sábado, 4 de septiembre de 2021

El Escudo de Aquiles III. Componer, limitar


A picture cannot entirely express the essential ‘symbolic values’ of a visuality, 

just as a visuality cannot entirely conceive the essential ‘formal values’ of a picture

Whitney Davis


                      ¿Cómo visualizar el orden figurativo y la disposición de conjunto de las secuencias descritas sobre el Escudo? ¿Cómo imaginar lo que se presenta como sucesivo en un plano simultáneo o sincrónico? ¿ Acaso la écfrasis sugiere algún modo modo de repartición, de distribución en el espacio de los múltiples ornatos, de los daídala pollà ? ¿En qué medida el ver hacer del poeta visualiza una articulación interna definida y estable de cuanto se representa? Porque obviamente el demiurgo observado compone al tiempo que ejecuta. El poeta procede de forma indirecta: no describe el cósmos sino su reflejo sobre un artefacto divino (Giulianni 2003), una imagen que se va desvelando y conformando en el discurrir de la descripción.

Los pasajes dotan a las escenas de cierta fluidez, pero sin límites explícitos entre sí, dentro de un campo de visión que se diría ininterrumpido y sin duda escasamente definido (Lynn-George 1988), al menos hasta el final de la écfrasis. Se trata de una ordenación y repartición indeterminada, bien distinta del disciplinado fraccionamiento espacial que muestra la cerámica de la temprana Edad de Hierro griega, de  riguroso orden geométrico y escenas estrictamente acotadas, o la definida composición en registros figurativos del estilo orientalizante, que estructura el espacio en límites precisos. Muchas recreaciones modernas del Escudo, comenzando por la pionera de Jean Bouvin (1715), optaron por una división radial y compartimentada de los episodios, a modo de  reparto en cuadros delimitados donde las secuencias internas se fijan en registros definidos, lo que el texto homérico en ningún pasaje sugiere. 

En congruencia con la percepción de la imago mundi en la cultura arcaica griega, plausible y muy aceptada resulta la composición circular, concéntrica o anular (Schadewaldt 1959), defendida con excelente argumentación por Stanley en los años noventa del pasado siglo (Stanley 1993). Incluso, como tantas veces se ha señalado,  en la descripción la circularidad constituye un modo de composición recurrente. De hecho, el borde icónico se describe inmediatamente después de la elaborada "danza dedálica" con la que concluye la visualización del espacio humanizado. Pero un contorno circular del Escudo no puede darse totalmente por seguro. Este último presupone un soporte de perímetro de forma específicamente definida, cuando en la écfrasis nada confirma de modo explícito que la presencia clave del río Océano, dispuesto a lo largo del borde del escudo, al que rodea y aísla como rotundo límite de la tierra (Romm 1992), adoptara tal formato.

A lo largo del borde extremo del escudo

Puso la gran fuerza del río Océano

(Il.18.607-608)

 

                          Encerrándolo todo dentro de sí, en la écfrasis el primigenio Océano, origen de todos los mares y cauces fluviales, representa el único elemento del que se indica la ubicación específica sobre el artefacto: en el reborde extremo. Su poderosa corriente, cuyo color el bardo no precisa (una audiencia familiarizada con a las coloraciones marítimas de Homero no lo imaginaría necesariamente como azulado), cierra la composición junto con la propia écfrasis de la pieza y con ello delimita el campo de representación. Se trata del péras, del extremo del escudo, que crea un rotundo límite, los kantianos Grenzen (Cacciatore 2009). Un contorno que detiene el efecto expansivo y que propiamente no es frontera ni barrera (Schranken): más allá del mar Océano (aquí designado en masculino, potamós), que demarca toda la escenificación, no existe nada. 

                      El cierre de la descripción conecta con el grandioso enunciado del inicio, donde Océano es thálassa, y hace recordar la primacía del mar en la geografía griega, que fue ante todo y desde sus orígenes thalassographia (Janni 2016). Pero si bien se trata de la única demarcación explícita, constituye un cerco macrocósmico de contorno curvo, cuya forma indefinida no determina la tipología específica del escudo: el término ντυξ, que aparece varias veces en la Ilíada, indica el borde curvado de un objeto, no remite de manera exclusiva a una forma estrictamente circular.

Calificado de alto y robusto por Homero, el escudo laminado, de gran tamaño y guarnecido de bronce, comparable al de Áyax Telamonio (7.220-223), en su forma representa una incógnita que se ha prestado a múltiples conjeturas, primero en el terreno de la erudición ilustrada, más tarde en el ámbito de la Arqueología Homérica: ¿circular como el de Agamenón, Menelao o Héctor? ¿Rectangular y de pronunciada  convexidad, a modo de "escudo como torre", de tradición prehelénica? ¿De borde continuo o bien con escotaduras curvas o angulares más o menos pronunciadas, ya presente en la cerámica micénica y geométrica?  Esta última configuración con entrantes laterales, característica del tipo denominado beocio (como suele representar la cerámica griega el escudo ovalado de Áyax) permitiría incluso una nítida bipartición de macrocosmos y el microcosmos sobre la superficie del sákos.


Exequias, ánfora de figuras negras, h. 530 a. C, Gliptoteca de Munich.

 Escena de la cara A, inspirada en la Etiópida, poema de la saga troyana que prolongaba los acontecimientos narrados en la Ilíada. Muestra a Áyax Telamonio, reproducido con escudo elipsoidal de escotaduras laterales, portando el cadáver de Aquiles, a su vez armado. El pintor ejecutó varias versiones del mismo tema, el rescate del cuerpo del héroe, comenzando por la que figura en la cara B de la misma pieza. Exequias creó un esquema icónico original en composición y movimiento que habría de dejar intensa huella en la pintura vascular de figuras negras hasta finales del siglo VI a.C.

Cuerpo y armamento representan los dos aspectos complementarios de la identidad heroica y en se conjunción construyen la imagen del guerrero. En el ciclo épico la historia y circulación de las armas se halla bien presente (Lissarrage  2008, 2010) y en buena medida marca y anticipa el destino de los héroes. En torno a la doble panoplia, presidida por los dispares escudos, la figuración de Exequias explicita el cumplimiento del sino de Aquiles al tiempo que  prefigura el  trágico y antiheroico final de Áyax, también enlazado a la posesión de las armas prodigiosas. 

           En la Ilíada el sákos de Áyax el Grande no se describe como circular  y su forma era fácilmente reconocible como arma propia, reiteradamente comparada en su fortaleza con una torre (7.219,11.485, 17.128) .

Se trata de un escudo singular entre la mayoría de los homéricos, de sentido identitario como el de Aquiles. En la imagen Exequias, que inusualmente se desplaza hacia la izquierda, queda bien explícita la voluntad de poner en valor el arma de Áyax (Wünsche 2006), reproducida frontalmente y en toda su superficie alargada (en el campo de la cerámica no es habitual que adopte la forma de círculo), decorada con la cabeza gráfica de una pantera entre dos leones sobrepintados en blanco. En cambio el artista escatima la visión completa del escudo del héroe muerto, visto en posición oblicua sobre sus encorvadas espaldas, si bien  permite apreciar la convexidad así como también  la presencia de un entrante curvo que modifica la plena forma circular. En el centro de la pieza ladeada, se muestra parcialmente un intimidatorio y monumental gorgoneion serpentino entre círculos de pequeño tamaño. La reproducción de las armas es objeto de una atención dibujística y cromática tan rica como la que se presta a los cuerpos (Lissarrage 2008).

En la versión menos perfeccionista que aparece en la cara B del ánfora, se mantiene la forma de los dos escudos, pero los emblemas o episemas tan variables en la pintura vascular, muestran pronunciados cambios. 

                     Carente de connotaciones tipológicas, en la Ilíada el término sákos no remite a una forma específica de escudo, sino a las propiedades reales y simbólicas del arma. Frente a áspis, connota de forma intensa ἀριστεία y se asocia a la victoria y a la invencibilidad: en el campo de batalla a los pies deTroya un guerrero nunca es abatido cuando su escudo se denomina sákos. Así aparece designado en varios pasajes de la Iliada el gran escudo del intrépido e imbatible Áyax Telamonio, que el propio Aquiles considera excepcional (18.192-193), el único digno de ser portado por el propio Pélida, desarmado tras la muerte de Patroclo. En cambio áspis denota mayor vulnerabilidad, un menor grado de protección. En los preliminares de la descripción, y a propósito del inexorable destino de Aquiles,"de corta vida", Tetis menciona el arma defensiva como áspis (18.457-458). En cambio en el proceso de fabricación, el artefacto se designa cuatro veces como sákos, escudo de excelencia (Bershadsky 2010). 

                    Pero desde una visualización de conjunto, bajo una perspectiva de la historia y la teoría del arte, en sí misma la tipología del escudo, conscientemente elusiva en una descripción que no la explicita en pasaje alguno (a diferencia de muchos otros escudos de la Ilíada, en su mayoría circulares), no posee tanta relevancia como otros aspectos - no solo formales- de la visualización. Así, el mencionado efecto de expansión estética desde el centro hacia la periferia, el prodigioso cierre icónico, la proyección de diversas visualidades y modos de ver que comportan una conducción de la mirada, la sutil comparación entre arte y texto, el animado despliegue de imágenes vitales y de sensaciones pictóricas y lumínicas que el poeta, verdadero protagonista del Escudo, transmite a través del poder sugestivo y selectivo de la palabra. 

   Procurando un calculado efecto de suspenso, la audiencia homérica incluso debe aguardar hasta la clave final de la pormenorizada descripción espacialmente indefinida para conocer y con ello recrear los propios límites del prodigioso ornato, abarcado por un perímetro figurativo y  conclusivo. Todo un magistral paradigma de producción de imágenes mentales- imágenes in absentia, mas verbalmente accesibles - en el proceso interactivo de expectación que comporta la audición o la lectura (Esrock 2005). Haciendo lo invisible imaginariamente asequible mediante sofisticadas estrategias textuales (Tripp 2010), la écfrasis homérica conserva su valor paradigmático en las reflexiones contemporáneas de la joven historia cultural de la descripción y de la visualidad literaria ( Bodola y Isekenmeier 2017),un ámbito de conocimiento en buena medida cimentado en el criterio de la intermedialidad (Robert 2014, Rippl 2014)) y que hoy se extiende a nuevos media, de la cinematografía al cómic o a la denominada écfrasis digital que redefine y revierte los procesos tradicionales de  descripción.

Dada la indefinición perimetral de un contorno de otra parte  rotundamente limitado, tampoco el marco espacial parece condicionar o pautar en términos absolutos el orden figurativo virtual de la composición de conjunto que, como se ha indicado, irradiaría desde el centro, a su vez posiblemente enmarcado - el marco aísla y valoriza su contenido- hacia la periferia. La repartición, la disposición en el espacio ficticio de los distintos episodios interiores queda abierta en el texto. De hecho, si bien tantas veces recreada en círculos concéntricos, la composición  también pudiera imaginarse en campo abierto, con figuras y escenas dispuestas de forma libre y escalonada, relativamente independientes de los condicionamientos del marco (como habría de acontecer en fenómenos artísticos tan diversos como la "composición polignótica", los paisajes nilóticos helenísticos o el despliegue alegórico sobre el thorax del Augusto de Prima Porta), fuera o no el contorno del Escudo estrictamente circular. La Bilderzählung homérica en modo alguno acota las distintas secuencias dentro de sucesivos registros espaciales, ni rectos ni curvos, como si la mirada ficticia del contemplador pudiera circular libremente, sin límites internos, hasta finalmente  alcanzar el extremo conclusivo de la pieza.



Mosaico nilótico de pavimento (Palestrina, Præneste), probable obra de un artista alejandrino. ¿Fines del siglo II a.C.? Museo Arqueológico Nacional de Palestrina, Palacio Colonna Barberini.









Augusto de Prima Porta. Comienzos del s. I d.C. Decoración del thorax. 
Economía figurativa,escalonamiento y disposición despejada de los relieves en un espacio no saturado. Museos Vaticanos, Roma.

 



 
De otra parte, dada la multiplicidad de imágenes extendidas sobre una superficie de tamaño limitado (por grande que fuera el escudo), en buena lógica nada sugiere ni propicia un "estilo monumental". No existe otra opción visual que el ornato denso y menudo, una suerte de "plateresco". Una voluntad artística de conformación total, en correspondencia con el trabajo de Hefesto, quien decoraba con destreza toda y cada parte de la superficie del Escudo (18. 479, 482), análoga a la que refleja la célebre versión miniaturízada del artefacto parcialmente conservada en la Tabula Iliaca 4N (Museos Capitolinos, Roma). Al final de la entrada se incluye un enlace del vídeo "Visualizing Epic on the Tabulae Iliacae with Michel Squire". Un autor particularmente interesado en la historia cultural de la descripción a quien se deben varios trabajos esclarecedores  sobre las Tabulae Illiacae y en especial sobre este iconotexto con cierta apariencia de camafeo en mármol y probablemente de época augustea.


Tabula Iliaca 4N. Mármol rosáceo. Fines del s. I a. C- comienzos del I  d. C. Museos Capitolinos, Sala delle Colombe, Roma. Foto M. Squire (2013).




Acotación de un molde en yeso de la pieza (Archäologisches Institut und
Sammlung der Gipsabgüsse, Göttingen). Foto de Stefan Eckardt.
¿El poema  inscrito verbaliza el objeto o el objeto visualiza el poema? (Squire 2011). En su conjunción vienen a crear un "tercer texto" (Douglas 2013), es decir, un texto más allá del texto que se apropia de la interacción creada entre imagen y escritura.


  Aparte de la frecuente presencia en murales del III y IV Estilos Pompeyanos (dentro de escenas pictóricas ambientadas en el taller de Hefesto, nunca como imagen aislada), el mundo romano también imaginó y materializó el Escudo de Aquiles como pieza autónoma en material pétreo. La Tabula Iliaca 4N (Museos Capitolinos, Roma) concebida a modo de árula, conserva una representación parcial, miniaturística y abigarrada del artefacto, que adopta una estructura circular de 17,8 cms. de diámetro. Heredero de la erudición homérica del Helenismo, el objeto comporta tradición culta y apropiación ideológica (Petrain 2014).
     La pieza fragmentaria concierne al espacio humanizado del Escudo. Si en la écfrasis homérica el ásty se presenta con escasos rasgos estructurales y más bien se visibiliza a través de la actividad pacífica o conflictiva de la comunidad que habita el núcleo urbano (Belli Pasqua 2016), con pronunciado contraste la tabula 4N reelabora el paisaje en términos mas topográficos, con estructuras arquitectónicas bien definidas y relativamente detalladas
         En la reproducción superpuesta de la ciudad, percibida con un punto de vista alto y perspectiva multifocal, se opta por un orden bipartito en densos registros que acumulan una constelación de escenas agregacionales sin solución de continuidad. El artífice optó por la σύνοψις, la "vista de conjunto" que incluye en una sola imagen varios episodios sucesivos en relación de simultaneidad. La densa proliferación de motivos crea sensación de recargamiento formal, de horror vacui, es decir, una tendencia a eliminar todo espacio más allá del ornato labrado.   
 La versión romana procura recoger la sorprendente carga icónica de la descriptio que, durante el debate ilustrado, Anna Dacier habría de juzgar irrepresentable debido precisamente a la profusión de imágenes. La disposición escalonada de los motivos queda bien patente en ambos frisos que, separados por la moldura horizontal con la debatida inscripción de autoría en un hexámetro griego (Squire 2012), no obedecen a una estructura concéntrica.
El extremo de la pieza presenta variaciones que seguramente obedecen a la hermeneútica helenística sobre el Escudo: un esquemático anillo zodiacal rodea las escenas, no aparece el río Océano (tal vez sugerido por el señalado anillo) y en la moldura convexa de la base, entre microcolumnas textuales, en dos metopas simétricas se muestra a Helios y Selene conduciendo sus carros que se mueven en dirección contraria. Como si el macrocosmos se alegorizara y desplazara desde el centro a la periferia. 



Detalle de la restitución figurativa y de la estructura del artefacto, donde microtexto e imagen  miniaturizada muestran relaciones de equivalencia y complementariedad. En la zona inferior de la superficie poblada de seres vivos, más allá del ágora, se reproduce la escena pastoril, con las reses en movimiento y siguiendo la pauta del marco. En una correspondencia de gusto artístico y dentro de un soporte  también  pétreo, el género bucólico gozó de gran aceptación iconográfica en la glíptica romana de la época. Foto F. Marín.

     Finalmente, y con todas las reservas, aun dentro de una extensión relativamente reducida y un predominio de la decoración menuda, en la descripción del Escudo de Aquiles no puede descartarse un cierto contraste de escala entre macrocosmo y microcosmo. ¿Cómo imaginar de parejo formato la eterna inmensidad del universo y el contingente y pequeño mundo de los mortales?  En realidad, el enigma de la relación binaria entre lo grande y lo pequeño permanece indescifrable.