lunes, 18 de noviembre de 2019

Usos, tematización y banalización de los teatros clásicos


A diferencia de los documentos que emanan de las Convenciones de la UNESCO, una carta patrimonial de carácter internacional no constituye una declaración vinculante ni de obligado cumplimiento. Redactadas por expertos en ámbitos multidisciplinares (cada vez más transdisciplinares), en ellas se marcan pautas metodológicas y se establecen protocolos y procedimientos de actuación recomendables. En términos generales de aconsejable seguimiento, pero a veces parcialmente discutibles en su orientación y contenido.

En lo concerniente a la utilización contemporánea de los monumentos escénicos del mundo clásico, cabe destacar algunos documentos particularmente relevantes, que en la presente entrada servirán de marco de referencia en la exposición de algunas reflexiones sobre los nuevos usos de los teatros antiguos, en particular de los griegos y helenísticos. 

En primer lugar, se ubica la Carta sobre el Uso de los Lugares clásicos de Espectáculo, conocida como Carta de Verona (1997), fruto del trabajo de los expertos de la Red Europea de Lugares Antiguos de Espectáculo, desarrollada a partir de 1993 por iniciativa del Consejo Europeo. Fue precedida por la Declaración de Segesta (1995) y prolongada en la Carta Internacional de Siracusa para la Conservación, Fruición y Gestión de la Arquitectura Teatral Antigua (2004). 
En todos estos manifiestos, el uso contemporáneo de los teatros greco romanos (visita cultural, usos de representación), posee un destacado lugar, sea bajo la óptica de la protección, del disfrute o de la gestión orientada al desarrollo local. Pese a que todos ellos ponen en primer plano la tutela de los monumentos, los contenidos de estos documentos revelan el difícil equilibrio, la permanente tensión entre la conservación y  las expectativas de los distintos agentes implicados en el turismo patrimonial.
  
La tematización del espacio escénico 
  
                  En la carta de Verona algunos apartados no resultan particularmente convincentes con relación a las nuevas formas de empleo de estos lugares antiguos. Ya la afirmación preliminar de que "la utilización  de los mismos -actualizando su función- es el modo de de devolverles todo su sentido" resulta bien cuestionable. ¿Acaso la ruina no posee en sí misma un sentido pleno en su poder evocador y comunicativo? ¿Acaso no acredita la autenticidad de la experiencia que supone el recorrido de un teatro clásico? En los restos conservados de tales monumentos radica precisamente su valor de civilización y su potencial de fruición. Los nuevos usos escénicos - como la puesta en escena de espectáculos en vivo o la organización de escenografías técnicas sobre la historia del sitio contando con el apoyo de nuevas tecnologías en iluminación, imagen y sonido que recomienda la Carta - en nada acrecientan la densidad cultural, tan rica en significados de estos sitios patrimoniales que incluso tienden a trivializar.

Más adelante, como medio de valorización de estos lugares, en el documento se aconseja "restaurar los escenarios recuperando su nivel original y su configuración antigua". Desde el punto de vista de la Nueva Restauración resulta una propuesta bien anacrónica que parece eludir el principio de la mínima intervención y el respeto a la autenticidad de lo conservado, postulados que siempre deben prevalecer en cualquier actuación patrimonial. Máxime en los monumentos de la Antigüedad Clásica que, como el conjunto del patrimonio arqueológico, dada su fragilidad, ya desde los tiempos de Camilo Boito, se considera merecedor de una protección implementada. 
Sean totales o sectoriales, las intervenciones en los lugares escénicos no deberían en ningún caso supeditarse a las expectativas y motivaciones de muchos usuarios, que preferirían contemplar ficticias reconstrucciones en lugar de mutilados originales. No todo puede ni debe ser objeto de negociación, máxime la pertinencia de lo auténtico frente a lo falso, del original frente al sucedáneo, de lo efímero frente a lo que permanece. Para aproximarse a las reconstrucciones existen las maquetas, las proyecciones en 3D y tantos otros recursos. Orientar la percepción y el disfrute de los visitantes hacia el valor histórico de la ruina y hacia los valores sustanciales de lo conservado, en realidad los garantes de  autenticidad de la experiencia cultural, representa un gran reto de la comunicación, de la didáctica y de la interpretación del patrimonio frente al turismo cultural globalizado.                   
 Con anterioridad a la Carta de Verona, en la Declaración de Segesta ya se recomendaba  promover la valorización de tales sitios escénicos a través de su utilización como lugares de creación artística contemporánea. Por fortuna, la más reciente Carta de Siracusa se muestra más prudente en este aspecto, poniendo el acento en la gestión de conservación programada e integrada, en la especificidad de cada monumento y en lo que se denomina fruición sostenible, afirmando una cuestión clave: que en los edificios teatrales, diríase que como valor intangible orginario,  permanece el uso para el que fueron destinados. Importante también en el documento de Siracusa la exigencia de un mínimo impacto perceptivo en caso de  empleo escénico de la construcción.
Da la sensación de que en el concepto de uso público en muchos documentos patrimoniales queda implícito un sentido de rendimiento económico y rentabilidad que banaliza el valor patrimonial de los monumentos escénicos greco romanos (y no sólo de los escénicos), supeditados a unas pautas de uso/consumo hoy generalizadas y en las que que la heritage industry impone sus leyes. Como si el valor del patrimonio se identificara de forma prioritaria con su utilidad mercantil, que frecuentemente utiliza la consabida coartada de la innegable contribución del patrimonio al desarrollo local y territorial.  

Por múltiples razones, poco sentido tiene destinar los espacios escénicos a "lugares de producción artística" o a "lugares de creación contemporánea" de carácter lúdico y recreativo. Máxime si ello supone someter los monumentos a intervenciones de restauración estilística, a la creación de simulacros con el fin de atraer un mayor número de visitantes. En última instancia, la conservación de los monumentos, en tanto que legado y bien patrimonial, siempre debe ser prioritaria con respecto a su grado de disfrute.

La reescenificación ficticia

El extraordinario valor de los teatros clásicos y helenísticos radica en su contenido de memoria, en tanto que soportes materiales de un pasado imposible de recrear con fidelidad en su dimensión performativa. En origen fueron ámbitos de dimensión cívica, religiosa y política, que por demás aún hoy en día mantienen muchas zonas de incertidumbre y de penumbra, tanto desde la óptica de la filología - comenzando por lo que se ha denominado laberinto lexicográfico teatral-  como desde la Arquitectura Arqueológica o la Historia del Arte. El uso e incluso el propio concepto de skenographia, - decorado escénico - sigue y seguirá siendo objeto de permanente debate. ¿Fondo ilusionista de carácter estable?, ¿decorado mueble, supeditado a la naturaleza de la obra representada?

Para qué engañarnos. No sabemos ni montar un coro ni integrar la música y la danza en la puesta en escena del texto (N. LORAUX 1999). La dramaturgia griega viene a ser como un genero aparte, una auténtica institución de la polis que no se confunde con ninguna de las formas adoptadas por el teatro moderno (J. DE ROMILLY, 1970). Si bien vagamente universal (presupongo que por lo que tiene de experiencia sicológica en un sentido muy aristotélico), resulta a un tiempo profundamente inactual, en tanto que estrictamente contextualizada y codificada. Como recuerda J. Ch. MORETTI (2001, 2011), "la polisemia intrínseca a todo mensaje permite atribuir a la literatura dramática sentidos que no estaban en la mente de sus autores". 
              ¿Qué aporta la iluminación artificial y los efectos luminotécnicos a un espectáculo que se celebraba a la luz del día? (HALL 2010) ¿Acaso la representación actual de una pieza clásica en un teatro antiguo no entraña una continua tensión entre pasado y presente, entre texto, puesta en escena, espacio y público? 
Dados estos y otros condicionamientos, los recintos escénicos antiguos no parecen precisamente los lugares más adecuados para recreaciones y experimentaciones performativas. No somos destinatarios de aquellos contenidos míticos, políticos y religiosos: la red de convenciones, los códigos ritualizados del teatro griego nada tienen que ver con el espectador contemporáneo; se inscriben en el ámbito de la actividad pública de la Atenas clásica y sus certámenes cívicos, celebrados conforme a un calendario sagrado. Lo mismo acontece con la propia estructura y división del θέατρον desde un punto de vista propiamente arquitectónico, una modalidad de ecclesía de ciudadanos y no ciudadanos con sus específicos rangos y separaciones espaciales.
                     Por todo ello, e independientemente de las valiosas aportaciones de  conjunto, sería conveniente que los documentos patrimoniales pusieran siempre el mayor énfasis en la conservación y mantenimiento de los sitios (ciertamente, suelen hacerlo) y, dentro del cuadro del uso, en la visita cultural. No parece muy acertado el recomendar la promoción de unas prácticas escénicas que incluso pudieran conducir a la escena polivalente o al taller escénico, actividades artísticas que convierten los monumentos en teatros metamórficos y que  más bien corresponden a otros espacios performativos, desde los teatros tradicionales hasta los nuevos centros culturales. Incluso el levantamiento de un edificio cercano al recinto patrimonial destinado a esta función y claramente reconocible como contemporáneo sería preferible. Esta solución ya se ha materializado desde hace tiempo en algunos teatros al aire libre  de nueva construcción, como el Sainopouleio de Magoúla, localidad muy próxima a Esparta - cuyo teatro antiguo se halla en fase de excavación -, o el de Élide, contiguo al recinto arqueológico. Se erigieron con vistas a  un uso lúdico polivalente y en ellos puede experimentarse con plenitud las nuevas formas de participación experiencial y existencial que demanda un sector considerable del turismo activo postmoderno. El problema reside en que una vez rehabilitados los recintos antiguos, tienden a ser destinados a funciones escénicas. Con ello, se  abandonan o  infrautilizan los nuevos, desplazando sus actividades lúdicas al museo al aire libre que representa todo teatro antiguo.





                                                                         
Teatro contemporáneo en la antigua Élide

De otra parte, desde el punto de vista de la conservación, hay teatros y teatros y aquellos que han dejado escasos restos no deberían restaurarse con fines de adaptarlos a "los nuevos usos", que de otra parte no representan precisamente utilizaciones tan innovadoras: la renombrada temporada de Teatro Clásico de Siracusa celebraba en 2014 su centenario. El problema - con él, cierto grado de escepticismo -,  surge cuando se pretende hacer del uso escénico una práctica extensiva y adecuar la conservación de los teatros antiguos a unas exigencias que a menudo dan lugar a actuaciones tales como el revestimiento permanente de las gradas del koilon, convirtiendo el monumento en un continente teatral moderno. Por no hablar de las intervenciones orientadas a la reconstrucción del edificio escénico. La skenè, el ámbito más propiamente arquitectónico de toda la composición, por diversas razones suele ser el sector del teatro que peor se ha conservado. Con el paso del tiempo adquirió en el recinto teatral particular relevancia en el plano de la ilusión dramática (BRIOSO SÁNCHEZ 2005) e incluso una extraordinaria prestancia monumental, en época avanzada ya no solo con fines escénicos. Pero con frecuencia la skenè  en su conjunto apenas ha dejado huella y las reconstrucciones arbitrarias o conjeturales de lo ausente irremediablemente conducen al falso histórico.
                      
                                            Finalmente cabría señalar que, frente a la potencial audiencia in situ de un espectáculo teatral, inspirado o no en la dramaturgia griega, o de una performance de luz y sonido, los visitantes, tanto individuales como grupales, deberían representar los usuarios preferentes de estos sitios patrimoniales   independientemente de su diverso grado de motivación cultural. Como tales, también se les debiera reconocer el pleno derecho a contemplar los monumentos despejados de asientos provisionales, de cableados, altavoces, torres de iluminación, tramoyas y demás elementos escenográficos que desvirtúan la percepción del sitio. De poco vale la valoración de entornos y vínculos con el paisaje si luego, y aunque ocurra con carácter temporal y reversible, se altera y trivializa el epicentro del lugar arqueológico.

Teatro de Siracusa antes de su adecuación a espacio de uso escénico

viernes, 8 de noviembre de 2019

Dodonaios. Dodona y la Grecia suritálica en el MArRC

Toda mostra donde se exponen elementos culturales de relieve sobre una determinada civilización, representa una excelente oportunidad para actualizar y repensar el pasado, tanto por parte de los especialistas como, lo que seguramente sea más relevante, por parte del público interesado que, en tanto que destinatario y usuario, representa el gran copartícipe y da sentido a cualquier proyecto de estas características.

La exposición que la pasada primavera ha tenido lugar en el Museo Arqueológico Nacional de Reggio Calabria (MArRC), en el antiguo territorio de la Magna Grecia, merece como mínimo una breve anotación en tanto que destacado acontecimiento de actualidad que atañe al patrimonio cultural clásico y helenístico.

La muestra temporal del (MArRC) llevaba por título Dodonaios. L'oraculo di Zeus e la Magna Grecia. El enunciado condensa a la perfección el objetivo del proyecto, centrado en el célebre santuario oracular de  Zeus en Dodona - ubicado en el Epiro interior, a los pies de las cumbres del monte Tómaros -, y en sus relaciones con las ciudades de la Grecia itálica (Magna Grecia y Sicilia), dos mundos en continua interrelación y, dada la extensión territorial que llegó a alcanzar el gran Epiro helenístico, separados por dos mares, el Jónico y el Adriático. La exposición, de carácter internacional, no hubiera sido posible sin la estrecha colaboración científica e institucional entre el MArRC, el Museo Arqueológico de Ioannina (Epiro) y el Departamento de Ciencias del Patrimonio Cultural de la Universidad de Salerno.



 La dimensión mántica del santuario de Dodona ocupó en la muestra el amplio espacio cultural que le corresponde, bien recogido en el catálogo. En este ámbito oracular,  destacan por su cantidad y relevancia  las laminillas de los consultantes. halladas en el santuario de Zeus Dodoneo, donde las preguntas de los fieles se realizaban de forma escrita, lo que representa una excepcionalidad en el mundo griego. Hasta el momento, en las excavaciones del sector oracular del santuario han aparecido unas 1700 laminillas ejecutadas en plomo (algunas en bronce) que llevan inscritas preguntas de los consultantes (muchos de ellos de procedencia suritálica), relativas a la vida privada y al ámbito cotidiano, con una notable concentración cronológica en los siglos IV y III a .C., tiempo de apogeo del santuario (L. Vecchio). Forman parte del complejo sistema semiológico del oráculo de Dodona, al tiempo verbal y no verbal (P. Pocceti), y sin duda los ejemplares expuestos gozaron de particular protagonismo en la muestra.

Laminilla oracular de Dodona



Recinto de Zeus Dodoneo. Dodona

Tras la presentación e introducción (Malacrino, Soueref y Vecchio) el catálogo se inicia desde una óptica patrimonial, con una colaboración sobre  el  descubrimiento y la puesta en valor de Dodona (K. I. Soueref). Desde el punto de vista historico artístico, especial relevancia poseen las primeras secciones, dedicadas a las fuentes literarias (L. Vecchio) y en particular a la topografía monumental del santuario federal en su conjunto  (K. I Soueref), y del sitio sagrado (C. Malacrino). Dada su extraordinaria prominencia monumental, se echa un poco en falta un apartado que tratara el teatro de Dodona de forma específica y en sus vínculos con otros teatros helenísticos del Epiro y del Sur de Italia.

Teatro de Dodona. Muros y torres de refuerzo del koilon

 Pero también se incluyen muchos otras colaboraciones que atañen a la Historia del Arte, y no precisamente de forma tangencial. Como la dedicada a la función de los hiera dendra , árboles y bosques en los santuarios oraculares del mundo griego, en general tan habituales en el paisaje sagrado de la Grecia clásica y Helenística (D. Costanzo) , a las prácticas adivinatorias en la Italia Meridional y Sicilia (M. Cipriani) o la arquitectura templaria del Epiro (L. Mancini). A ello cabe añadir el estudio de perfil urbanístico sobre el reino y sus ciudades (F. Longo), a caballo entre los actuales estados de Grecia y Albania. En paralelo, la síntesesis sobre las ciudades itálicas (E. Greco). El cuadro histórico y arqueológico del Epiro tiene también su espacio (K. I. Soueref), así como la síntesis sobre los templos de los santuarios epirotas (L.Mancini) También la documentación arqueológica, aportación lógicamente sumaria, pero de relevante valor histórico artístico en algunas matizaciones de la red relacional (A. Pontrandolfo). Finalmente, un muy acertado estudio independiente  de las acuñaciones de Pirro en la Magna Grecia y Sicilia (D. Castrizio), piezas a menudo de gran calidad y documentos numismáticos  de extraordinario valor histórico e iconográfico, en las que figuran reiteradas alusiones figurativas al santuario de Dodona, con una destacada presencia de Zeus junto con otras divinidades dodoneas asociadas al dios oracular. Pero también del roble, el águila, el rayo o el trípode. 


     Estatero áureo. Tarento

      Completa la publicación la labor catalográfica, más o menos detallada, de las obras presentes en la muestra, en buena parte procedentes de las excavaciones de Dodona y custodiadas en del Museo Arqueológico de Ioannina, junto con piezas del sur de Italia, convergentes o alusivas, de los fondos del MArRC, ejecutadas en piedra, metal o arcilla. También cabe mencionar los calcos en yeso que facilitó la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (Madrid) de los retratos hermaicos de Alejandro el Moloso y Pirro, grandes  soberanos del reino del Epiro, provenientes de la Villa de los Papiros en Herculano. 

Cada colaboración incluye bibliografía específica y abreviada, cerrándose el catálogo con una exhaustiva relación de títulos.

                   Una exposición temporal siempre supone un acontecimiento efímero, mas los correspondientes catálogos permanecen. Estos últimos, sobre todo cuando en su contenido logran el difícil equilibrio entre labor científica y divulgación culta,  representan herramientas de conocimiento duraderas y accesibles a cuantos muestran interés hacia la temática que dio sentido a la agrupación de lo expuesto, a su vez estudiado e inventariado en una publicación monográfica que deja memoria permanente de la muestra.

Las estrategias comunicativas, tanto de la exposición como del catálogo Dodonaioshan sido bien acertadas. Porque el rigor de la escritura fue acompañado de una esmerada y bien estructurada presentación de los contenidos temáticos. Por demás, mostrados en el nuevo marco arquitectónico del destacado museo calabrés, hoy convertido en museo del siglo XXI de austera y espaciosa modernidad.



https://www.facebook.com/Zerottonove/videos/417898722352595/ (vídeo de presentación de la Exposición)


Con fines de difusión de la muestra, se creó una página web específica, un tanto escueta, de carácter cartográfico e interpetativo.

https://www.oracledodona.it


MArRC

martes, 5 de noviembre de 2019

Hipodamo de Mileto. Teoria del estado y teoría del urbanismo. Ideario y realizaciones





         Entre los grandes creadores e innovadores de la Antigüedad clásica, pocos han suscitado tanto debate y tantas interpretaciones - a menudo  confrontadas-, como el urbanista Hipodamo de Mileto. Pudiera decirse que incluso se han creado lugares comunes en torno al que fue a un tiempo teórico de la formas de gobierno y teórico de la planificación funcional de la ciudad griega entendida en términos estrictamente espaciales. 
Lugares a menudo comúnmente aceptados pese a poseer escasa consistencia. Sobre la figura de Hipodamo gravita todo un mundo de opiniones y juicios que obedecen más  bien al terreno de la δόξα (en su doble acepción de opinión y en particular de conjetura). En este sentido, la percepción contemporánea del urbanista sería comparable a la que se posee sobre el escultor Policleto de Argos, cuya teoría y realizaciones continúan siendo objeto de permanente especulación conjetural. Especulaciones sin duda a menudo sugestivas, pero que suelen generar versiones textuales imprecisas, escasamente fundamentadas en la objetividad de conocimiento - en rigor, bien limitada- que se posee sobre el gran broncista clásico.

Más allá de la información textual, poco puede afirmarse con entera certeza sobre la aportación de Hipodamo a la historia del urbanismo. Y existen textualidades y textualidades. No todas las fuentes poseen el mismo grado de credibilidad histórica y algunas en realidad no remiten directamente a Hipodamo, sino a su proyección en el diseño urbano en época tardo clásica  y durante el período helenístico. Otras, bien tardías, como la Antología de Stobaios, parecen reinventar el pensamiento del milesio, ubicándolo en corrientes pitagóricas a las que el urbanista parece haberse mostrado ajeno. Expresiones tales como "ágora hipodámica" no aparecen consignadas hasta mucho después de la actividad de Hipodamo.

          El primer problema que se afronta al contemplar la figura del urbanista milesio radica en la propia ubicación histórica. Hoy en día su actividad tiende a situarse en torno a mediados del siglo V a.C; si se prefiere, en el tercer cuarto de la centuria, tiempo de pleno liderazgo ateniense. Con lo que el protagonismo que en parte inducido por su origen se le atribuye en la reconstrucción de Mileto, arrasada por los persas durante la revuelta jonia de 499-494 a.C. y redificada en 476 a.C., resultaría improbable por razones cronológicas. Del mismo modo, y aceptando para Hipodamo una 
acmé en tiempos pericleos, la noticia de Estrabón de que la planificación urbana de Rodas (fundada en 408 a.C.) fue ejecutada "por el mismo arquitecto de El Pireo" (14.2.9), parece improbable por lo tardía. De haber participado en ambas planificaciones (Mileto y Rodas),  tendría que presuponerse en el urbanista una actividad de más de setenta años.

     En torno a la problemática figura de Hipodamo, la fuente fidedigna por excelencia la representa la Política de Aristóteles. En ella el filósofo se muestra incomparablemente más interesado por la teoría política que por la práctica urbanística de Hipodamo. No es de extrañar, pues buena parte del tratado aristotélico se centra en el análisis de las múltiples teorías y formas de gobierno, en las modalidades de constitución política que existieron en el mundo griego. La mayoría de las consideraciones aristotélicas sobre Hipodamo se refieren a su dimensión en tanto que planificador teórico del Estado, no a su cualidad de Städteplaner.
En el Libro II, a propósito del régimen político propugnado por Hipodamo, quien según Aristóteles "fue el primero que, sin ser político, intentó hablar del régimen mejor", el Estagirita inicia la exposición del orden ciudadano propugnado por el milesio señalando cómo Hipodamo, hijo de Eurifonte de Mileto, había sido el inventor de la división, de las ciudades y el responsable del trazado de El Pireo. En esta sección introductoria y preliminar, Aristóteles, que muestra escasa simpatía hacia el personaje,  recoge de forma inusual algunos rasgos referentes a la apariencia y caracterización de Hipodamo, y lo sitúa en la esfera de un determinado pensamiento filosófico, en la tradición jonia de la ciencia de la naturaleza, señalando “su pretensión de ser entendido en la naturaleza entera”.
                             En estos pasajes preliminares  aparecen dos cuestiones claves concernientes respectivamente a la teoría y a la práctica del urbanismo.  En primer lugar, la imagen de Hipodamo como inventor, como πρῶτος εὑρετής en el ámbito de una téchne específica, la διαίρεσις urbana. Este último término entraña separación o división, lo que hoy se entendería en el ámbito urbanístico como una determinada forma de zonificación de la ciudad. Aristóteles en ningún momento asocia tal división con la ortogonalidad como tal, del mismo modo que tampoco se refiere a Hipodamo como arquitecto o lo vincula con la experiencia arquitectónica, sino con una determinada técnica divisoria concerniente a la planificación sectorial de la pólis, cuya finalidad y procedimiento tampoco deja explícito. 



De no añadir en este pasaje que Hipodamo se encargó del trazado de El Pireo, no podría ni tan siquiera  asegurarse a qué ámbito de división urbana se refiere el autor,  e incluso sobre entenderse que Aristóteles tiene in mente el modelo constitucional que defendía Hipodamo y que entrañaba una partición o distribución  espacial de la pólis – se diría que ante todo de la chóra  - conforme a criterios de carácter político y económico, no propiamente  urbanísticos. Entre la naturaleza de la teoría política del Estado que mantenía Hipodamo, basada en la estricta separación de grupos sociales y privilegios, y la planificación urbanística de El Pireo, enclave urbano de la pólis ateniense, no parece existir gran congruencia. En la versión de Aristóteles, nada indica que el proyecto Hipodamo se concibiera como expresión o realización de su concepción ideal de la pólis. En principio, la relación entre teoría de la ciudad  y práctica urbanística en el milesio no resultaría comparable con la experiencia policlética en el campo de la escultura.

                                                                                    Planta de El Pireo

En la urbanización del núcleo portuario, Hipodamo no partió ni mucho menos de la nada. El Pireo ya había sido creado en tiempos de Temístocles, destinado a la flota y a los arsenales de Atenas, y nada hace pensar en una refundación urbanística de la ciudad portuaria; más bien debió tratarse de una intervención sectorial orientada a la ampliación del creciente  núcleo urbano conforme a un nuevo trazado más funcional y regular. Una regularidad que obviamente, como en toda ciudad griega, se supeditó a los caracteres topográficos y se revela por tanto como selectiva. En El Pireo la actuación de Hipodamo difícilmente podría haber afectado a las colinas de Acté y Muniquia.
Como recordaba Cicerón, antes de Homero hubo muchos otros poetas. Y de hecho, Hipodamo no fue el ocurrente inventor de la planta regular en damero o en parrilla: tal vez en  mayor o menor interacción con el urbanismo de las ciudades y emporios fenicios, en el mundo colonial griego de Occidente, tanto en Sicilia como en la Magna Grecia, hubo un largo período de experimentación y desarrollo en la planificación de la ciudad regular y sectorial, cuyo origen se remonta al menos al s. VII a. C. y que se intensificó en el transcurso del VI, cuando se acrecentaron los replanteamientos y transformaciones urbanísticas orientadas a la racionalización espacial (en esta última centuria, Megara Hyblaea, Akragas, Metaponto y  Poseidonia representan excelentes ejemplos). Con relación a la división sectorial del territorio en tres partes (sagrada, pública y privada)  que señala Aristóteles como uno de los principios del régimen político propugnado por Hipodamo, supone casi un lugar común en estas fundaciones coloniales o de origen colonial.

Planta de Naxos. Sicilia. MERTENS (2010)












Planta de Metaponto. Apulia. CERCHIAI, JANNELLI y LONGGO (2001)


Frente a las ciudades históricas, de crecimiento agregacional y acumulativo, la creación ex nihilo de entidades coloniales propició el trazado regular y de tendencia ortogonal  de los núcleos urbanos, adaptado con flexibilidad: en el trazado longitudinal de las arterias principales a veces prima la oblicuidad sobre la ortogonalidad, como en Mégara Hiblea. En muchos casos, el diseño de las fundaciones coloniales experimentó reformas durante el Arcaísmo Maduro, orientadas a la disposición en damero o parrilla y a una nítida división sectorial que definía la diversidad de funciones. En este aspecto, Hipodamo, hermeneuta de lo preexistente, debió realizar una estricta sistematización de múltiples experiencias previas, concernientes a la adecuación a la norma (entendida como buen orden) y a la funcionalidad del espacio urbano.

Planta de Mégara Hiblea. Sicilia. TREZINY y BROISE (2004)

La planta regular de Hipodamo, se fundamentaba en la ciencia de las paralelas; se caracterizaba por las amplias y espaciadas avenidas arteriales (platéiai) y un gran número de calles más estrechas (stenopoi) de trazado uniforme y ortogonal que se cortan en ángulo recto y dan lugar a insulae o bloques regulares de viviendas modulares de tamaño similar. A menudo, particularmente en la historiografía alemana, se ha considerado este modelo de trazado en damero como paradigma y  expresión urbanística de la polis democrática e igualitaria, casi se diría que concebida sin jerarquización social. Más bien parece que la planificación hipodámica, que Aristóteles en ningún momento relaciona con un orden democrático, tuvo un carácter neutro desde el punto de vista político, acomodándose en su funcionalidad tanto a la ciudad tiránica como a la oligárquica o a la democrática, válida para cualquier  forma de constitución.  
En un pasaje del Libro VII de Política, que no se ocupa directamente de la democracia ni versa sobre las formas de gobierno, el Estagirita vuelve a referirse al trazado hipodámico como una nuevo y moderno ejercicio de planificación que contrasta abiertamente con lo anterior. Aristóteles, que en ningún momento elogia la teoría política de Hipodamo – más bien la cuestiona abiertamente- , muestra objeciones ante el nuevo diseño urbano desde un punto de vista tan primordial como la aspháleia, la seguridad de la ciudad. Si bien reconoce que la disposición (διάθεσις) de las viviendas particulares si están bien trazadas en sus calles y “según el gusto más moderno, al modo de Hipodamo” se considera más agradable y más útil (es decir, más funcional) para las diversas actividades, representa en cambio un punto débil ante la guerra y la invasión. Al respecto señala Aristóteles  que la ciudad antigua (la ciudad hístórica, de hábitat más compacto, intrincado e irregular, en ocasiones incluso sectorialmente amurallado), hacía más difícil la retirada de las tropas invasoras, que no hallaban con facilidad el camino de salida.

 Por ello, y como en tantas otras ocasiones, Aristóteles se muestra proclive al término medio: la ciudad debe participar de ambos sistemas, evitando un trazado regular de todo el conjunto. La regularidad debe restringirse a algunos sectores y lugares urbanos, de modo que la belleza no comprometa la seguridad. En este punto el filósofo no deja de reflexionar desde la plena razón: una vez rebasado el cinturón defensivo, ciudades de un diseño tan uniforme, tan claro y regular como Priene, resultaban inapropiadas frente a la defensa y facilitaban la retirada, la huida forzada del invasor. Tal vez Aristóteles tuviera un referente ejemplar en ciudades como la calcídica Olinto, cuyo nuevo y amplio trazado de tipo hipodámico convivió con el sector antiguo, de composición acumulativa.












Planta de Olinto. Calcídica














     
           
Una cuestión del mayor interés con relación a la praxis urbanística de Hipodamo la representa el más que probable protagonismo en el diseño de la colonia “panelénica” de Turios, en realidad una ambiciosa empresa periclea de largo alcance y, por tanto proyecto ateniense. La ciudad se creó en 444/443 a. C., muy próxima a Sybaris, en el Golfo de Tarento. Con el fin de conferirle prestigio y realce, a la fundación de Turios concurrieron destacados miembros de la intelligentsia ateniense. El trazado estrictamente regular de esta ciudad de nueva planta sin duda parece apuntar también a la presencia de Hipodamo de Mileto y a su protagonismo en el diseño urbano. Se trata de una colonia de proporciones casi cuadradas en la que se ha confirmado la presencia de las siete plateíai que menciona Diodoro de Sicilia; cuatro la recorren de norte a sur, las otras tres de este a oeste y los principios de estricta regularidad se muestran con sofisticada precisión. Se diría que se trata de la materialización por excelencia de los principios urbanísticos de Hipodamo. En particular, los investigadores italianos han puesto de relieve algunas cuestiones muy relevantes sobre Turios con relación a Hipodamo. Considerando la limitada evidencia arqueológica de época clásica tanto en El Pireo como en Rodas, la fundación colonial representa un campo privilegiado para el estudio de la planificación hipodámica. Como señala E. Greco, habiendo sido abandonada ya durante la antigüedad tardía, en Turios no hubo continuidad de poblamiento: "el lugar pudiera constituir la única ciudad planificada por Hipodamo cuya investigación no requiere la (imposible) demolición de construcciones modernas".
Volviendo a la comparación con Policleto, tal vez la fundación colonial haya representado la realización plena e íntegral de la teoría de la ciudad en Hipodamo de Mileto, a modo de ciudad canónica donde el urbanista pudo materializar de forma plena sus reflexiones teóricas, seguramente redactadas en algún escrito que no ha llegado al presente. Este último, incluso pudo formar parte de su trabajo de teoría constitucional, si bien Aristóteles nada dice al respecto.
    
Finalmente cabe añadir que, al margen de su teoría del estado, la aceptación de la formulación urbanística en Hipodamo fue extraordinaria, como lo demuestra de forma palmaria la proyección posterior. Una irradiación que fue obra de discípulos, seguidores e imitadores, creadores de múltiples versiones y derivaciones, desde la ciudad en damero de radical y casi monótona uniformidad a la composición más libre y pintoresca en terrazas o plataformas  De hecho el urbanismo helenístico, tanto en la conformación de ciudades de nueva planta como en las intervenciones sectoriales realizadas en las históricas, sería impensable sin este gran referente.  En términos generales, la  eunomia, el buen orden, el afán de coherencia, regularidad y normalización de la ciudad helenística, hunde sus raíces en la inventiva de Hipodamo de Mileto. Una inventiva que, más allá del descubrimiento o hallazgo individual, debe contemplarse en compleja y dialéctica relación con el criterio evolutivo y los fenómenos de convergencia.









Planta de Turios.
Foto de E. GRECO

  


















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KONSTANTINOPOULOS (1998)
LO SANTO (1999)
STEINHAUER  (2000, 2007)
CAHILL (2002)
RAECK (2005)
GILL (2006)
SHIPLEY (2005)
CURSARU (2006)
ZENZEN (2014)