Entre los grandes creadores e
innovadores de la Antigüedad clásica, pocos han suscitado tanto debate y tantas
interpretaciones - a menudo confrontadas-, como el urbanista Hipodamo de
Mileto. Pudiera decirse que incluso se han creado lugares comunes en torno al
que fue a un tiempo teórico de la formas de gobierno y teórico de la
planificación funcional de la ciudad griega entendida en términos estrictamente
espaciales.
Lugares a menudo comúnmente aceptados pese a poseer escasa consistencia. Sobre la figura de Hipodamo gravita todo un mundo de opiniones y juicios que obedecen más bien al terreno de la δόξα (en su doble acepción de opinión y en particular de conjetura). En este sentido, la percepción contemporánea del urbanista sería comparable a la que se posee sobre el escultor Policleto de Argos, cuya teoría y realizaciones continúan siendo objeto de permanente especulación conjetural. Especulaciones sin duda a menudo sugestivas, pero que suelen generar versiones textuales imprecisas, escasamente fundamentadas en la objetividad de conocimiento - en rigor, bien limitada- que se posee sobre el gran broncista clásico.
Lugares a menudo comúnmente aceptados pese a poseer escasa consistencia. Sobre la figura de Hipodamo gravita todo un mundo de opiniones y juicios que obedecen más bien al terreno de la δόξα (en su doble acepción de opinión y en particular de conjetura). En este sentido, la percepción contemporánea del urbanista sería comparable a la que se posee sobre el escultor Policleto de Argos, cuya teoría y realizaciones continúan siendo objeto de permanente especulación conjetural. Especulaciones sin duda a menudo sugestivas, pero que suelen generar versiones textuales imprecisas, escasamente fundamentadas en la objetividad de conocimiento - en rigor, bien limitada- que se posee sobre el gran broncista clásico.
Más allá de
la información textual, poco puede afirmarse con entera certeza sobre la
aportación de Hipodamo a la historia del urbanismo. Y existen textualidades y
textualidades. No todas las fuentes poseen el mismo grado de credibilidad
histórica y algunas en realidad no remiten directamente a Hipodamo, sino a su
proyección en el diseño urbano en época tardo clásica y durante el
período helenístico. Otras, bien tardías, como la Antología de Stobaios,
parecen reinventar el pensamiento del milesio, ubicándolo en corrientes
pitagóricas a las que el urbanista parece haberse mostrado ajeno. Expresiones
tales como "ágora hipodámica" no aparecen consignadas hasta mucho
después de la actividad de Hipodamo.
El primer problema que se afronta al contemplar la figura del urbanista milesio radica en la propia ubicación histórica. Hoy en día su actividad tiende a situarse en torno a mediados del siglo V a.C; si se prefiere, en el tercer cuarto de la centuria, tiempo de pleno liderazgo ateniense. Con lo que el protagonismo que en parte inducido por su origen se le atribuye en la reconstrucción de Mileto, arrasada por los persas durante la revuelta jonia de 499-494 a.C. y redificada en 476 a.C., resultaría improbable por razones cronológicas. Del mismo modo, y aceptando para Hipodamo una acmé en tiempos pericleos, la noticia de Estrabón de que la planificación urbana de Rodas (fundada en 408 a.C.) fue ejecutada "por el mismo arquitecto de El Pireo" (14.2.9), parece improbable por lo tardía. De haber participado en ambas planificaciones (Mileto y Rodas), tendría que presuponerse en el urbanista una actividad de más de setenta años.
En torno a
la problemática figura de Hipodamo, la fuente fidedigna por excelencia la
representa la Política de Aristóteles. En ella el filósofo se
muestra incomparablemente más interesado por la teoría política que por la
práctica urbanística de Hipodamo. No es de extrañar, pues buena parte del
tratado aristotélico se centra en el análisis de las múltiples teorías y formas
de gobierno, en las modalidades de constitución política que existieron en el
mundo griego. La mayoría de las consideraciones aristotélicas sobre Hipodamo se
refieren a su dimensión en tanto que planificador teórico del Estado, no a su
cualidad de Städteplaner.
En el Libro
II, a propósito del régimen político propugnado por Hipodamo, quien según
Aristóteles "fue el primero que, sin ser político, intentó hablar del
régimen mejor", el Estagirita inicia la exposición del orden ciudadano
propugnado por el milesio señalando cómo Hipodamo, hijo de Eurifonte de Mileto,
había sido el inventor de la división, de las ciudades y el responsable del
trazado de El Pireo. En esta sección introductoria y preliminar, Aristóteles,
que muestra escasa simpatía hacia el personaje, recoge de forma inusual algunos rasgos
referentes a la apariencia y caracterización de Hipodamo, y lo sitúa en la
esfera de un determinado pensamiento filosófico, en la tradición jonia de la
ciencia de la naturaleza, señalando “su pretensión de ser entendido en la
naturaleza entera”.
En estos pasajes preliminares aparecen dos cuestiones claves concernientes
respectivamente a la teoría y a la práctica del urbanismo. En primer lugar, la imagen de Hipodamo como
inventor, como πρῶτος εὑρετής en
el ámbito de una téchne específica, la διαίρεσις urbana. Este último término entraña separación o división, lo que hoy se
entendería en el ámbito urbanístico como una determinada forma de zonificación
de la ciudad. Aristóteles en ningún momento asocia tal división con la ortogonalidad
como tal, del mismo modo que tampoco se refiere a Hipodamo como arquitecto o lo
vincula con la experiencia arquitectónica, sino con una determinada técnica
divisoria concerniente a la planificación sectorial de la pólis, cuya finalidad y procedimiento tampoco deja explícito.
De no
añadir en este pasaje que Hipodamo se encargó del trazado de El Pireo, no
podría ni tan siquiera asegurarse a qué
ámbito de división urbana se refiere el autor,
e incluso sobre entenderse que Aristóteles tiene in mente el modelo
constitucional que defendía Hipodamo y que entrañaba una partición o
distribución espacial de la pólis – se diría que ante todo de la chóra - conforme a criterios de
carácter político y económico, no propiamente
urbanísticos. Entre la naturaleza de la teoría política del Estado que
mantenía Hipodamo, basada en la estricta separación de grupos sociales y
privilegios, y la planificación urbanística de El Pireo, enclave urbano de la
pólis ateniense, no parece existir gran congruencia. En la versión de
Aristóteles, nada indica que el proyecto Hipodamo se concibiera como expresión
o realización de su concepción ideal de la pólis.
En principio, la relación entre teoría de la ciudad y práctica urbanística en el milesio no
resultaría comparable con la experiencia policlética en el campo de la
escultura.
Planta de El Pireo
En la urbanización del núcleo portuario, Hipodamo no partió ni mucho menos de la nada. El Pireo ya había sido creado en tiempos de Temístocles, destinado a la flota y a los arsenales de Atenas, y nada hace pensar en una refundación urbanística de la ciudad portuaria; más bien debió tratarse de una intervención sectorial orientada a la ampliación del creciente núcleo urbano conforme a un nuevo trazado más funcional y regular. Una regularidad que obviamente, como en toda ciudad griega, se supeditó a los caracteres topográficos y se revela por tanto como selectiva. En El Pireo la actuación de Hipodamo difícilmente podría haber afectado a las colinas de Acté y Muniquia.
Como recordaba Cicerón, antes de Homero hubo muchos otros poetas. Y de
hecho, Hipodamo no fue el ocurrente inventor de la planta regular en damero o
en parrilla: tal vez en mayor o menor interacción con el urbanismo de las ciudades y emporios fenicios, en el mundo colonial griego de Occidente, tanto en Sicilia como en la
Magna Grecia, hubo un largo período de experimentación y desarrollo en la
planificación de la ciudad regular y sectorial, cuyo origen se remonta al menos
al s. VII a. C. y que se intensificó en el transcurso del VI, cuando se
acrecentaron los replanteamientos y transformaciones urbanísticas orientadas a la
racionalización espacial (en esta última centuria, Megara Hyblaea, Akragas, Metaponto
y Poseidonia representan excelentes
ejemplos). Con relación a la división sectorial del territorio en tres partes
(sagrada, pública y privada) que señala
Aristóteles como uno de los principios del régimen político propugnado por
Hipodamo, supone casi un lugar común en estas fundaciones coloniales o de
origen colonial.

Planta de Metaponto. Apulia. CERCHIAI, JANNELLI y LONGGO (2001)
Frente a las ciudades históricas, de crecimiento agregacional y acumulativo, la creación ex nihilo de entidades coloniales propició el trazado regular y de tendencia ortogonal de los núcleos urbanos, adaptado con flexibilidad: en el trazado longitudinal de las arterias principales a veces prima la oblicuidad sobre la ortogonalidad, como en Mégara Hiblea. En muchos casos, el diseño de las fundaciones coloniales experimentó reformas durante el Arcaísmo Maduro, orientadas a la disposición en damero o parrilla y a una nítida división sectorial que definía la diversidad de funciones. En este aspecto, Hipodamo, hermeneuta de lo preexistente, debió realizar una estricta sistematización de múltiples experiencias previas, concernientes a la adecuación a la norma (entendida como buen orden) y a la funcionalidad del espacio urbano.

Planta de Mégara Hiblea. Sicilia. TREZINY y BROISE (2004)
En un pasaje del Libro VII de Política, que no se ocupa directamente de la democracia ni versa sobre las formas de gobierno,
el Estagirita vuelve a referirse al trazado hipodámico como una nuevo y moderno ejercicio de
planificación que contrasta abiertamente con lo anterior. Aristóteles, que en
ningún momento elogia la teoría política de Hipodamo – más bien la cuestiona
abiertamente- , muestra objeciones ante el nuevo diseño urbano desde un punto de
vista tan primordial como la aspháleia,
la seguridad de la ciudad. Si bien reconoce que la disposición (διάθεσις) de las viviendas
particulares si están bien trazadas en sus calles y “según el gusto más
moderno, al modo de Hipodamo” se considera más agradable y más útil (es decir,
más funcional) para las diversas actividades, representa en cambio un punto
débil ante la guerra y la invasión. Al respecto señala Aristóteles que la ciudad antigua (la ciudad hístórica,
de hábitat más compacto, intrincado e irregular, en ocasiones incluso
sectorialmente amurallado), hacía más difícil la retirada de las tropas
invasoras, que no hallaban con facilidad el camino de salida.
Por ello, y como en tantas otras ocasiones, Aristóteles se muestra proclive al término medio: la ciudad debe participar de ambos sistemas, evitando un trazado regular de todo el conjunto. La regularidad debe restringirse a algunos sectores y lugares urbanos, de modo que la belleza no comprometa la seguridad. En este punto el filósofo no deja de reflexionar desde la plena razón: una vez rebasado el cinturón defensivo, ciudades de un diseño tan uniforme, tan claro y regular como Priene, resultaban inapropiadas frente a la defensa y facilitaban la retirada, la huida forzada del invasor. Tal vez Aristóteles tuviera un referente ejemplar en ciudades como la calcídica Olinto, cuyo nuevo y amplio trazado de tipo hipodámico convivió con el sector antiguo, de composición acumulativa.
Por ello, y como en tantas otras ocasiones, Aristóteles se muestra proclive al término medio: la ciudad debe participar de ambos sistemas, evitando un trazado regular de todo el conjunto. La regularidad debe restringirse a algunos sectores y lugares urbanos, de modo que la belleza no comprometa la seguridad. En este punto el filósofo no deja de reflexionar desde la plena razón: una vez rebasado el cinturón defensivo, ciudades de un diseño tan uniforme, tan claro y regular como Priene, resultaban inapropiadas frente a la defensa y facilitaban la retirada, la huida forzada del invasor. Tal vez Aristóteles tuviera un referente ejemplar en ciudades como la calcídica Olinto, cuyo nuevo y amplio trazado de tipo hipodámico convivió con el sector antiguo, de composición acumulativa.

Planta de Olinto. Calcídica
Una cuestión del mayor interés con relación a la praxis urbanística de Hipodamo la representa el más que probable protagonismo en el diseño de la colonia “panelénica” de Turios, en realidad una ambiciosa empresa periclea de largo alcance y, por tanto proyecto ateniense. La ciudad se creó en 444/443 a. C., muy próxima a Sybaris, en el Golfo de Tarento. Con el fin de conferirle prestigio y realce, a la fundación de Turios concurrieron destacados miembros de la intelligentsia ateniense. El trazado estrictamente regular de esta ciudad de nueva planta sin duda parece apuntar también a la presencia de Hipodamo de Mileto y a su protagonismo en el diseño urbano. Se trata de una colonia de proporciones casi cuadradas en la que se ha confirmado la presencia de las siete plateíai que menciona Diodoro de Sicilia; cuatro la recorren de norte a sur, las otras tres de este a oeste y los principios de estricta regularidad se muestran con sofisticada precisión. Se diría que se trata de la materialización por excelencia de los principios urbanísticos de Hipodamo. En particular, los investigadores italianos han puesto de relieve algunas cuestiones muy relevantes sobre Turios con relación a Hipodamo. Considerando la limitada evidencia arqueológica de época clásica tanto en El Pireo como en Rodas, la fundación colonial representa un campo privilegiado para el estudio de la planificación hipodámica. Como señala E. Greco, habiendo sido abandonada ya durante la antigüedad tardía, en Turios no hubo continuidad de poblamiento: "el lugar pudiera constituir la única ciudad planificada por Hipodamo cuya investigación no requiere la (imposible) demolición de construcciones modernas".
Volviendo a
la comparación con Policleto, tal vez la fundación colonial haya representado
la realización plena e íntegral de la teoría de la ciudad en Hipodamo de Mileto, a
modo de ciudad canónica donde el urbanista pudo materializar de forma plena
sus reflexiones teóricas, seguramente
redactadas en algún escrito que no ha llegado al presente. Este último,
incluso pudo formar parte de su trabajo de teoría constitucional, si bien
Aristóteles nada dice al respecto.
Finalmente cabe añadir que, al margen de su teoría del estado, la aceptación de la formulación urbanística en Hipodamo fue extraordinaria, como lo demuestra de forma palmaria la proyección posterior. Una irradiación que fue obra de discípulos, seguidores e imitadores, creadores de múltiples versiones y derivaciones, desde la ciudad en damero de radical y casi monótona uniformidad a la composición más libre y pintoresca en terrazas o plataformas De hecho el urbanismo helenístico, tanto en la conformación de ciudades de nueva planta como en las intervenciones sectoriales realizadas en las históricas, sería impensable sin este gran referente. En términos generales, la eunomia, el buen orden, el afán de coherencia, regularidad y normalización de la ciudad helenística, hunde sus raíces en la inventiva de Hipodamo de Mileto. Una inventiva que, más allá del descubrimiento o hallazgo individual, debe contemplarse en compleja y dialéctica relación con el criterio evolutivo y los fenómenos de convergencia.
Foto de E. GRECO
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