En su descripción de la Acrópolis de Atenas,
Pausanias registra el grupo de Atenea y Marsias, ubicado entre los Propileos y el Partenón, en los siguientes términos:
Allí está Atenea golpeando
al sileno Marsias porque había recogido las flautas que la diosa quería arrojar lejos (Paus. 1.24.1)
Narrativa visual y narrativa verbal no siempre
van a la par –ni tan siquiera en Pausanias- y, cotejado con las propuestas de
reconstrucción del grupo escultórico de Mirón a partir de las copas conocidas, el pasaje
resulta problemático. Probablemente en la sucinta écfrasis Pausanias interpreta erróneamente el objeto de
contemplación: el que Atenea se disponga a golpear a Marsias no se desprende de
ninguno de los testimonios figurativos derivados del desaparecido grupo de la
Acrópolis, que, de expresar una actitud de rechazo en la diosa, iría dirigida a
los auloi, no a la figura del sátiro.
La acción representada en el grupo no la desencadena la cólera de Atenea. La
diosa en modo alguno se mostraba en actitud violenta, golpeando o
dispuesta a golpear a Marsias, como si de un symplegma helenístico se tratara. De portar la lanza, difícilmente
la emplearía contra el sátiro como una simple vara: la mayestática lanza de
Atenea no es equiparable a la sandalia que Afrodita emplea en rechazar el acoso
de Pan en el célebre grupo escultórico de Delos. El Periegeta conoce el ciclo
legendario del sátiro auleter y sabe que la apropiación del instrumento musical
rechazado por la diosa resultará fatídico para Marsias, llevándole a un trágico
final. Probablemente infirió que la composición mostraba una unidad de acción entre
Atenea y el sátiro e interpretó su temática como un “castigo de Marsias”. Si es que no contempló un grupo diferente al que la contemporaneidad ha reconstruido.
Que Mirón fue el artífice del
grupo parece desprenderse de un conocido pasaje de Plinio. Efectivamente este último, en su elenco de
trabajos del escultor incluye “un sátiro en
actitud admirativa ante las flautas, una Minerva” (Myron fecit…et Satyrum admirantem tibias et Minervam), citando las dos estatuas en sucesión, en relación de contigüidad textual: Plinio
no menciona la puesta en escena de un grupo binario, se limita a registrar dos
estatuas autónomas. Si Pausanias señala el lugar en el que la Atenea y el
Marsias se exponían pero omite la autoría, Plinio, al contrario,
atribuye la obra a Mirón pero sin indicar su emplazamiento. Al no haberse conservado la inscripción dedicatoria, se desconocen las circunstancias de la ofrenda, probable encargo público y datada en torno al 450 a.C., durante lo que se ha denominado primera acmé de Miron.
En lo que concierne a los
testimonios materiales para el conocimiento del grupo se cuenta para ambas figuras
con múltiples réplicas de época imperial, prueba de la aceptación y de la celebridad de que gozó la composición de entre las élites romanas. La Atenea y el Marsias
formaron parte del amplio catálogo de nobilia opera que, sobre todo en
Roma, hicieron de tantos espacios públicos auténticos museos de reproducciones. Para la interpretación
iconográfica quizás resulte revelador el hecho de que, a diferencia de tantos
otros grupos escultóricos griegos y helenísticos, entre las réplicas romanas
en ningún caso puede asegurarse que ambas esculturas se concibieran asociadas;
al menos en lo que concierne a las adaptaciones conocidas, las dos piezas debieron reproducirse de forma independiente, lo que habla a favor de una cierta autonomía de las estatuas.Tales versiones por separado de Ateneas y Marsias
no resultan incongruentes, aunque contempladas como piezas aisladas, las copias de la estatua de Atenea, protagonista del grupo, suscitan expectativas visuales con relación a lo ausente.
Aparte de las réplicas escultóricas de época
imperial, algunas representaciones en la pintura vascular de los talleres
áticos a partir de mediados del siglo V a.C. plantean analogías con el grupo, si bien no parecen reproducciones
directas del mismo. Así un enócoe de
figuras rojas de la Antikensammlung de Berlín ejecutado hacia el 440 a.C., en versión muy gestual, propia de un drama satírico, aparecen las figuras afrontadas de Atenea armada y Maryas. Entre ambas, las cañas
arrojadas por la diosa que se muestran en un instante fugaz, aún suspendidas en el
aire. En el campo del relieve, el Museo Nacional de Atenas alberga una crátera marmórea de estilo neoático – la denominada crátera Finlay- que se inspira libremente en el grupo, invirtiendo la composición y dotando a la diosa de intenso dinamismo. Más tarde, algunas acuñaciones atenienses de época adrianea reproducen de forma
explícita el grupo de la Acrópolis en dos versiones diferentes. con lo que, pese a las limitaciones de
escala, constituyen una fuente importante para el conocimiento de la
composición de Mirón, al tiempo la tornan más problemática.
Enocoe ático de figuras rojas, h, 440 a, C. Antikensammlung, Berlín

Enocoe ático de figuras rojas, h, 440 a, C. Antikensammlung, Berlín

Crátera Finlay. Museo Arqueológico Nacional, Atenas
La restitución material y compositiva del grupo escultórico de Atenea y Marsias a partir de las copias conservadas representa una vieja conquista de la arqueología filológica germánica. Karl Müller en 1830 fue el primero en relacionar las noticias de Plinio y Pausanias, sosteniendo que debían referirse a a la misma obra. Por su parte Henirich Brunn reconoció en 1853 en el Sátiro Laterano una copia de la estatua mirónica. En 1907-1909, Bruno Sauer y Ludwig Pollak identificaron el tipo de Atenea reproducido en el grupo, cuyas mejores copias romanas – las más fidedignas- son la Atenea Lancellotti, la Atenea del Liebiehaus de Frankfurt y la del Museo del Prado. Gracias a la investigación alemana en el ámbito de la Kopienkritik, desde comienzos del pasado siglo los caracteres del grupo de Mirón, obra maestra del arte protoclásico, quedaban fijados al menos en sus líneas generales.
La reconstrucción del grupo, perdido
y por tanto realizada a través de fuentes aproximativas e indirectas, tuvo que
ser por fuerza controvertida. Muchas han sido las propuestas de restablecimiento (B. Sauer, P. Meier, J. Sieveking a comienzos de siglo XX; con posterioridad, G. Daltrop, K. Junker y B. Klein), que difieren en aspectos
significativos. En alguna de ellas, Atenea aparece sin lanza y con las cañas de la flauta
en sus manos o bien portando solo una de tibias, tras arrojar la primera.
La más reciente reconstrucción se
materializó en bronce dorado a comienzos de los años ochenta del pasado siglo
para los jardines del Liebieghaus de Frankfurt (Museo de Escultura Antigua),
donde figura desde 1982. Esencialmente se basa en el Marsias Laterano y
en la Atenea que alberga el propio Museo y representa su pieza capital. Es decir, en las
consideradas mejores copias de las figuras del grupo. La versión de Frankfurt ha suscitado algunas objeciones, particularmente en lo concerniente a la postura de la estatua de Atenea.
Como se ha indicado en la entrada anterior, la composición binaria caracterizaba otros grupos escultóricos de la Acrópolis que se atribuyen a Mirón. Ejecutados en bronce, representaban escenas de combate heroico: Teseo y el Minotauro, ubicado junto a la Atenea y el Marsyas, y Erecteo y Eumolpo, asociado al Erecteion.
El grupo considerado obedece a una estructura abierta y en forma de letra V., contrapuesta a la composición en paréntesis. Cabe señalar la puesta en valor del espacio vacío entre ambas figuras, que apoyan sus pies en un mismo plano, sin referencia ambiental de ningún tipo: la organización del espacio, como la propia semántica de los gestos, sugiere connotaciones escénicas.
Como se ha indicado en la entrada anterior, la composición binaria caracterizaba otros grupos escultóricos de la Acrópolis que se atribuyen a Mirón. Ejecutados en bronce, representaban escenas de combate heroico: Teseo y el Minotauro, ubicado junto a la Atenea y el Marsyas, y Erecteo y Eumolpo, asociado al Erecteion.
El grupo considerado obedece a una estructura abierta y en forma de letra V., contrapuesta a la composición en paréntesis. Cabe señalar la puesta en valor del espacio vacío entre ambas figuras, que apoyan sus pies en un mismo plano, sin referencia ambiental de ningún tipo: la organización del espacio, como la propia semántica de los gestos, sugiere connotaciones escénicas.
Pero es tiempo de centrarse en el debatido significado que entraña el grupo de Mirón. La temática remite al intrincado ámbito del mito y su adecuación al contexto ateniense. En la composición contrapuesta, que
supera la estructura paratáctica dominante en la tradición arcaica, se anuncia
la central del frontón occidental del Partenón, es decir, el combate de Atenea
y Posidón por la posesión del Ática. Mas en el escultor de Eléuteras la
confrontación es de otra índole: no se trata de un conflicto entre iguales, tampoco de
una contienda entre una divinidad y un mortal como la que habrían de sostener
Apolo Citaredo y Marsyas. A través de las dos figuras contrastadas, próximas y a un
tiempo distantes, definidas en términos de pronunciada alteridad, Mirón recurre en la Acrópolis a un mito de invención y transferencia protagonizado
por la omnipresente Atenea.
Para la narración mítica del episodio
de la invención del aulós poseemos en los versos sensoriales y vivaces
de Píndaro una fuente privilegiada. En la XII Oda Pítica, compuesta h. 490 a. C
y dedicada a Midas de Agrigento, vencedor en un certamen de aulotes, el poeta beocio celebra el origen divino del
instrumento musical. Píndaro muestra
una Atenea eurétis, inventora de los auloi, de la flauta doble o mejor flauta de doble caña, que por cierto gozó de especial predilección en la patria
del gran poeta lírico. En el εύρημα divino tal como lo relata
Píndaro, subyace una intención mimética: después de que Perseo hubo decapitado
a Medusa, la diosa quiso imitar los desgarradores y horribles gritos de lamento
que salían de las fauces convulsas de la gorgona Euriale, junto con Esteno
hermana inmortal de Medusa. Por ello Atenea inventó el instrumento de viento
para luego donarlo a los mortales. En Píndaro no aparece el rechazo de Atenea
hacia el aulós, si en cambio su
entrega como regalo a los hombres. A propósito del castigo de Maryias, el mitógrafo Apolodoro menciona también los auloi inventados, luego repudiados por Atenea, pues al hacerlos
sonar se le deformaba el rostro debido al esfuerzo.
Ovidio, que con Los Fastos y Las Metamorfosis contribuyó de forma decisiva a la promoción política del mito de Marsyas durante la era augustea, hace hablar a la propia Minerva de su descubrimiento y narra cómo la diosa rechazó las flautas al percibir sobre la superficie de las aguas que los carrillos se hinchaban y el rostro se desfiguraba, arrojándolas sobre la yerba. Un sátiro las encuentra y se muestra fascinado: los sátiros, de agudos sentidos, son propensos al encanto de la música, tanto de cuerda como de viento.
El poeta también augusteo Higino relata una versión más variopinta: Minerva habría hecho sonar la flauta en un banquete de los dioses. Juno y Venus, contendientes en vanidad con Palas en el juicio de Alejandro, viendo su rostro desencajado la invitaron con sorna a repetir la acción contemplándose sobre el agua de un manantial del Monte Ida. Percibiendo cómo al soplar el instrumento se le alteraba el rostro, la diosa no sólo arrojó los auloi lejos de sí, sino que también maldijo a quien osara recogerlas. El sátiro frigio Marsias encuentra la flauta doble, que habría de serle fatal. La historia es bien conocida. Con el tiempo, convertido en un virtuoso intérprete del aulós, la hýbris le llevará a retar al propio Apolo en una contienda musical. Finalmente, la maldición que la diosa arroja sobre el instrumento se cumple: Marsias fue vencido y por el cruel designio de Febo, desollado vivo.
Ovidio, que con Los Fastos y Las Metamorfosis contribuyó de forma decisiva a la promoción política del mito de Marsyas durante la era augustea, hace hablar a la propia Minerva de su descubrimiento y narra cómo la diosa rechazó las flautas al percibir sobre la superficie de las aguas que los carrillos se hinchaban y el rostro se desfiguraba, arrojándolas sobre la yerba. Un sátiro las encuentra y se muestra fascinado: los sátiros, de agudos sentidos, son propensos al encanto de la música, tanto de cuerda como de viento.
El poeta también augusteo Higino relata una versión más variopinta: Minerva habría hecho sonar la flauta en un banquete de los dioses. Juno y Venus, contendientes en vanidad con Palas en el juicio de Alejandro, viendo su rostro desencajado la invitaron con sorna a repetir la acción contemplándose sobre el agua de un manantial del Monte Ida. Percibiendo cómo al soplar el instrumento se le alteraba el rostro, la diosa no sólo arrojó los auloi lejos de sí, sino que también maldijo a quien osara recogerlas. El sátiro frigio Marsias encuentra la flauta doble, que habría de serle fatal. La historia es bien conocida. Con el tiempo, convertido en un virtuoso intérprete del aulós, la hýbris le llevará a retar al propio Apolo en una contienda musical. Finalmente, la maldición que la diosa arroja sobre el instrumento se cumple: Marsias fue vencido y por el cruel designio de Febo, desollado vivo.
Con relación al grupo escultórico, el
episodio del rechazo de las flautas por parte de Atenea representa un
principio de causalidad. Merece la pena ahondar en la razón del rechazo: en el
relato mítico cualquier connotación frívola o banal queda en un segundo plano. No es la vanidad lo que lleva a Atenea a desechar las tibias (no han
faltado interpretaciones que ven en el grupo una reacción de coquetería), del
mismo modo que tampoco la ira la induce a castigar a Marsias. En la invención
de Atenea, destinada a imitar los gritos agudos de las gorgonas, subyace una
doble mímesis, la musical, la sonora, pero también la gestual. El sonido del
aulós provoca un extraño encantamiento, invoca la máscara de Gorgona. Los
rasgos de la diosa se deforman, los carrillos se hinchan: su rostro se torna
mofletudo como el de Medusa. Como revancha, el monstruo vencido por Perseo toma posesión
de la diosa, cuya cabeza se torna gorgoneion. Ante el efecto especular,
no es la vanidad, sino la perplejidad frente a lo inesperado lo que hace a
Atenea desechar el instrumento que provoca una suerte de posesión. En el dominio de la diosa,
presidido por las leyes de la razón y la σωφροσύνη, el delirante αὐλός se revela
incompatible con su mundo, representa un contrario, una antinomia.
Tal incompatibilidad epitomiza también la contraposición, la controversia entre dos tipos de música: la melódica y armónica
producida por los instrumentos de cuerda que comunican serenidad – la música
apolínea, la de Apolo Citaredo, pero también de la propia diosa, patrona de las
artes –, y la rítmica, hecha con sonidos estridentes y agudos, casi
inarticulados, como los chillidos y silbidos de las gorgonas, que provocan
exaltación emotiva. Rechazado por Atenea, el sonido del aulós se asocia en la vida colectiva al
consumo del vino y al tránsito dionisíaco. La flauta de doble caña es el
instrumento por excelencia del θίασος, de la comitiva de Dioniso, en la que figuran seres agrestes, sátiros y silenos, tantas veces representados en la pintura
vascular haciendo sonar las flautas satíricas.
Si bien inventado por Atenea, el instrumento musical representa el mundo que encarna el sátiro Marsyas que en el grupo se muestra
atónito ante las cañas, reproducido en posición inestable, en una auténtica
instantánea de expresión y movimiento transitorio. Las orejas puntiagudas y la
cola equina, así como el poblado mostacho, la nariz ancha y aplastada, lo designan como sátiro, no como fauno. La cabeza se muestra
ladeada e inclinada, con la barba sobre el pecho: la mirada no se dirige hacia
la diosa sino que se concentra en el instrumento arrojado. Los pequeños ojos
hundidos y los resaltes superciliares colocados muy altos le dan un aire de
perplejidad o de sorpresa ante el desconocido aulós. El tratamiento de la cabeza resulta próxima a a
la de algunos centauros de las metopas meridionales del Partenón, donde todos los matices expresivos, de lo bestial a
lo humano, aparecen representados. El aspaviento del sátiro, con su carga gestual, materializado en una pronunciada diagonal, sugiere un potencial alusivo a la puesta en escena. Equivale a un paso de danza
frenética, propio del drama satírico o drama dionisíaco, género dramático a
caballo entre la comedia y la tragedia que gozó de gran popularidad en los certámenes teatrales de la Atenas clásica.
Por contraste con un Marsyas subyugado por las cañas, Atenea aparece liberada de su propia invención. La imagen, vestida con peplo ático de pliegues poco voluminosos ceñido con cinto anudado, sin aegis ni gorgoneion,
y con el caraterístico y largo apoptygma bajo la cintura, expresa
imperturbabilidad y serena determinación: la diosa se dispone a alejarse con
paso leve. Pero, animada de movimiento tenso y complejo, muy propio de Mirón
(rítmicamente más variado que Policleto, observa Plinio), gira sobre sí misma y se vuelve fugazmente hacia los auloi
que acaba de arrojar; su mirada tal vez convergía en el centro óptico del grupo con la
del sátiro.
Para la forma y la posición
de la escultura, se dispone como gran referente de la Atenea del
Liebieghaus. La cabeza
es de mármol de Paros, el cuerpo ejecutado en Pentélico. La diosa se muestra juvenil, con
rostro adolescente, seguramente dulcificado en la copia (posiblemente de edad
augustea), y con un canon muy esbelto, como en algunas metopas de Olimpia. Entre las copias de la Atenea mirónica, sólo la de Francfurt informa con
precisión sobre la posición de la cabeza, que gira hacia la izquierda y aparece
ligeramente inclinada hacia abajo. Va cubierta por un casco que no es ni corintio
ni ático, sino del tipo calcídico, frecuente en la pintura vascular
de la primera mirad del siglo V a. C, alzado y echado hacia atrás. Le falta la
cimera, que sería en bronce;
sobre la frente y la nuca, cabellos rizados y largos mechones ondulantes,
recogidos detrás de las orejas. Tal vez en el original el casco
representara el único atributo de la diosa: la presencia de la lanza que portaba la copia es incierta. Además no resulta inhabitual que Atenea aparezca solamente con
uno de sus atributos distintivos. Un ejemplo bien conocido: en la metopa de
Olimpia que reproduce la entrega de los pájaros de la laguna Estínfala (en el
episodio mítico Atenea se muestra también unida a la música, los címbalos que proporcionó a Herakles asustaron a las aves rapaces), la diosa sedente tan solo
porta la égida, el aegis.
Como en tantas otras escenas
mitológicas, la divinidad cobra potencia a través del contraste con el otro: los
factores constructivos de la imagen actúan por contraposición, operan mediante
antónimos o contrarios: frente a la desnudez del sátiro, contratipo del héroe,
contrapunto del ciudadano ideal, el peplo ático cubre el
cuerpo de la diosa; los rasgos toscos de Marsyas representan la antítesis de la idealización de Atenea, la
pronunciada gestualidad exaltada del mortal, con el brazo derecho muy alzado, contrasta con la contención expresiva de la
diosa, que se muestra imperturbable. La madurez de Marsias subraya la juventud de Atenea, del mismo modo que sus caracteres zoomórficos, propios de un ser híbrido, resaltan el antropomorfismo de la divinidad. El ritmo ponderado aunque algo tenso del cuerpo de la diosa, que expresa detención, interrupción de un paso no llevado a término, se contrapone al movimiento exaltado y desmedido de Marsias, propio de una danza extática.
En su contenido polisémico, el grupo suscita otros recorridos de lectura: la divinidad ciudadana y políada (el yelmo entraña protección, defensa), se confronta con un ser selvático que no es criatura de la polis y en la cultura clásica representa la supervivencia del mundo prepolítico y preoplítico. De otra parte, en el contexto imaginario ático, el frigio Marsias encarna los contravalores del mundo oriental y bárbaro y, confrontado con Atenea, actualiza la recurrente oposición Oriente-Occidente, el “nosotros” frente al “ellos”, la alteridad étnica y cultural que representó un factor decisivo en la reinvención de Atenas tras las Guerras Médicas.
En su contenido polisémico, el grupo suscita otros recorridos de lectura: la divinidad ciudadana y políada (el yelmo entraña protección, defensa), se confronta con un ser selvático que no es criatura de la polis y en la cultura clásica representa la supervivencia del mundo prepolítico y preoplítico. De otra parte, en el contexto imaginario ático, el frigio Marsias encarna los contravalores del mundo oriental y bárbaro y, confrontado con Atenea, actualiza la recurrente oposición Oriente-Occidente, el “nosotros” frente al “ellos”, la alteridad étnica y cultural que representó un factor decisivo en la reinvención de Atenas tras las Guerras Médicas.
Muy probablemente fueron las relaciones de antinomia las
que determinaron emparejar ambas esculturas, asociadas precisamente en base a
las oposiciones que las distanciaban de forma radical.
De hecho en la puesta en escena
del grupo los gestos y las actitudes de
los personajes establecen índices relevantes de significación. Atenea no se
vuelve hacia el sátiro, sino hacia las flautas que concentran su mirada: nada
indica que se disponga a golpearlo (la expresión imperturbable de la diosa no indica contrariedad), e incluso es posible que ni tan siquiera detecte su
presencia. Marsyas por su parte contempla atónito el prodigioso instrumento musical
arrojado, abandonado por Atenea, cuya primacía de euretis se reafirma rotundamente frente a las versiones míticas que atribuían a Marsyas la invención del instrumento aerófono (Junker 2002).
Habitualmente el grupo se ha interpretado en términos de interacción, pero cabe
formular algunos interrogantes ante esta presuposición: ¿sabe el sátiro de
quién proceden las tibias?. ¿Detectan los personajes la presencia del
otro? ¿Representa la escena realmente un
encuentro entre Atenea y Marsyas? En otras palabras, ¿se desarrolla el grupo
en el plano de la sincronía, de la simultaneidad? ¿Existió una verdadera interacción entre las
figuras, es decir, el grupo obedecía a una unidad de acción o bien se trata de dos episodios sucesivos que enlazados por el hilo conductor del mito se representaron en el plano de la sincronía? Una diosa arroja
airada los auloi, luego un sátiro se topa con ellos y los contempla
fascinado. En la escena Atenea no se muestra como divinidad presta a castigar una transgresión: la detención, el giro sobre sí misma y la dirección de la mirada lo que parecen indicar es que algo inesperado, imprevisto, suscita su atención hacia lo que ha dejado atrás.
De hecho los escritores que en la Antigüedad se ocuparon del mito,
coinciden en un punto crucial para la interpretación del grupo: relatan el
rechazo de las flautas por Atenea y su descubrimiento por Marsyas como dos
episodios separados en el tiempo. En concordancia con las fuentes escritas, es
muy posible que las acciones de la diosa y el sátiro no sean simultáneas sino
que representen momentos sucesivos, con lo cual la acción representada tendría
un carácter diastemático: se trataría de
dos episodios que, si bien enlazados por una relación de causalidad, se mostrarían en el grupo independientes,
separados por un intervalo temporal. Con ello a las antinomias señaladas se
añadiría la oposición categorial presencia/ausencia o, si se prefiere la actualización ficticia: recíprocamente los personajes que integraban el grupo escultórico pudieran ser presencias in
absentia.
Causalidad racional, mas también azar. En la composición mirónica pudiera existir
otro horizonte de expectativa. Y es que el grupo contrapone la téchne, la inteligencia técnica de
la que son producto las artes y los oficios, patrocinados por la diosa, al
hallazgo casual por parte del sátiro. El aulós
tiene un origen sagrado, fue fabricado por las manos de Atenea euretís, la diosa de la invención, y
casualmente descubierto por el sátiro mortal, que con el tiempo se convertirá
en consumado intérprete y en un maestro del instrumento: como maestro de Olympos
aparecía reproducido en Delfos en la Nekiya de Polignoto de Tasos. En el grupo de Mirón Marsias es el mediador
que recoge el don de Atenea y lo difunde entre sus destinatarios, los mortales. Los dioses son
los primeros inventores y crean en beneficio de la raza humana. Generosamente,
hacen entrega de sus descubrimientos, que los hombres practican y perfeccionan.
Mas, como se ha visto, en esta ocasión se trata de un descubrimiento perturbador, un
instrumento de posesión, de delirio, ética y políticamente cuestionado en la Atenas de Mirón. Finalmente Atenea se libera de su propia invención, deja atrás los auloi que no quiere para sí. ¿acaso beneficiaría
a los mortales con la entrega de semejante regalo? Casualmente un ser de otra
esfera, bárbaro y selvático, secuaz de Dioniso, divinidad que cuenta con menguada
representación en una Acrópolis dominio de Atenea, se apodera de las
cañas abandonadas y las transfiere a la humanidad, enseñando y propagando su ejecución. La polivalente flauta se convierte en accesorio obligado en el consumo del vino y en el
tránsito dionisíaco. Con ello serán los mortales los que, en ritos y ceremonias
ajenos al dominio de diosa, en el banquete y en el trance extático, reproduzcan
los gritos agudos de Euryale y en los carrillos hinchados de los intérpretes donde se dibuje la
máscara deforme.


Atenea. Copia romana de época augustea de la obra de Mirón Liebieghaus Museum Alter Plastik,Frankfurt. En la versión, la diosa portaba lanza. La cabeza, que se conserva completa, gira y se inclina ligeramente hacia su izquierda, en contraposición al movimiento de la estatua hacia la derecha. La diosa a un tiempo detiene su avance y gira sobre sí misma.
Cabeza de Marsyas. Museo Barracco, Roma
Marsyas. Bronce tardo helenístico de escala menor procedente de Patras., Versión alternativa al Marsyas Laterano. British Museum, Londres
Marsyas. Bronce tardo helenístico de escala menor procedente de Patras., Versión alternativa al Marsyas Laterano. British Museum, Londres
Atenea. Museo del Prado, Madrid. La cabeza es un añadido, reproducción del ejemplar del Liebieghaus; las réplicas de Frankfurt y Madrid debieron ser ejecutadas en el mismo taller.
BIBLIORAFÍA
MÜLLER (1830)
BRUNN (1858)
SAUER (1908)
SIEVEKING (1908)
BIBLIORAFÍA
MÜLLER (1830)
BRUNN (1858)
SAUER (1908)
SIEVEKING (1908)
POLLAK (1909)
DÉONNA (1926)
LIPPOLD (1933)
ARIAS (1940, 1963))
BUSCHOR (1953)
SCHAUENBURG (1958)
RIDGWAY (1970)
BRUNN (1970)
DÉONNA (1926)
LIPPOLD (1933)
ARIAS (1940, 1963))
BUSCHOR (1953)
SCHAUENBURG (1958)
RIDGWAY (1970)
BRUNN (1970)
WIPPER (1972)
WEIS (1979, 1992)
DALTROP (1980)
DALTROP y BOL (1982, 1983)
KLEIN (1988)
LECLERQ-NEVEU (1989)
STEWART (1990)
DALTROP (1990)
VORSTER (1993)
ROLLEY (1994)
WÜNSCHE (1995)
BOL (1997, 2004)
JUNKER (2002, 2012)
GEOMINY (2003)
CORSO (1994, 2004)
VAN KEER (2004)
SCHRÖDER (2004)
BRUNRICK (2005)
LEHMANN y KANSTEINER (2007)
BRINKMANN (2008)
SEEMANN (2009)
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VORSTER (1993)
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VAN KEER (2004)
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BRUNRICK (2005)
LEHMANN y KANSTEINER (2007)
BRINKMANN (2008)
SEEMANN (2009)
KALPAKCIAN (2009)
STROCKA (2013)
DARAB (2016)
STROCKA (2013)
DARAB (2016)