La periégesis (περιήγησις)
constituye un antiguo género literario de contornos un tanto imprecisos que,
surgido ya durante el Arcaísmo, experimentó un notable desarrollo durante el período
helenístico. Se fundamenta en la descripción a lo largo de un itinerario geográfico
o topográfico (descripción de lugares). El texto periegético, cuyo objeto es orientar y explicar, puede recoger
información bien variada sobre el paisaje, la historia, las etnias, las
costumbres, los rituales y las tradiciones míticas, así como sobre los monumentos y curiosidades de los lugares
que se recorren. El método utilizado por un periegeta (así eran denominados
también los guías de los santuarios) es de índole espacial: la descripción de cuanto
se ve, o mejor, de cuanto se selecciona, se realiza en el plano de la
sincronía, al que en principio se supedita cualquier referente diacrónico.
Si bien contó múltiples antecesores,
sobre los que se dispone de una información limitada, Pausanias se erige en el gran representante de esta modalidad literaria genuinamente griega, que incluso pudiera haber consolidado. La Períégesis o Descripción de Grecia representa el único escrito de estas características llegado hasta el presente y probablemente en toda su extensión.
La vida del autor permanece
desleída, con escasos puntos de anclaje. Probablemente fue natural de Asia
Menor, de Magnesia del Sípilo y vivió en tiempos de la dinastía Antonina. Bajo los reinados de Marco Aurelio y Antonino Pío, y entre 155 y 175 d. C., redactó su exxtensa obra, destinada a una élite esencialmente griega y cultivada, tal vez
exclusivamente minorasiática y local (de la región de Lydia), interesada en
ahondar en el conocimiento del prestigioso pasado de la Grecia histórica -sustancialmente continental- , tanto en el plano político como en el religioso y
cultural. Pese a la existencia de algún indicio, no puede asegurarse que Lydia
contara con una tradición local en esta modalidad literaria. La Periégesis de
Pausanias no parece haber gozado de gran divulgación durante la Antigüedad, a
diferencia de la considerable difusión de otros autores de la Segunda
Sofísitica, como Plutarco de Queronea.
Extraordinariamente exhaustiva, la Periégesis de Grecia supuso una prolongada y reflexiva elaboración. Se estructura en diez libros (la
olímpica Élide mereció un amplio díptico), y carece tanto de proemio como de
colofón. Se inicia con la descripción de Cabo Sunión en el Ática, donde, de entrada, Pausanias recoge una información bien controvertida sobre el santuario que domina el
promontorio sagrado. Concluye con la narración de un episodio sobrenatural, una curación milagrosa que acontece ante las ruinas de un Asclepeio en la ciudad de Naupacto (Lócride, Libro X)). No
parece un brusco final para un largo itinerario pautado de enigmas, prodigios e
intervenciones divinas, que, por demás, recorre y relata un autor particularmente
interesado en el rito y el mito de la divinidad sanadora. Al noroeste de la Lócride quedaban Actium y la gran ciudad de Nicópolis, de triste memoria para los griegos. Contemplado y descrito cuanto consideraba más relevante, más digno de ver y glosar y más apropiado para sus propósitos identitarios, para qué prolongar más allá el camino, hacia el Golfo de Ambracia, cuyos territorios pertenecían por demás a la provincia romana de Epiro, del mismo modo que Tesalia formaba parte de Macedonia.
¿Tenía Pausanias intención de
proseguir su obra, abarcando otros territorios griegos? Se trata de una pregunta que ha lado lugar a un prolongado debate ¿Por qué no Eubea, por qué no la Grecia del Norte, Tesalia, Macedonia, Epiro? En el Libro I afirma
querer describir todo sobre Grecia, pánta tá Ellèniká (1, 26.4), pero el hecho es que
el campo de observación de la Periégesis resulta geográficamente
restrictivo, pues se limita a la Grecia Central y al Peloponeso, casi ciñéndose a los contornos de la provincia romana de Acaya. Mas se trataba
de la geografía identitaria por excelencia de los griegos, donde se
hallaban las póleis de mayor renombre (Atenas, Tebas, Corinto, Esparta), protagonistas de
las grandes y ejemplares gestas del pasado, así como los santuarios panhelénicos más
destacados de la Grecia peninsular, a los que Pausanias presta una prolija
atención: Olimpia en la Élide (Peloponeso) y Delfos en la Fócide (Grecia Central).
En última instancia, la Periégesis nace de un viaje real en el que se recorren innumerables lugares y el viaje en sí mismo articula y da sentido al relato.Toda la obra se ordena conforme a dos grandes vectores que comportan sendos recorridos bien ramificados: ambos parten de Atenas y el primero se dirige hacia el Peloponeso, cuyo territorio se describe en su totalidad. El segundo recorre buena parte de la Grecia central, como se ha indicado, sin llegar a abarcarla por completo; no completa la descripción de toda la Etolia y omite la Dóride.
La visión del viajero se muestra evocadora, hondamente religiosa y teñida de cierta resistencia cultural frente al dominio romano, sin que la desaprobación del orden global que hacía ya siglos había sometido toda Grecia le lleve a mostrarse explícitamente anti romano. El gran e inesperado elogio que expresa en el libro VIII hacia Antonino Pío, emperador que incluso parangona con Ciro el Grande, parece cuando menos revelador de cierta actitud ambivalente de Pausanias hacia la aceptación de Roma y sus dinastas.
La visión del viajero se muestra evocadora, hondamente religiosa y teñida de cierta resistencia cultural frente al dominio romano, sin que la desaprobación del orden global que hacía ya siglos había sometido toda Grecia le lleve a mostrarse explícitamente anti romano. El gran e inesperado elogio que expresa en el libro VIII hacia Antonino Pío, emperador que incluso parangona con Ciro el Grande, parece cuando menos revelador de cierta actitud ambivalente de Pausanias hacia la aceptación de Roma y sus dinastas.
El bagaje cultural del Periegeta resulta asombroso; utilizó múltiples cauces de información,
comenzando por los grandes historiadores del pasado (Heródoto, Tucídides,
Polibio). Pero también se valió de poetas (comenzando, cómo no, por los poemas homéricos), mitógrafos, biógrafos, seguramente tratados genealógicos (Pausanias muestra
auténtica fascinación por las genealogías, sean reales o míticas) y con toda seguridad historias y crónicas locales. Sobre muchos de los innumerables autores que menciona apenas se posee
información o resultan totalmente desconocidos. Como
Heródoto, referente y modelo de Pausanias en tantos aspectos, presta particular
atención a las inscripciones epigráficas, que a menudo cita textualmente y que
le sirvieron de inestimable apoyo documental en múltiples ámbitos. Así, en la identificación,
autoría y dedicación de innumerables estatuas.
Conscientemente arcaizante y erudito hasta el
alarde, Pausanias no se limita a la mera recopilación, se muestra crítico ante lo que
observa, lee y escucha. A menudo la relación con sus propias fuentes crea tensión polémica. Con frecuencia parece eludir el
lugar común, lo ya dicho y conocido por la tradición, y se afana en
aportar una información complementaria, inédita o escasamente divulgada,
contrastando a menudo los variados cauces de conocimiento de que
dispuso.
Una parte considerable de la información que aporta la Periégesis procede
directamente de los lugares que visitó su autor, asesorado por guías y expertos, guardianes de la memoria local (que Pausanias
prefiere designar como exegetai, conocedores que conducen y asesoran), y donde seguramente realizaría anotaciones in
situ, a modo de apuntes de viaje. Sin duda debió dedicar mucho
tiempo y atención a lo que hoy se denomina trabajo de campo, precedido de la consulta de fuentes escritas con el fin de documentarse sobre los innumerables lugares que figuraban en la densa agenda del viajero.
La Descripción de Grecia, en gran medida se fundamenta en la
experiencia personal que supone la autopsía, el “ver con ojos propios". En la contemplación y el
reconocimiento directo que, siguiendo los pasos a Heródoto, Pausanias pone muy en valor. De forma reveladora, cuando trata
de un monumento que no ha podido contemplar, lo advierte al lector. De ahí que
el testimonio de evidencia que proporciona el Periegeta haya sido de
inestimable utilidad en tanto que cauce de conocimiento para la Arqueología y
la Historia del Arte Clásico. En cuestiones de reconocimiento y ubicación de monumentos (templos, altares, tumbas, murallas) y obras de
arte plástico que menciona, Pausanias rara vez yerra. Mas su contribucíón en el terreno de
las artes, como se verá en otra entrada, en modo alguno se limita a este ámbito de identificación y verificación espacial y de obras y vestigios arqueológicos. El Periegeta representa mucho más que una
fuente de datos topográficos, de descripciones y reelaboraciones míticas e históricas. Hoy en día, el punto de
observación de los estudiosos tiende a desplazarse hacia la actualización del pasado en el presente, hacia la originalidad y la
innovación que representa su método expositivo, y, muy en particular, hacia las complejas y a menudo intrincadas estrategias
descriptivas y narrativas que caracterizan el texto.
El orden topográfico, dinámico y sincrónico,
que viene a representar la directriz de la Periégesis de Grecia, ha
hecho pensar que Pausanias se propusiera escribir una suerte de guía, un “manual
de viaje” para visitantes de rango. Pero tal interpretación, bien manida, no
deja de resultar reductiva e incluso trivial. Además de la cita y descripción de sitios
y monumentos, de las cosas vistas (theorémata), no sólo aparecen
numerosos excursos (lógoi), sino que estos últimos, y en particular los extensos pasajes históricos y míticos, incluso predominan en la Periégesis, con lo que, desde el punto de vista de la estrategia de autor, no
resultarían tan digresivos.
En realidad Pausanias, sin ser un Polibio, un Estrabón o un Luciano de Samosata, posee un innegable interés como geógrafo, historiador y experto en cuestiones artísticas. Estas últimas, contempladas con cierto espíritu anticuarista (dignas de ser recordadas por su antigüedad), muy a menudo se muestran estrechamente enlazadas a la propia historiografía. Aunque no por sistema, el lógos historikós suele generarse a partir del presente de autor, a partir de la obra contemplada y descrita. A título de ejemplo, ya en el Libro I la estatua honorífica del rey Pirro de Epiro, consagrada en el Ágora de Atenas en tanto que liberador de la ciudad de la ocupación macedónica, da lugar a una suerte de micro biografía del monarca eácida. La contemplación de los escudos arrebatados a los galos que colgaban sobre el peristilo del templo de Apolo en Delfos, crea un extenso y a juicio de Pausanias oportuno lógos historikós sobre la incursión de los bárbaros en Grecia acontecida en 279 a. C., una desafiante expedición que, si bien heroicamente rechazada, puso en el mayor riesgo al propio santuario (Libro X). El interés que muestra Pausanias hacia las galatomaquias probablemente se deba a su origen lidio y al horizonte de expectativas de sus destinatarios preferentes. Del mismo modo, en las proximidades del teatro de Tegea, la lectura directa de la inscripción elegíaca sobre la basa de una estatua consagrada a Filopemén (pedestal privado de estatua: un retrato honorífico que en tiempos de Pausania ya no existía), genera un largo excurso sobre la práxis política y militar del mandatario arcadio, líder de la Liga Aquea, considerado el último campeón de la libertad de los griegos (Paus. 8. 49-51)). De otra parte, se trata de excelentes testimonios relativos al destacado peso de la historiografía helenística en muchas secciones de la Periégesis y que en principio no parece obedecer a la expectación de un potencial lector viajero.
En realidad Pausanias, sin ser un Polibio, un Estrabón o un Luciano de Samosata, posee un innegable interés como geógrafo, historiador y experto en cuestiones artísticas. Estas últimas, contempladas con cierto espíritu anticuarista (dignas de ser recordadas por su antigüedad), muy a menudo se muestran estrechamente enlazadas a la propia historiografía. Aunque no por sistema, el lógos historikós suele generarse a partir del presente de autor, a partir de la obra contemplada y descrita. A título de ejemplo, ya en el Libro I la estatua honorífica del rey Pirro de Epiro, consagrada en el Ágora de Atenas en tanto que liberador de la ciudad de la ocupación macedónica, da lugar a una suerte de micro biografía del monarca eácida. La contemplación de los escudos arrebatados a los galos que colgaban sobre el peristilo del templo de Apolo en Delfos, crea un extenso y a juicio de Pausanias oportuno lógos historikós sobre la incursión de los bárbaros en Grecia acontecida en 279 a. C., una desafiante expedición que, si bien heroicamente rechazada, puso en el mayor riesgo al propio santuario (Libro X). El interés que muestra Pausanias hacia las galatomaquias probablemente se deba a su origen lidio y al horizonte de expectativas de sus destinatarios preferentes. Del mismo modo, en las proximidades del teatro de Tegea, la lectura directa de la inscripción elegíaca sobre la basa de una estatua consagrada a Filopemén (pedestal privado de estatua: un retrato honorífico que en tiempos de Pausania ya no existía), genera un largo excurso sobre la práxis política y militar del mandatario arcadio, líder de la Liga Aquea, considerado el último campeón de la libertad de los griegos (Paus. 8. 49-51)). De otra parte, se trata de excelentes testimonios relativos al destacado peso de la historiografía helenística en muchas secciones de la Periégesis y que en principio no parece obedecer a la expectación de un potencial lector viajero.
Cabe recordar también que el autor
elude mencionar muchas construcciones civiles destacadas, caso de la célebre
Estoa de Átalo II en el ágora griega de Atenas, donde en términos generales
presta limitada atención directa a la arquitectura, percibida más bien en términos de espacios receptáculos de estatuas sagradas y ámbitos expositivos de pinturas. Omisiones reducciones y alteraciones descriptivas que denotan una reconstrucción, una reelaboración topográfica de la plaza púbica. Del mismo
modo, evita redundar en lo bien conocido: el Partenón, en tanto que estructura
arquitectónica, no le merece anotaciones y ni tan siquiera registra su autoría,
que habría de mencionar en el Libro VIII a propósito del templo de Ictino en
Basas. En cambio expresa cierta duda (razonable) sobre la designación del
templo como Partenón y, tras mencionar escuetamente la temática de los frontones, pasa directamente a la descripción de la Párthenos. Tales criterios, al tiempo selectivos e incluso cargados de controversia potencial, no parecen los más adecuados para redactar una extensa
“guía turística” de carácter divulgativo,
destinada a viajeros de élite, a aquella minoría que, siguiendo un prestigioso circuito
cultural, visitaban las ciudades y los santuarios más célebres de la Grecia
peninsular. La limitada difusión que debió alcanzar la obra de Pausanias, vendría también a confirmar que la elaborada descripción del viaje no iba destinada en particular a viajeros curiosos y devotos peregrinos.