sábado, 25 de abril de 2020

La ofrenda de Platea. Un memorial de densa historia

        Transferido desde el santuario de Apolo en Delfos al hipódromo de Constantinopla, el fuste de bronce del Trípode de Platea, testimonio de lo que fuera una elaborada variante de trípode sobre soporte elevado, representa el monumento más singular del Atmeydani, la Plaza del Caballo, como tradicionalmente se designaba en turco la explanada del hipódromo de Estambul, la actual Plaza Sultanahmet.

Consagrado en Delfos por la confederación griega tras la decisiva batalla de Platea (479 a.C.) y ejecutado con del diezmo del botín de guerra arrebatado a los persas destiando a Apolo, tuvo como finalidad exaltar el triunfo sobre los bárbaros y agradecer al dios del oráculo, vencedor de Pitón,la protección que había brindado a los griegos durante la Médica. En las espiras inferiores se despliega la célebre inscripción con el nombre de las ciudades griegas que participaron en la Guerra de Jerjes.
   


                                   En el contexto de una nueva cultura figurativa  en época constantiniana, la serpentiforme de Columna de las Serpientes se ubicó  en la espina del hipódromo de la Nueva Roma. Las fuentes tardo antiguas, comenzando por Eusebio de Cesarea, biógrafo y contemporáneo de Constantino el Grande, recogen cómo el emperador hizo acopio de obeliscos, trípodes y célebres estatuas de bronce grecorromanas destinadas a embellecer la nueva capital y a ennoblecerla con la pátina de lo antiguo, confiriéndole la autoridad y dignidad cultural que correspondía a la altera Roma. A este respecto, los monumentos que como la columna de Platea se reubicaron en  la espina o euripos del hipódromo, traen a la memoria la función expositiva que en su día caracterizó esta alargada barrera longitudinal y discontinua poblada de prestigiosos ornatos,  de ornamenta triumphalia  de los que el  de Platea es el único bronce que ha sobrevivido. Signos bien visibles de liberidad y magnificencia, ponían en acento en el victorioso liderazgo imperial. 






  Se trataba de piezas artísticas de muy diversa procedencia e intenso valor legitimador que, una vez transferidas a Constantinopla cobraron nuevas connotaciones alusivas y confirieron al hipódromo una dimensión de museo al aire libre en la que llegó a convertirse en ciudad museo por excelencia del mundo tardo antiguo. La Columna de las Serpientes  nada tuvo de expolio inerte, pues mantuvo coherencia y continuidad de significado en su nueva ubicación, donde se adecuó al módulo estético tan romano del decorum, que comportaba ornato y conveniencia. Asociada a los ludi circenses, renovó su mensaje triunfal en un recinto destinado a la celebración colectiva de la victoria. práctica inherente a los juegos romanos en tanto que ludi triumphales. Iniciado ya en tiempos de la Tetrarquía, el renacimiento triunfal vinculado al mundo de los juegos circenses  habría de mantener en Constantinopla una vigencia plena y renovada durante toda la Antigüedad Tardía y los primeros siglos de la civilización bizantina, iniciando su declive al final de la Dinastía Macedónica[.


           La translatio del  soporte del memorial de Platea a la nueva sede, seguramente antes de 330 d.C. supuso un transporte de largo recorrido y dadas las características de la pieza, relativamente complicado. De por sí expresa la particular atención de Constantino el Grande hacia el monumento délfico, pleno significado histórico y simbólico. Apolo fue dios garante de la victoria, la concordia y la paz. Y la dimensión solar de Febo podía asimilarse al culto al Sol Invicto, divinidad imperial por excelencia y de especial relevancia en el contexto circense.  Si bien la transferencia de la columna serpentiforme ante todo debió responder a razones de  prestigio y de potencial propagandístico, seguramente tampoco fue ajena la voluntad de proteger el antiguo bronce (ubicado en un santuario que había experimentado una prolongada decadencia). Preservarlo del abandono, incluso del eventual desmantelamiento y fundición que con el encumbramiento del cristianismo habrían de sufrir tantas nobilia opera ejecutadas en metal. La apropiación constantiniana pudo obedecer también al propósito de recobrar y preservar. De hecho en Delfos la columna metálica fue cuidadosamente separada de su basa de piedra, manteniendo íntegra hasta la última espira.


La Nueva Roma obedecía a una resignificación en términos de topografía triunfal y cabe recordar cómo Constantino, siguiendo una tradición pagano imperial, se hizo representar como cosmócrata en el centro del gran foro que construyó en la segunda colina de Constantinopla mediante la estatua reutilizada de un Apolo Helios. Coronada de rayos radiales, la imagen colosal dominaba la plaza circular desde la gigantesca columna triunfal de pórfido egipcio que, si bien dañada, aún se conserva in situ (Çemberlitaş, la columna anillada). Seguramente obra helenística de carácter regio, la perdida estatua representa otro ejemplo patente de reempleo y recuperación de lo antiguo, que a su vez comporta una revaluación estética y cualitativa de las pieza.




Reconstrucción de la columna central del  Forum Constantini  y de la estatua de Constantino- Apolo- Helios, que tal vez reutilizó la imagen divinizada de un monarca helenístico (J. BARDILL)

























              El esbelto soporte de bronce fundido en hueco aseguraba la estabilidad de todo el monumento. Eludiendo la adopción de un orden canónico (fuera dórico o jónico), va recorrido por vueltas o espiras voluminosas correspondientes a los anillos de tres serpientes entrelazadas - o tal vez, como lo describe Heródoto, de una sola serpiente tricéfala (Hdt. 9.81), prefigurada en la Ilíada como motivo ornamental a propósito de la écfrasis del Escudo de Agamenón (Il.11.38-40) -, cuyas cabezas, de largos y sinuosos cuellos, coronaban la columna y la dotaban de su rasgo más expresivo. Fundidas también en hueco pero por separado, estas últimas tal vez sirvieron de apoyo a lo que en Delfos representaba la gran ofrenda colectiva al dios Apolo: un trípode de oro o quizá de bronce sobredorado, que a su vez sostenía un caldero de oro. Pero más que en las cabezas de las serpientes, que debieron sustentar la cuba, los pies el trípode pudieron arrancar de la base del monumento y elevarse hasta la atura del caldero. 




Dos propuestas de reconstrucción del monumento de Platea (RIDGWAY 1977, conforme a GAUER, 1968)


    Lo cierto es que todo apunta a que el desaparecido trípode tuvo una  relevancia muy particular en el conjunto del anáthema de Platea: de hecho, en el trascurso de la Antigüedad la ofrenda se denominó siempre "el trípode" (especialmente, "el trípode dorado") designándose el todo por la parte, tal vez debido no sólo al material precioso con que estaba ejecutado o bien del que se hallaba revestido, sino también a sus proporciones espectaculares. Como consigna Pausanias, la parte realizada en oro fue despojada por los focidios (Paus.10.10.13.9), durante la tercera Guerra Sagrada (356-346 a.C.) 

  Santuario de Apolo en Delfos. Basamento aparejado del monumento de Platea, ubicado en un sector del témenos muy denso en ofrendas. La  reconstrucción  e incluso la identificación de esta base o cimentación del anáthema se revela en algunos aspectos problemática. Sobre los bloques superiores de calcárea, se ensamblaría la basa, campaniforme. Presentes en otras ofrendas délficas de carácter conmemorativo, tales basas aseguraban la transición entre el pedestal cuadrangular y el soporte vertical cilíndrico. En conjunto, la dedicación  probablemente se elevaría más de nueve  metros sobre el nivel del suelo. Uno de los numerosos exponentes de la verticalidad que en buena medida caracterizó el paisaje monumental del santuario.

     El gran soporte, en origen emplazado sobre un pedestal muy cercano al altar de Apolo en Delfos, alcanza una altura de 5,35 metros y  presenta obvias mutilaciones,  junto con algunas perforaciones. En la parte inferior, las primeras espiras se se ensanchan muy ligeramente. Se conserva un total de 29 y entre los anillos 3 y 23 se despliega la inscripción - hoy muy desleída- con el registro de las ciudades griegas que tomaron parte en la Guerra de Jerjes. En el lugar de origen, las espiras posiblemente debían arrancar de una basa troncocónica acampanada en piedra moldurada que no ha dejado huella material en Estambul y muy escasa en Delfos. El arranque del fuste, que no presenta rupturas en su extremo, se ensambla en un capitel de mármol blanco reutilizado y perforado: los indicios de canalización en el suelo indican que en un período de su historia la columna se empleó como fuente. En cuanto al  extremo superior, aparece abruptamente tajado, desprovisto de cualquier vestigio de su remate en cuellos y cabezas ofidio.

  Del coronamiento, con el τρικάρηνος όφις , tan solo se conserva la mandíbula superior de una de las conminatorias serpientes (Museo Arqueológico, Estambul), hallada a corta distancia del hipódromo, junto a  la iglesia  de Santa Sofía. Se trata de una destacada pieza zoomórfica ejecutada en los albores del Estilo Severo, en un tiempo de grandes broncistas. Así lo denota el tratamiento rígido de la forma y los rasgos dibujísticos y estilizados. Falta la lengua saliente, que reproducen varios testimonios figurativos del monumento; los ojos se ejecutarían mediante incrustación en otros materiales. La parte superior del bronce, muy aplanada, permitiría la utilización como soporte.
















                           Hasta nuestros días, el soberbio fuste no ha sido museizado y puede contemplarse al aire libre, probablemente en el lugar originario y central donde se reinstaló, como el único bronce antiguo que ha sobrevivido en la plaza. En el eje longitudinal del recinto, flanqueada por los imponentes obeliscos, auténticos colosos del hipódromo casi equidistantes de la columna, la burmali sütun (columna retorcida, en tanto que serpentina, una de las múltiples denominaciones que en la ciudad otomana tuvo el soporte), crea en la plaza un efecto insólito. La disparidad con los monumentos vecinos no solo obedece a razones de escala. Rehundido con relación al nivel actual del suelo, el fuste parece emerger de las profundidades de la tierra como si de un ser ctónico y animado se tratara. En transición dinámica y ascendente entre el ámbito subterráneo y el mundo terrestre. evoca a Apolo Pythoktonos y con ello un arquetipo mítico: el triunfo de una divinidad solar sobre un monstruo ctónico. Hoy conserva la apariencia arborescente de un esbelto tronco desmochado donde la sinuosa plasticidad, así como la propia textura y colorido del bronce, crean llamativas relaciones de contraste con la estricta geometría en piedra, rectilínea y abstracta, de los vecinos obeliscos, gigantescas verticales solares a las que la columna de las serpientes precedió en el hipódromo. La pluralidad y la varietas caracterizaron el semblante de la spina circense, poblada de diversos y contrastados monumentos.



   El fuste torso representa la reliquia de una gran ofrenda enlazada al triunfo de la Hélade sobre el bárbaro. Pero también un testimonio de la hegemonía espartana durante la Médica y, a título individual, del afán de protagonismo de la  desmedida filotimia del regente lacedemonio Pausanias, indiscutible αρχηγός de Platea, probable supervisor de la ejecución de la ofrenda y quien, como más tarde Constantino, habría de refundar la ciudad de Bizancio, arrebatada a los persas en 478/477 a. C. con la flota griega a su mando.                
        Si bien expuestos con distintos puntos de vista que revelan cierto conflicto de memorias, particularmente a través de los relatos de Tucídides (Th.1.132.2), Apolodoro  ([Dem.] 59.96-98) y Plutarco (Plu. Mor. 833C-D) se conoce la arrogancia con que Pausanias hizo inscribir una dedicación personal en el monumento de Platea, apropiándose de una ofrenda común. Ante la indignación de las ciudades que integraron la συμμαχιαpoco después los espartanos aceptaron  borrar el epigrama, sustituyéndolo por el epígrafe que hoy conserva, con la relación de póleis que combatieron contra los persas en Salamina y Platea, encabezado por Esparta y en segundo lugar Atenas. Un total de 31, como confirma Plutarco (Plu. Them. 20.3).  Con ello, se redefinía el monumento en nuevos términos panhelénicos que no trascendían la pluralidad de ciudades partícipes del triunfo y reflejaban una forma cooperativa de conmemoración. El prestigio hegemónico de los lacedemonios quedaba asegurado al ocupar la ciudad el primer puesto del elenco. Pero en la historiografía griega el monumento se vio ligado al nombre de Pausanias, liberador y refundador de Bizancio, razón que a su vez también pudo influir en la decisión de Constantino de  transferir la columna a la nueva capital. Sin duda el valor memorial, simbólico e histórico artístico de la pieza resulta de una riqueza excepcional.




Reconstrucción del epígrafe que recorre las espiras inferiores de la columna. 





















              



Por relación analógíca, la columna de las Serpientes llegaría adquirir a lo largo de su historia múltiples connotaciones de significado. Comenzando por el ámbito cosmológico: en época constantiniana, seguramente fue percibida y promovida como centro simbólico de un nuevo cosmos, ubicada a la altura de la tribuna imperial (kathisma), en medio del microcosmos que representa el hipódromo.La orientación de las cabezas también dio lugar a interpretaciones de esta índole; señalarían hacia cada uno de los tres continentes por entonces conocidos. Durante el periodo bizantino fue objeto de exégesis bíblica y escatológica, asociada a la serpiente de bronce de Moisés o a las dos columnas del templo de Jerusalén de Salomón. 

            Convertida en objeto polisémico, cabe recordar que en época tardo bizantina y otomana poseyó también la aureola enigmática de un talismán, unida a creencias populares y tradiciones folclóricas: yilandar tilsimi, talismán de las serpientes (remedio contra la mordedura de víboras), constituye  otra de sus designaciones en turco. De modo que habría de ser objeto de quimeras y supersticiones, unidas a las oppositae qualitates de los ofidios: "E dezían que fueran puestas aquellas cabeças e figuras de culuebras allí por un encantamiento que fuera hecho", anota el viajero González de Clavijo, embajador de Enrique III de Castilla con motivo de su estancia en la ciudad.

En Constantinopla el soporte broncíneo mantuvo su presencia y su vigencia. Sobrevivió al saqueo y destrucción de Cuarta Cruzada (probablemente debido a su utilización como fuente).  Múltiples miniaturas otomanas - también grabados de viajeros -, la reproducen ya sea aislada o bien en el ámbito de la plaza, generalmente con las cabezas de serpiente intactas. Representada con escala arbitraria, la columna aparece con frecuencia en el contexto principesco de ceremonias, paradas y otros espectáculos otomanos que tienen lugar en el Atmeydani presididos por el sultán, en cuyo honor se celebran.

La Columna de las Serpientes reproducida en folio completo y con tonalidad dorada; las tres cabezas aparecen íntegras y se aprecia la hendidura pronunciada en la base del fuste. Freshfield Album, 1574. Universidad de Cambridge






Miniaturas del Surname-i Hümayun (Libro de las Celebraciones) (1583-1588). Museo Topkapi, Estambul. En la superior, representación de un espectáculo de serpientes con varios participantes presidido por el sultán en la tribuna imperial; en la inferior, escena de un festival ecuestre con un combate de lanceros (la plaza del hipódromo mantuvo a través de su historia el carácter de un campo de liza). En ambas imágenes la columna tricéfala, reproducida en primer término con grandes cuellos ondulantes y obvias proporciones arbitrarias, se erige en emblema del espacio público.

  La columna de bronce también se vería inmersa en las vicisitudes (a veces acontecidas, a veces imaginadas) que experimentó la agitada historia estambulí. Al Trípode de Platea, cargado de referentes míticos, pudo aguardarle un destino de columna Medusa, o al menos así pudo acontecer en el imaginario colectivo. El desmoronamiento de las cabezas y de parte del fuste, sucedió en 1700. Algunas fuentes de aquel tiempo arrojan sombras de sospecha sobre la presencia en la ciudad de una delegación polaca en esta fecha, tras la paz de Carlowitz, coincidiendo con los inicios del declive otomano. Otras en cambio señalan que la columna  no fue víctima del vandalismo, sino que los cuellos de las serpientes se vinieron abajo como consecuencia de la decrepitud, tal vez al resquebrajarse las soldaduras que los unían al fuste.

BIBLIOGRAFÍA

NEWTON (1855)
STUDNICKA (1928)
DEVAMBEZ (1937)
MANGO (1948, 1985, 2010)
JANIN (1964)
MENAGE (1964)
GAUER (1968)
MANSEL (1970)
RIDGWAY (1977)
VAN DER VIN (1980)
DRAGON (1984)
MANGO (1985)
AMANDRY (1987)
LAROCHE (1989)
McCORMICK (1990)
VESPIGNANI (2001)
GUBERTI BASSETT (1991)
MADDEN (1992)
BOMMELAER y LAROCHE (1991)
HEUCKE (1994)
STICHEL (1997)
STEINHART (1997)
BASSETT (2004, 2009)
JIMÉNEZ SÁNCHEZ (2004)
JUNG (2006)
MILES (2008)
WEST (2009)
BRAVI (2010)
BARDILL (2010, 2012)
MARÍN VALDÉS (2010)
STEPHENSON (2012, 2016)
NAFISSI (2013)
SIMEONOVA (2013)
STROOTMAN (2014)
OUSTERHOUT (2014)
YONCACI ARSLAN 2016)
YATES (2019)

Enlaces:
https://penelope.uchicago.edu/~grout/encyclopaedia_romana/circusmaximus/serpentine.html

https://penelope.uchicago.edu/~grout/encyclopaedia_romana/circusmaximus/delphi.html    

https://es.wikipedia.org/wiki/Columna_de_las_Serpientes           

domingo, 12 de abril de 2020

Eufránor del Istmo. Un sabio y polifacético technítes

 

En un tiempo de grandes artífices, Eufránor representa uno de los maestros más destacados del arte griego del siglo IV a. C. Polifacético por excelencia, fue pintor y escultor, pero también tratadista: Plinio le atribuye escritos sobre symmetria et coloribus (proporción y colores).  Por su parte, Quintiliano lo elogia no solo por el ejercicio de muchas destrezas, sino también por la excelencia en su ejecución (Quint.  Ins 12.10.6-12) Si bien era de origen corintio, parece haber trabajado esencialmente en el Ática, donde pudo acomenter también encargos foráneos. Plutarco lo incluye entre los más excelsos pintores atenienses (tal vez se le concedió la ciudadanía honorífica).



Estoa de Zeus Eleuterios. Reconstrucción 3D

Situado a los pies de la Colina del Ágora, el monumento constaba de un cuerpo central con dos alae. El muro largo, orientado al oeste, alcanzaba los 42 metros. Al orden exterior dórico, se sumaba una columnata jónica interna. Consagrado a Zeus en tanto que divinidad de la libertad y de la deliberación, se erigió en del último tercio del siglo V a.C.

En la vertiente pictórica fueron particularmente célebres las megalorafías que  Eufránor ejecutó para la Estoa de Zeus en el ágora ateniense. Entre ellas, un afamado cuadro de historia: “La Batalla de Mantinea”, que mostraba la confrontación entre atenienses y tebanos acontecida en 362 a.C, mucho tiempo después de la construcción del monumento.

Con respecto a la composición de este mural, seguramente situado en el lado largo de la estoa,  se vislumbra la presencia de dos figuras prominentes, dos jinetes en combate, situados hacia el centro del cuadro, que Pausanias identifica como el ateniense Grylos, hijo de Jenofonte, y el gran estratego tebano Epaminondas. A ambos lados se enfrentarían muchos otros personajes, copartícipes de la lucha. De todas formas el cuadro no tuvo porqué ocupar toda la extensión del muro, cuyo centro experimentó en época romana una reforma para dar paso a una doble estancia tras la estoa. Esta intervención pudo alterar la pintura originaria, a menos que no ocupara uno de los laterales del muro o que por su formato se pudiera desplazar desde el centro a uno de los lados.

   Muerto en la escaramuza ecuestre (Epaminondas habría de perecer durante la batalla propiamente dicha), la figura de Grylos fue magnificada en Atenas y se le dedicaron numerosos discursos encomiásticos y epitafios, en buena medida, como recuerda Diógenes Laercio (D.L: 2.55), con el fin de alagar y congraciarse con su padre: el debilitamiento de Tebas, colocó al pro espartano Jenofonte en una situación política potencialmente privilegiada. El primer escrito de Aristóteles, el Grylos, versaba precisamente sobre esta polémica cuestión de la retórica al servicio del elogio. Pausanias asegura en dos ocasiones que en la pintura de Eufránor, Grylos aparecía dando muerte a Epaminondas conforme a la versión propagandística ateniense, a la que Tebas también daba crédito (Paus.9.15.5; 8.11.6).

 Las poses y gestos de las figuras no debieron diferir de las conocidas a través de los relieves áticos Se ignora si la pintura contó con elementos ambientales, como la reproducción del terreno o incluso un sector de la muralla de Mantinea.

   Cabe señalar que en el transcurso del S. IV a.C. el cuadro de historia militar - escasamente representado en el siglo V a.C. -, se consolida plenamente como género pictórico autónomo, primero en Tebas y Atenas; más tarde, y con gran aceptación, en Macedonia. A diferencia de "La Batalla de Maratón"  (h. 460 a.C) de la vecina Estoa Poikile, cuadro caracterizado por una nutrida presencia de lo sobrenatural, en la pintura de Eufránor no aparecían personajes mitológicos, ni dioses ni héroes, expresando de este modo una visión bien distinta de la historicidad de lo relatado. 

      En un pasaje del tratado Sobre el Estilo, (ὕλην εὐμεγέϑη γράϕειν), Demetrio de Falero recoge una opinión del pintor Nicias sin duda relevante con respecto a la nueva valoración que experimenta el cuadro histórico en la pintura del siglo IV a.C. A decir del discípulo de Eufránor, los pintores no deberían representar pequeñas cosas (como pequeñas aves o flores) sino temas apropiados, como batallas navales y combates de la caballería (Demetr. Eloc.76). El juicio de Nicias va seguido de la precisa descripción de un enfrentamento ecuestre que parece remitir a una batalla concreta, tal vez al episodio actualizado en el cuadro de Eufránor (PFUHL). 

              Para la renombrada estoa, el artista ejecutó también dos cuadros en disposición contrapuesta, ubicados en los lados cortos del pórtico: una Asamblea de  los Doce Dioses y  la representación de Teseo entre el Demo y la Democracia, este último de temática alegórica: personificaciones también figuraron entre sus esculturas, como el grupo colosal en bronce de Areté y Helada. La pintura iba acompañada de una inscripción que atribuía a Teseo el establecimiento de la democracia en Atenas. La imagen del cecrópida como héroe fundador de la democracia ateniense se hace particularmente insistente durante este periodo. 

 La celebridad de la figura de Teseo en la estoa de Zeus Eleuterios trae a la memoria la afirmación de Plinio de que Eufránor  fue el primero en representar a los héroes en su plena majestad (Pl. N. 35128). Conforme a la tradición escrita (Plinio, Plutarco), Eufránor comparó su Teseo con el previamente realizado por Parrasio, diciendo que el del pintor efesio se había nutrido de rosas, mientras que el suyo se había alimentado de carne. Un Teseo que mostraba mayor fuerza y vigor, tal vez de ejecución más  firme y plástica, ajena al estilo lineal de Parrasio, delicado y sutil. 

Quizás Eufránor recurrió en la ejecución de la  figura heroica al propio color carne (andréikelon), que Platón señala resultado de una mezcla cromática (Plat. Cra. 424 e) y que según Teofrasto, para elaborarlo  los pintores utilizaban una arcilla coloreada rica en matices, el miltos, de diverso tono ente ocre y rojizo (Thphr. Lap. 51.6, 53.2-3) (VILLARD 2006).

                              La sentencia del pintor sobre la superioridad de su Teseo, que en sí misma comporta juicio crítico, se inscribe en la acentuada rivalidad y el afán de superación entre los pintores del Clasicismo avanzado. Tales apophthegmata, que responden a actitudes individuales ante la creación y la  innovación, obedecen al nuevo relieve que en el siglo IV alcanza la personalidad artística y pueden interpretarse como síntoma de un cambo en la imagen socio profesional del artista plástico.

       Sobre el cuadro de la misma estoa con la congregación de divinidades, comenta Valerio Máximo que tanto se esforzó Eufranor en conferir a la imagen de Posidón una augusta belleza mediante los colores más espléndidos que pudo concebir, con la intención de representar a Zeus aún más majestuoso, que fracasó en este último empeño (Val.Max. 8.11, ext.5). La inspiración y el ingenio de los artistas también poseen sus límites, máxime ante la dificultad de representar al dios supremo. La temática del cuadro sugiere una asociación con el Altar de los Doce Dioses, destacado lugar cultual del ágora, ubicado delante y a corta distancia del pórtico.

            A diferencia las megalografías de la Estoa Poikile, contemporáneas al monumento (la estoa variopinta tal vez incluso se concibió como edificio expositivo destinado a exhibirlas), el ciclo programático de la Estoa de Zeus debió ejecutarse casi un siglo después de su construcción. Probablemente las pinturas se realizaron como en la Poikile utilizando como soporte paneles de madera (sanides).

         Dentro de la faceta escultórica de Eufránor, de quien Plinio recoge un elenco de obras, al haberse conservado el original, cabe destacar la estatua del templo de Apolo Patrôos (Apolo Ancestral, progenitor de los atenienses a través de Ión), ubicado a los pies de la Colina del Ágora, entre la Estoa de Zeus y el Metroon, Allí la registra Pausanias tras describir las pinturas de la estoa (la figura del maestro Eufránor le sirve de enlace entre ambos monumentos) y consigna su función de estatua de culto (Paus.1.3.4). 




Ágora de Atenas. Restos del templo de Apolo Patroos

En la formulación arquitectónica más reciente, el templo, un pequeño edificio jónico tetrástilo in antis, parece haberse inscrito en el programa del estadista Licurgo o pocos años después, pero en todo caso obedeciendo a las pautas de su programa monumental. Bajo el mandato de Licurgo, Atenas experimentó una destacada renovación en el ámbito de los edificios públicos, hasta tal punto que suele hablarse de la Era de Licurgo, tiempo que para la ciudad representó una suerte de renacimiento, de renovación cívica y religiosa, orientada a reafirmar y redefinir los valores culturales tradicionales de la polis. Probablemente en época del estadista se produjo en el ágora la emergencia del culto a Apolo (quizás transferido) en tanto que divinidad ancestral, ligada al origen mítico de jonios y atenienses. 


Eufránor. Estatua de Apolo Patrôos. 

La estatua cultual de Apolo Patrôos, (Museo del Ágora, Atenas), obra de gran escala realizada en mármol pentélico, debió ejecutarse en el transcurso del tercer cuarto del siglo. Incluso tal vez con anterioridad al mandato de Licurgo, para luego ser instalada en el interior del nuevo templo: la moción de estatuas no fue precisamente extraña en época del gobernante. Descubierta en 1907 en el sector del Metroon, muy cercano al templo, se conserva incompleta, acéfala, sin parte del torso, sin brazos ni atributo distintivo; sin embargo el buen estado del mármol llegado al presente parece corroborar que se emplazó en un interior.

   La estatua colosal muestra al dios en pie y en reposo (mas no estático), vistiendo un peplos ceñido muy alto sobre la cintura que de modo genérico pudiera recordar el ropaje la Parthénos. Bajo el peplos, lleva chitón e himation y la presencia de las tres prendas llama la atención en una imagen de Apolo (Palagia1980). Como revelan las copias conservadas, se trata de un Apolo citaredo, que también puede aparecer representado desnudo o vistiendo un chitón suelto. Sostenía el instrumento musical con el brazo izquierdo, lado hacia el que rota ligeramente la estatua. En la mano derecha podría llevar el plectro. La posición de la figura no obedece estrictamente a la vertical, presentando una ligera inclinación hacia atrás.



Apolo Citaredo. Estatuilla que reproduce a pequeña escala (1:10) el original de Eufránor. Museo del Ágora, Atenas.

En el importante original del Museo del Ágora de Atenas, de proporciones esbeltas, destaca el diseño piramidal del  drapeado, que se va ensanchando y ahuecando hacia la base con pronunciados efectos de claroscuro. También el tratamiento contrastado de los pliegues (un tanto duros) que respectivamente cubren la pierna de apoyo y la distendida, como acontece - con planteamiento inverso-,en el contraposto de la Atenea y la Ärtemis de El Pireo, bronces monumentales de atribución incierta pero posiblemente ejecutados en el taller de Eufránor. Entre otros caracteres, el énfasis vertical del ropaje y los efectos de la ponderación de opuestos anatómicos sobre el plegado resultan en ambas estatuas afín al Apolo Citaredo.





Atenea y Ártemis. Museo Arqueológico, El Pireo

 Una pélike de figuras rojas del Pintor de Marsyas (h. 335 a. C., Museo del Hermitage, San Petersburgo) proporciona un sugestivo paralelo iconográfico. En el centro de la cara A muestra la imagen muy estatuaria de un Apolo Citaredo, de complejo ropaje talar, con el instrumento musical situado en el lado izquierdo, hacia el que gira la figura El canon de la imagen recuerda el juicio crítico de Plinio sobre Eufránor, que a decir del enciclopedista, y en contraposición a Lisipo, sus cabezas y miembros resultaban demasiado grandes con relación al cuerpo (Pl.  35.128).



     Pélike de Estilo Kerch. Pintor de Marsyas, h. 340.a.C. Museo del Hermitage, San Petersburgo.

           Entre las estatuas de Eufránor, en cabeza de su relación Plinio registra como obra particularmente admirada un Paris en bronce, del que pudiera derivar, junto con otras versiones, el Paris Borghese. El crítico romano pone el acento en el ingenio con que el escultor concibió la obra, que a un tiempo era capaz de sugerir en una misma imagen al juez de las Diosas, al amante de Helena y al autor de la muerte de Aquiles.Un ejercicio similar de phantasía lo recoge Plinio a propósito de la personificación del Demos de Atenas en una megalografía realizada por el pintor Parrasio.

     En un contexto propagandístico que procura reafirmar antecedentes míticos, como recientemente se ha sostenido, debió tratarse de un encargo no griego y filotroyano, probablemente  realizado por el sátrapa Artabazo II, dinasta de la Frigia Hellespóntica, para la ciudad de Parion, en cuya ágora se veneraba la tumba de Paris. En la misma ciudad existía una estatua en mármol de Eros (reconocida en el tipo Cos), obra de Praxíteles que recoge Plinio (Corso 2018, 2020; Katsonopoulou 2020).


Paris en reposo, escultura en mármol. Museo y Galería Borghese, Roma. Apoyado en un tronco, el héroe troyano aparece representado desnudo, imberbe y juvenil, portado gorro frigio; el eje sinuoso, el contraposto y y el propio ideal de belleza teñido de sensualidad e indolencia, trae a la memoria el arte de Praxíteles, contemporáneo de Eufránor y cuyas creaciones debieron resultarle familiares.

Uno de los últimos trabajos de Eufránor debió ser un grupo escultórico en bronce,  también conocido por Plinio, que representaba a Filipo y Alejandro en una cuadriga, probablemente realizado tras la batalla de Queronea  (338 a.C.) y antes de la muerte de Filipo en 336 a.C. 

BIBLIOGRAFÍA

PFUHL (1923)
BENDINELLI y SQUARCIAPINO (1960) 
THOMPSON (1961)
SEALEY (1974)
COULSON (1978)
BASIC (1979)
PALAGIA (1980, 1997, 2017)
ROUVERET (1985,1989)
HEDRICK (1988)
STEWART (1990)
FLASHAR (1992)
TODISCO (1993)
HINTZEN-BOHLEN (1997)
RIDGWAY(1997)
LIPPOLIS (1998-2000)
ROLLEY (1999)
KNELL (2000)
KOCH (2000)
CAMP (2001)
LATINI (2001)
MULLER-DUFEU (2002)
HOLTZMANN (2004)
KROMEY (2006)
VILLARD (2006)
LAWALL (2009)
SMITH (2011)
GUALANDI (2011)
HALLOF (et alt.) (2014)
BRAVI (2014)
CORSO (2020)
KATSONOPOULOU (2020)