de elaboración paralela del objeto poético y del objeto "pictórico".

 Es muy dudoso que semejante artefacto existiera cuando fue descrito. Elaborado en palabras, en algunos aspectos parece obedecer al sustrato de memoria anticuarista que recoge el aedo. ¿En qué medida hubo objetos micénicos en circulación durante la época homérica? Aparte de su valor material, ¿con qué criterios eran apreciados? (Coldstream 1976, Giovannini 1995). La Ilíada nada tiene de gabinete de antigüedades pero, aunque no se trate de estrictas acotaciones, algunas de las piezas descritas - de muy distinta materialidad -, como el yelmo de cuero y colmillos de jabalí de Meríones (10-258-266) - un tipo de yelmo ya representado en las pinturas minoicas de Acrotiri -, o la célebre "copa" de oro de Néstor (11.632-637), sugieren indudables similitudes con determinados materiales micénicos de alto estatus. Actualizados en la epopeya, tales objetos preservan y transmite memoria, al tiempo que se inscriben en el campo interartístico creado por la intermedialidad, por la hibridación de medios. Porque, como se ha indicado en otros pasajes, en un proceso de hibridación Homero tematiza y evoca elementos propios de otros medios (artes plásticas, música, danza), materiales que se muestran conceptualmente fundidos más que incrustados en el texto. 


"Copa de Néstor". Tumba IV, Círculo A de Micenas. MA, 1650-1500 a.C. Presenta tanto similitudes como pronunciadas diferencias con respecto a la descripción homérica. Tal vez se trate de la materialización de un objeto mítico que careció de sentido utilitario. Al prototipo mítico pudiera remontarse tanto el artefacto real tesaurizado en Micenas como el evocado en la Ilíada como posesión del rey de Pilos. Museo Arqueológico Nacional, Atenas.


Yelmo reconstruido. Se trata de un arma de protección elaborada sin empleo de metal y que designa  autoridad militar y distinción guerrera. Un artefacto de rango bien familiar en contextos funerarios micénicos pero cuyo origen se remonta a época premicénica. Museo Arqueológico de Pyrgos (Élide). Foto F. Marín

 Entreverados en la epopeya homérica, la presencia de algunos elementos de la cultura material de la Edad del Bronce obedece a estrategias intermediales y son objeto una particular puesta en valor. Desde una perspectiva histórica, el problema reside ante todo en el gran arco cronológico que separa tales materiales arqueológicos del tiempo de narración homérica, que por demás hoy tiende a situarse muy a finales del s. VIII e incluso en el transcurso del VII a.C. De hecho, la fijación canónica del texto habría de acontecer en la Atenas de Pisístrato. 

        Demasiadas generaciones para pensar en un fenómeno de prolongada tesaurización familiar. Otra cuestión es el hallazgo fortuito de ajuares y piezas ocultas durante trabajos agrícolas o, cómo no, el saqueo de tumbas micénicas (particularmente los thóloi, reconocibles en el paisaje sin gran dificultad y fácilmente accesibles), cuyo botín circularía y sería bien apreciado entre las élites de la póleis griegas. 

                           No obstante, más que a la materialidad y apariencia de los realia, tales descripciones pudieran remitir a remotas textualidades referentes a objetos señalados, de particular significación en su contexto religioso y cultural específico. Tal vez, como sostiene S. Aulsebrook, determinadas piezas prehelénicas se concibieran como materialización de objetos míticos (Aulsebrook 2019). Trasmitidas verbalmente a través del tiempo, Homero las incorpora a la Ilíada con la intención de fijar y dejar constancia de un sustrato mítico y maravilloso que actualizado en el presente, suscitaba admiración y comunicaba prestigio en tanto que asociación con lo ancestral y principesco. 

                 Pero de todos modos la audiencia homérica tuvo sin duda conocimiento directo sobre elaborados escudos ceremoniales o de parada de cuño aristocrático, dedicados como exvotos de excelencia o bien, con menor frecuencia, depositados en tumbas de alto rango. Durante el período orientalizante, cabe recordar las célebres piezas en bronce de la gruta del Monte Ida en la isla de Creta, algunas de cronología muy temprana ( Pappalardo 2001, J. Muñoz Sogas 2018). Quizás muy en particular los escudos - también corazas- del mismo material ofrendados en los santuarios de Olympia y Delfos, en ocasiones decorados con extraordinario virtuosismo. Comúnmente circulares y articulados a menudo en torno a un prótomo central, los escudos de bronce, a veces de considerable formato y decorados con temas figurativos (con predominio de animales y seres fantásticos dispuestos en torno al centro en resalte) formaban parte de la cultura visual y artística de los tiempos homéricos. Siguiendo a A. Snodgrass, muy probablemente el aedo fuera un buen conocedor de objetos contemporáneos de arte mueble que bien pudieron inspirar detalles concretos de la descripción. Trabajos que, de otra parte, no serían necesariamente escudos ni tan siquiera piezas de metal. 





                     





                 




Peto de bronce historiado con figuras incisas. Mediados del silo VII a. C. En la imagen superior,  transposición gráfica de la decoración figurativa. Museo Arqueológico, Olympia. 

                La mente tiende a reconocer y visibilizar a partir de lo que ya conoce y forma parte de su entorno visual. Más que las remotas prefiguraciones prehelénicas, en un ámbito tanto de analogías como de acentuadas diferencias, las armas de bronce historiadas del Alto Arcaísmo(junto con otras piezas) pudieron haber servido a la audiencia como soporte material y  referente mediador para imaginar la apariencia del Escudo de Aquiles (Blanco Freijeiro 1986) y de otros artefactos del armamento heroico, como la coraza de Agamenón, de procedencia chipriota (11.19.23). Carente de realidad tangible y visible, la descripción de objetos defensivos y protectores poblados de imágenes  probablemente sugerirían en la audiencia cierto grado de similitud con determinados realia de su tiempo, piezas de excelencia aureoladas de prestigio militar y social. Con ello, las écfraséis homéricas debieron propiciar también en el oyente una comparación entre textualidades, objetos e imágenes.

La descripción del Escudo de Aquiles ha sido y será por siempre una excepcional fuente de reflexión, de especulación y confrontación en múltiples campos del conocimiento. Pero finalmente cabe señalar la particular relevancia de la modalidad ecfrástica creada por Homero no solo en tanto que precedente referencial (Bacmeister 2006), sino también como paradigma analítico en el ámbito de la teoría del arte: la écfrasis posibilita la lectura de imágenes como si fueran textos y de los textos como si fueran imágenes (Schneck 1999). También cabe recordar la ascendencia y parentesco del tropos con relación a la propia idiosincrasia de la historia del arte que, independientemente de la modulación metodológica, se fundamenta de modo indisociable en la descripción de objetos (Elsner 2010), sea con voluntad descriptiva o interpretativa. Si es que en realidad fuera posible una descripción carente de interpretación.

 

 BIBLIOGRAFÍA 

(sobre las cuatro entradas dedicadas al Escudo)

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K. THEIN (2021)

 

 

 

sábado, 4 de septiembre de 2021

El Escudo de Aquiles III. Componer, limitar


A picture cannot entirely express the essential ‘symbolic values’ of a visuality, 

just as a visuality cannot entirely conceive the essential ‘formal values’ of a picture

Whitney Davis


                      ¿Cómo visualizar el orden figurativo y la disposición de conjunto de las secuencias descritas sobre el Escudo? ¿Cómo imaginar lo que se presenta como sucesivo en un plano simultáneo o sincrónico? ¿ Acaso la écfrasis sugiere algún modo modo de repartición, de distribución en el espacio de los múltiples ornatos, de los daídala pollà ? ¿En qué medida el ver hacer del poeta visualiza una articulación interna definida y estable de cuanto se representa? Porque obviamente el demiurgo observado compone al tiempo que ejecuta. El poeta procede de forma indirecta: no describe el cósmos sino su reflejo sobre un artefacto divino (Giulianni 2003), una imagen que se va desvelando y conformando en el discurrir de la descripción.

Los pasajes dotan a las escenas de cierta fluidez, pero sin límites explícitos entre sí, dentro de un campo de visión que se diría ininterrumpido y sin duda escasamente definido (Lynn-George 1988), al menos hasta el final de la écfrasis. Se trata de una ordenación y repartición indeterminada, bien distinta del disciplinado fraccionamiento espacial que muestra la cerámica de la temprana Edad de Hierro griega, de  riguroso orden geométrico y escenas estrictamente acotadas, o la definida composición en registros figurativos del estilo orientalizante, que estructura el espacio en límites precisos. Muchas recreaciones modernas del Escudo, comenzando por la pionera de Jean Bouvin (1715), optaron por una división radial y compartimentada de los episodios, a modo de  reparto en cuadros delimitados donde las secuencias internas se fijan en registros definidos, lo que el texto homérico en ningún pasaje sugiere. 

En congruencia con la percepción de la imago mundi en la cultura arcaica griega, plausible y muy aceptada resulta la composición circular, concéntrica o anular (Schadewaldt 1959), defendida con excelente argumentación por Stanley en los años noventa del pasado siglo (Stanley 1993). Incluso, como tantas veces se ha señalado,  en la descripción la circularidad constituye un modo de composición recurrente. De hecho, el borde icónico se describe inmediatamente después de la elaborada "danza dedálica" con la que concluye la visualización del espacio humanizado. Pero un contorno circular del Escudo no puede darse totalmente por seguro. Este último presupone un soporte de perímetro de forma específicamente definida, cuando en la écfrasis nada confirma de modo explícito que la presencia clave del río Océano, dispuesto a lo largo del borde del escudo, al que rodea y aísla como rotundo límite de la tierra (Romm 1992), adoptara tal formato.

A lo largo del borde extremo del escudo

Puso la gran fuerza del río Océano

(Il.18.607-608)

 

                          Encerrándolo todo dentro de sí, en la écfrasis el primigenio Océano, origen de todos los mares y cauces fluviales, representa el único elemento del que se indica la ubicación específica sobre el artefacto: en el reborde extremo. Su poderosa corriente, cuyo color el bardo no precisa (una audiencia familiarizada con a las coloraciones marítimas de Homero no lo imaginaría necesariamente como azulado), cierra la composición junto con la propia écfrasis de la pieza y con ello delimita el campo de representación. Se trata del péras, del extremo del escudo, que crea un rotundo límite, los kantianos Grenzen (Cacciatore 2009). Un contorno que detiene el efecto expansivo y que propiamente no es frontera ni barrera (Schranken): más allá del mar Océano (aquí designado en masculino, potamós), que demarca toda la escenificación, no existe nada. 

                      El cierre de la descripción conecta con el grandioso enunciado del inicio, donde Océano es thálassa, y hace recordar la primacía del mar en la geografía griega, que fue ante todo y desde sus orígenes thalassographia (Janni 2016). Pero si bien se trata de la única demarcación explícita, constituye un cerco macrocósmico de contorno curvo, cuya forma indefinida no determina la tipología específica del escudo: el término ντυξ, que aparece varias veces en la Ilíada, indica el borde curvado de un objeto, no remite de manera exclusiva a una forma estrictamente circular.

Calificado de alto y robusto por Homero, el escudo laminado, de gran tamaño y guarnecido de bronce, comparable al de Áyax Telamonio (7.220-223), en su forma representa una incógnita que se ha prestado a múltiples conjeturas, primero en el terreno de la erudición ilustrada, más tarde en el ámbito de la Arqueología Homérica: ¿circular como el de Agamenón, Menelao o Héctor? ¿Rectangular y de pronunciada  convexidad, a modo de "escudo como torre", de tradición prehelénica? ¿De borde continuo o bien con escotaduras curvas o angulares más o menos pronunciadas, ya presente en la cerámica micénica y geométrica?  Esta última configuración con entrantes laterales, característica del tipo denominado beocio (como suele representar la cerámica griega el escudo ovalado de Áyax) permitiría incluso una nítida bipartición de macrocosmos y el microcosmos sobre la superficie del sákos.


Exequias, ánfora de figuras negras, h. 530 a. C, Gliptoteca de Munich.

 Escena de la cara A, inspirada en la Etiópida, poema de la saga troyana que prolongaba los acontecimientos narrados en la Ilíada. Muestra a Áyax Telamonio, reproducido con escudo elipsoidal de escotaduras laterales, portando el cadáver de Aquiles, a su vez armado. El pintor ejecutó varias versiones del mismo tema, el rescate del cuerpo del héroe, comenzando por la que figura en la cara B de la misma pieza. Exequias creó un esquema icónico original en composición y movimiento que habría de dejar intensa huella en la pintura vascular de figuras negras hasta finales del siglo VI a.C.

Cuerpo y armamento representan los dos aspectos complementarios de la identidad heroica y en se conjunción construyen la imagen del guerrero. En el ciclo épico la historia y circulación de las armas se halla bien presente (Lissarrage  2008, 2010) y en buena medida marca y anticipa el destino de los héroes. En torno a la doble panoplia, presidida por los dispares escudos, la figuración de Exequias explicita el cumplimiento del sino de Aquiles al tiempo que  prefigura el  trágico y antiheroico final de Áyax, también enlazado a la posesión de las armas prodigiosas. 

           En la Ilíada el sákos de Áyax el Grande no se describe como circular  y su forma era fácilmente reconocible como arma propia, reiteradamente comparada en su fortaleza con una torre (7.219,11.485, 17.128) .

Se trata de un escudo singular entre la mayoría de los homéricos, de sentido identitario como el de Aquiles. En la imagen Exequias, que inusualmente se desplaza hacia la izquierda, queda bien explícita la voluntad de poner en valor el arma de Áyax (Wünsche 2006), reproducida frontalmente y en toda su superficie alargada (en el campo de la cerámica no es habitual que adopte la forma de círculo), decorada con la cabeza gráfica de una pantera entre dos leones sobrepintados en blanco. En cambio el artista escatima la visión completa del escudo del héroe muerto, visto en posición oblicua sobre sus encorvadas espaldas, si bien  permite apreciar la convexidad así como también  la presencia de un entrante curvo que modifica la plena forma circular. En el centro de la pieza ladeada, se muestra parcialmente un intimidatorio y monumental gorgoneion serpentino entre círculos de pequeño tamaño. La reproducción de las armas es objeto de una atención dibujística y cromática tan rica como la que se presta a los cuerpos (Lissarrage 2008).

En la versión menos perfeccionista que aparece en la cara B del ánfora, se mantiene la forma de los dos escudos, pero los emblemas o episemas tan variables en la pintura vascular, muestran pronunciados cambios. 

                     Carente de connotaciones tipológicas, en la Ilíada el término sákos no remite a una forma específica de escudo, sino a las propiedades reales y simbólicas del arma. Frente a áspis, connota de forma intensa ἀριστεία y se asocia a la victoria y a la invencibilidad: en el campo de batalla a los pies deTroya un guerrero nunca es abatido cuando su escudo se denomina sákos. Así aparece designado en varios pasajes de la Iliada el gran escudo del intrépido e imbatible Áyax Telamonio, que el propio Aquiles considera excepcional (18.192-193), el único digno de ser portado por el propio Pélida, desarmado tras la muerte de Patroclo. En cambio áspis denota mayor vulnerabilidad, un menor grado de protección. En los preliminares de la descripción, y a propósito del inexorable destino de Aquiles,"de corta vida", Tetis menciona el arma defensiva como áspis (18.457-458). En cambio en el proceso de fabricación, el artefacto se designa cuatro veces como sákos, escudo de excelencia (Bershadsky 2010). 

                    Pero desde una visualización de conjunto, bajo una perspectiva de la historia y la teoría del arte, en sí misma la tipología del escudo, conscientemente elusiva en una descripción que no la explicita en pasaje alguno (a diferencia de muchos otros escudos de la Ilíada, en su mayoría circulares), no posee tanta relevancia como otros aspectos - no solo formales- de la visualización. Así, el mencionado efecto de expansión estética desde el centro hacia la periferia, el prodigioso cierre icónico, la proyección de diversas visualidades y modos de ver que comportan una conducción de la mirada, la sutil comparación entre arte y texto, el animado despliegue de imágenes vitales y de sensaciones pictóricas y lumínicas que el poeta, verdadero protagonista del Escudo, transmite a través del poder sugestivo y selectivo de la palabra. 

   Procurando un calculado efecto de suspenso, la audiencia homérica incluso debe aguardar hasta la clave final de la pormenorizada descripción espacialmente indefinida para conocer y con ello recrear los propios límites del prodigioso ornato, abarcado por un perímetro figurativo y  conclusivo. Todo un magistral paradigma de producción de imágenes mentales- imágenes in absentia, mas verbalmente accesibles - en el proceso interactivo de expectación que comporta la audición o la lectura (Esrock 2005). Haciendo lo invisible imaginariamente asequible mediante sofisticadas estrategias textuales (Tripp 2010), la écfrasis homérica conserva su valor paradigmático en las reflexiones contemporáneas de la joven historia cultural de la descripción y de la visualidad literaria ( Bodola y Isekenmeier 2017),un ámbito de conocimiento en buena medida cimentado en el criterio de la intermedialidad (Robert 2014, Rippl 2014)) y que hoy se extiende a nuevos media, de la cinematografía al cómic o a la denominada écfrasis digital que redefine y revierte los procesos tradicionales de  descripción.

Dada la indefinición perimetral de un contorno de otra parte  rotundamente limitado, tampoco el marco espacial parece condicionar o pautar en términos absolutos el orden figurativo virtual de la composición de conjunto que, como se ha indicado, irradiaría desde el centro, a su vez posiblemente enmarcado - el marco aísla y valoriza su contenido- hacia la periferia. La repartición, la disposición en el espacio ficticio de los distintos episodios interiores queda abierta en el texto. De hecho, si bien tantas veces recreada en círculos concéntricos, la composición  también pudiera imaginarse en campo abierto, con figuras y escenas dispuestas de forma libre y escalonada, relativamente independientes de los condicionamientos del marco (como habría de acontecer en fenómenos artísticos tan diversos como la "composición polignótica", los paisajes nilóticos helenísticos o el despliegue alegórico sobre el thorax del Augusto de Prima Porta), fuera o no el contorno del Escudo estrictamente circular. La Bilderzählung homérica en modo alguno acota las distintas secuencias dentro de sucesivos registros espaciales, ni rectos ni curvos, como si la mirada ficticia del contemplador pudiera circular libremente, sin límites internos, hasta finalmente  alcanzar el extremo conclusivo de la pieza.



Mosaico nilótico de pavimento (Palestrina, Præneste), probable obra de un artista alejandrino. ¿Fines del siglo II a.C.? Museo Arqueológico Nacional de Palestrina, Palacio Colonna Barberini.









Augusto de Prima Porta. Comienzos del s. I d.C. Decoración del thorax. 
Economía figurativa,escalonamiento y disposición despejada de los relieves en un espacio no saturado. Museos Vaticanos, Roma.

 



 
De otra parte, dada la multiplicidad de imágenes extendidas sobre una superficie de tamaño limitado (por grande que fuera el escudo), en buena lógica nada sugiere ni propicia un "estilo monumental". No existe otra opción visual que el ornato denso y menudo, una suerte de "plateresco". Una voluntad artística de conformación total, en correspondencia con el trabajo de Hefesto, quien decoraba con destreza toda y cada parte de la superficie del Escudo (18. 479, 482), análoga a la que refleja la célebre versión miniaturízada del artefacto parcialmente conservada en la Tabula Iliaca 4N (Museos Capitolinos, Roma). Al final de la entrada se incluye un enlace del vídeo "Visualizing Epic on the Tabulae Iliacae with Michel Squire". Un autor particularmente interesado en la historia cultural de la descripción a quien se deben varios trabajos esclarecedores  sobre las Tabulae Illiacae y en especial sobre este iconotexto con cierta apariencia de camafeo en mármol y probablemente de época augustea.


Tabula Iliaca 4N. Mármol rosáceo. Fines del s. I a. C- comienzos del I  d. C. Museos Capitolinos, Sala delle Colombe, Roma. Foto M. Squire (2013).




Acotación de un molde en yeso de la pieza (Archäologisches Institut und
Sammlung der Gipsabgüsse, Göttingen). Foto de Stefan Eckardt.
¿El poema  inscrito verbaliza el objeto o el objeto visualiza el poema? (Squire 2011). En su conjunción vienen a crear un "tercer texto" (Douglas 2013), es decir, un texto más allá del texto que se apropia de la interacción creada entre imagen y escritura.


  Aparte de la frecuente presencia en murales del III y IV Estilos Pompeyanos (dentro de escenas pictóricas ambientadas en el taller de Hefesto, nunca como imagen aislada), el mundo romano también imaginó y materializó el Escudo de Aquiles como pieza autónoma en material pétreo. La Tabula Iliaca 4N (Museos Capitolinos, Roma) concebida a modo de árula, conserva una representación parcial, miniaturística y abigarrada del artefacto, que adopta una estructura circular de 17,8 cms. de diámetro. Heredero de la erudición homérica del Helenismo, el objeto comporta tradición culta y apropiación ideológica (Petrain 2014).
     La pieza fragmentaria concierne al espacio humanizado del Escudo. Si en la écfrasis homérica el ásty se presenta con escasos rasgos estructurales y más bien se visibiliza a través de la actividad pacífica o conflictiva de la comunidad que habita el núcleo urbano (Belli Pasqua 2016), con pronunciado contraste la tabula 4N reelabora el paisaje en términos mas topográficos, con estructuras arquitectónicas bien definidas y relativamente detalladas
         En la reproducción superpuesta de la ciudad, percibida con un punto de vista alto y perspectiva multifocal, se opta por un orden bipartito en densos registros que acumulan una constelación de escenas agregacionales sin solución de continuidad. El artífice optó por la σύνοψις, la "vista de conjunto" que incluye en una sola imagen varios episodios sucesivos en relación de simultaneidad. La densa proliferación de motivos crea sensación de recargamiento formal, de horror vacui, es decir, una tendencia a eliminar todo espacio más allá del ornato labrado.   
 La versión romana procura recoger la sorprendente carga icónica de la descriptio que, durante el debate ilustrado, Anna Dacier habría de juzgar irrepresentable debido precisamente a la profusión de imágenes. La disposición escalonada de los motivos queda bien patente en ambos frisos que, separados por la moldura horizontal con la debatida inscripción de autoría en un hexámetro griego (Squire 2012), no obedecen a una estructura concéntrica.
El extremo de la pieza presenta variaciones que seguramente obedecen a la hermeneútica helenística sobre el Escudo: un esquemático anillo zodiacal rodea las escenas, no aparece el río Océano (tal vez sugerido por el señalado anillo) y en la moldura convexa de la base, entre microcolumnas textuales, en dos metopas simétricas se muestra a Helios y Selene conduciendo sus carros que se mueven en dirección contraria. Como si el macrocosmos se alegorizara y desplazara desde el centro a la periferia. 



Detalle de la restitución figurativa y de la estructura del artefacto, donde microtexto e imagen  miniaturizada muestran relaciones de equivalencia y complementariedad. En la zona inferior de la superficie poblada de seres vivos, más allá del ágora, se reproduce la escena pastoril, con las reses en movimiento y siguiendo la pauta del marco. En una correspondencia de gusto artístico y dentro de un soporte  también  pétreo, el género bucólico gozó de gran aceptación iconográfica en la glíptica romana de la época. Foto F. Marín.

     Finalmente, y con todas las reservas, aun dentro de una extensión relativamente reducida y un predominio de la decoración menuda, en la descripción del Escudo de Aquiles no puede descartarse un cierto contraste de escala entre macrocosmo y microcosmo. ¿Cómo imaginar de parejo formato la eterna inmensidad del universo y el contingente y pequeño mundo de los mortales?  En realidad, el enigma de la relación binaria entre lo grande y lo pequeño permanece indescifrable.