martes, 5 de noviembre de 2019

Hipodamo de Mileto. Teoria del estado y teoría del urbanismo. Ideario y realizaciones





         Entre los grandes creadores e innovadores de la Antigüedad clásica, pocos han suscitado tanto debate y tantas interpretaciones - a menudo  confrontadas-, como el urbanista Hipodamo de Mileto. Pudiera decirse que incluso se han creado lugares comunes en torno al que fue a un tiempo teórico de la formas de gobierno y teórico de la planificación funcional de la ciudad griega entendida en términos estrictamente espaciales. 
Lugares a menudo comúnmente aceptados pese a poseer escasa consistencia. Sobre la figura de Hipodamo gravita todo un mundo de opiniones y juicios que obedecen más  bien al terreno de la δόξα (en su doble acepción de opinión y en particular de conjetura). En este sentido, la percepción contemporánea del urbanista sería comparable a la que se posee sobre el escultor Policleto de Argos, cuya teoría y realizaciones continúan siendo objeto de permanente especulación conjetural. Especulaciones sin duda a menudo sugestivas, pero que suelen generar versiones textuales imprecisas, escasamente fundamentadas en la objetividad de conocimiento - en rigor, bien limitada- que se posee sobre el gran broncista clásico.

Más allá de la información textual, poco puede afirmarse con entera certeza sobre la aportación de Hipodamo a la historia del urbanismo. Y existen textualidades y textualidades. No todas las fuentes poseen el mismo grado de credibilidad histórica y algunas en realidad no remiten directamente a Hipodamo, sino a su proyección en el diseño urbano en época tardo clásica  y durante el período helenístico. Otras, bien tardías, como la Antología de Stobaios, parecen reinventar el pensamiento del milesio, ubicándolo en corrientes pitagóricas a las que el urbanista parece haberse mostrado ajeno. Expresiones tales como "ágora hipodámica" no aparecen consignadas hasta mucho después de la actividad de Hipodamo.

          El primer problema que se afronta al contemplar la figura del urbanista milesio radica en la propia ubicación histórica. Hoy en día su actividad tiende a situarse en torno a mediados del siglo V a.C; si se prefiere, en el tercer cuarto de la centuria, tiempo de pleno liderazgo ateniense. Con lo que el protagonismo que en parte inducido por su origen se le atribuye en la reconstrucción de Mileto, arrasada por los persas durante la revuelta jonia de 499-494 a.C. y redificada en 476 a.C., resultaría improbable por razones cronológicas. Del mismo modo, y aceptando para Hipodamo una 
acmé en tiempos pericleos, la noticia de Estrabón de que la planificación urbana de Rodas (fundada en 408 a.C.) fue ejecutada "por el mismo arquitecto de El Pireo" (14.2.9), parece improbable por lo tardía. De haber participado en ambas planificaciones (Mileto y Rodas),  tendría que presuponerse en el urbanista una actividad de más de setenta años.

     En torno a la problemática figura de Hipodamo, la fuente fidedigna por excelencia la representa la Política de Aristóteles. En ella el filósofo se muestra incomparablemente más interesado por la teoría política que por la práctica urbanística de Hipodamo. No es de extrañar, pues buena parte del tratado aristotélico se centra en el análisis de las múltiples teorías y formas de gobierno, en las modalidades de constitución política que existieron en el mundo griego. La mayoría de las consideraciones aristotélicas sobre Hipodamo se refieren a su dimensión en tanto que planificador teórico del Estado, no a su cualidad de Städteplaner.
En el Libro II, a propósito del régimen político propugnado por Hipodamo, quien según Aristóteles "fue el primero que, sin ser político, intentó hablar del régimen mejor", el Estagirita inicia la exposición del orden ciudadano propugnado por el milesio señalando cómo Hipodamo, hijo de Eurifonte de Mileto, había sido el inventor de la división, de las ciudades y el responsable del trazado de El Pireo. En esta sección introductoria y preliminar, Aristóteles, que muestra escasa simpatía hacia el personaje,  recoge de forma inusual algunos rasgos referentes a la apariencia y caracterización de Hipodamo, y lo sitúa en la esfera de un determinado pensamiento filosófico, en la tradición jonia de la ciencia de la naturaleza, señalando “su pretensión de ser entendido en la naturaleza entera”.
                             En estos pasajes preliminares  aparecen dos cuestiones claves concernientes respectivamente a la teoría y a la práctica del urbanismo.  En primer lugar, la imagen de Hipodamo como inventor, como πρῶτος εὑρετής en el ámbito de una téchne específica, la διαίρεσις urbana. Este último término entraña separación o división, lo que hoy se entendería en el ámbito urbanístico como una determinada forma de zonificación de la ciudad. Aristóteles en ningún momento asocia tal división con la ortogonalidad como tal, del mismo modo que tampoco se refiere a Hipodamo como arquitecto o lo vincula con la experiencia arquitectónica, sino con una determinada técnica divisoria concerniente a la planificación sectorial de la pólis, cuya finalidad y procedimiento tampoco deja explícito. 



De no añadir en este pasaje que Hipodamo se encargó del trazado de El Pireo, no podría ni tan siquiera  asegurarse a qué ámbito de división urbana se refiere el autor,  e incluso sobre entenderse que Aristóteles tiene in mente el modelo constitucional que defendía Hipodamo y que entrañaba una partición o distribución  espacial de la pólis – se diría que ante todo de la chóra  - conforme a criterios de carácter político y económico, no propiamente  urbanísticos. Entre la naturaleza de la teoría política del Estado que mantenía Hipodamo, basada en la estricta separación de grupos sociales y privilegios, y la planificación urbanística de El Pireo, enclave urbano de la pólis ateniense, no parece existir gran congruencia. En la versión de Aristóteles, nada indica que el proyecto Hipodamo se concibiera como expresión o realización de su concepción ideal de la pólis. En principio, la relación entre teoría de la ciudad  y práctica urbanística en el milesio no resultaría comparable con la experiencia policlética en el campo de la escultura.

                                                                                    Planta de El Pireo

En la urbanización del núcleo portuario, Hipodamo no partió ni mucho menos de la nada. El Pireo ya había sido creado en tiempos de Temístocles, destinado a la flota y a los arsenales de Atenas, y nada hace pensar en una refundación urbanística de la ciudad portuaria; más bien debió tratarse de una intervención sectorial orientada a la ampliación del creciente  núcleo urbano conforme a un nuevo trazado más funcional y regular. Una regularidad que obviamente, como en toda ciudad griega, se supeditó a los caracteres topográficos y se revela por tanto como selectiva. En El Pireo la actuación de Hipodamo difícilmente podría haber afectado a las colinas de Acté y Muniquia.
Como recordaba Cicerón, antes de Homero hubo muchos otros poetas. Y de hecho, Hipodamo no fue el ocurrente inventor de la planta regular en damero o en parrilla: tal vez en  mayor o menor interacción con el urbanismo de las ciudades y emporios fenicios, en el mundo colonial griego de Occidente, tanto en Sicilia como en la Magna Grecia, hubo un largo período de experimentación y desarrollo en la planificación de la ciudad regular y sectorial, cuyo origen se remonta al menos al s. VII a. C. y que se intensificó en el transcurso del VI, cuando se acrecentaron los replanteamientos y transformaciones urbanísticas orientadas a la racionalización espacial (en esta última centuria, Megara Hyblaea, Akragas, Metaponto y  Poseidonia representan excelentes ejemplos). Con relación a la división sectorial del territorio en tres partes (sagrada, pública y privada)  que señala Aristóteles como uno de los principios del régimen político propugnado por Hipodamo, supone casi un lugar común en estas fundaciones coloniales o de origen colonial.

Planta de Naxos. Sicilia. MERTENS (2010)












Planta de Metaponto. Apulia. CERCHIAI, JANNELLI y LONGGO (2001)


Frente a las ciudades históricas, de crecimiento agregacional y acumulativo, la creación ex nihilo de entidades coloniales propició el trazado regular y de tendencia ortogonal  de los núcleos urbanos, adaptado con flexibilidad: en el trazado longitudinal de las arterias principales a veces prima la oblicuidad sobre la ortogonalidad, como en Mégara Hiblea. En muchos casos, el diseño de las fundaciones coloniales experimentó reformas durante el Arcaísmo Maduro, orientadas a la disposición en damero o parrilla y a una nítida división sectorial que definía la diversidad de funciones. En este aspecto, Hipodamo, hermeneuta de lo preexistente, debió realizar una estricta sistematización de múltiples experiencias previas, concernientes a la adecuación a la norma (entendida como buen orden) y a la funcionalidad del espacio urbano.

Planta de Mégara Hiblea. Sicilia. TREZINY y BROISE (2004)

La planta regular de Hipodamo, se fundamentaba en la ciencia de las paralelas; se caracterizaba por las amplias y espaciadas avenidas arteriales (platéiai) y un gran número de calles más estrechas (stenopoi) de trazado uniforme y ortogonal que se cortan en ángulo recto y dan lugar a insulae o bloques regulares de viviendas modulares de tamaño similar. A menudo, particularmente en la historiografía alemana, se ha considerado este modelo de trazado en damero como paradigma y  expresión urbanística de la polis democrática e igualitaria, casi se diría que concebida sin jerarquización social. Más bien parece que la planificación hipodámica, que Aristóteles en ningún momento relaciona con un orden democrático, tuvo un carácter neutro desde el punto de vista político, acomodándose en su funcionalidad tanto a la ciudad tiránica como a la oligárquica o a la democrática, válida para cualquier  forma de constitución.  
En un pasaje del Libro VII de Política, que no se ocupa directamente de la democracia ni versa sobre las formas de gobierno, el Estagirita vuelve a referirse al trazado hipodámico como una nuevo y moderno ejercicio de planificación que contrasta abiertamente con lo anterior. Aristóteles, que en ningún momento elogia la teoría política de Hipodamo – más bien la cuestiona abiertamente- , muestra objeciones ante el nuevo diseño urbano desde un punto de vista tan primordial como la aspháleia, la seguridad de la ciudad. Si bien reconoce que la disposición (διάθεσις) de las viviendas particulares si están bien trazadas en sus calles y “según el gusto más moderno, al modo de Hipodamo” se considera más agradable y más útil (es decir, más funcional) para las diversas actividades, representa en cambio un punto débil ante la guerra y la invasión. Al respecto señala Aristóteles  que la ciudad antigua (la ciudad hístórica, de hábitat más compacto, intrincado e irregular, en ocasiones incluso sectorialmente amurallado), hacía más difícil la retirada de las tropas invasoras, que no hallaban con facilidad el camino de salida.

 Por ello, y como en tantas otras ocasiones, Aristóteles se muestra proclive al término medio: la ciudad debe participar de ambos sistemas, evitando un trazado regular de todo el conjunto. La regularidad debe restringirse a algunos sectores y lugares urbanos, de modo que la belleza no comprometa la seguridad. En este punto el filósofo no deja de reflexionar desde la plena razón: una vez rebasado el cinturón defensivo, ciudades de un diseño tan uniforme, tan claro y regular como Priene, resultaban inapropiadas frente a la defensa y facilitaban la retirada, la huida forzada del invasor. Tal vez Aristóteles tuviera un referente ejemplar en ciudades como la calcídica Olinto, cuyo nuevo y amplio trazado de tipo hipodámico convivió con el sector antiguo, de composición acumulativa.












Planta de Olinto. Calcídica














     
           
Una cuestión del mayor interés con relación a la praxis urbanística de Hipodamo la representa el más que probable protagonismo en el diseño de la colonia “panelénica” de Turios, en realidad una ambiciosa empresa periclea de largo alcance y, por tanto proyecto ateniense. La ciudad se creó en 444/443 a. C., muy próxima a Sybaris, en el Golfo de Tarento. Con el fin de conferirle prestigio y realce, a la fundación de Turios concurrieron destacados miembros de la intelligentsia ateniense. El trazado estrictamente regular de esta ciudad de nueva planta sin duda parece apuntar también a la presencia de Hipodamo de Mileto y a su protagonismo en el diseño urbano. Se trata de una colonia de proporciones casi cuadradas en la que se ha confirmado la presencia de las siete plateíai que menciona Diodoro de Sicilia; cuatro la recorren de norte a sur, las otras tres de este a oeste y los principios de estricta regularidad se muestran con sofisticada precisión. Se diría que se trata de la materialización por excelencia de los principios urbanísticos de Hipodamo. En particular, los investigadores italianos han puesto de relieve algunas cuestiones muy relevantes sobre Turios con relación a Hipodamo. Considerando la limitada evidencia arqueológica de época clásica tanto en El Pireo como en Rodas, la fundación colonial representa un campo privilegiado para el estudio de la planificación hipodámica. Como señala E. Greco, habiendo sido abandonada ya durante la antigüedad tardía, en Turios no hubo continuidad de poblamiento: "el lugar pudiera constituir la única ciudad planificada por Hipodamo cuya investigación no requiere la (imposible) demolición de construcciones modernas".
Volviendo a la comparación con Policleto, tal vez la fundación colonial haya representado la realización plena e íntegral de la teoría de la ciudad en Hipodamo de Mileto, a modo de ciudad canónica donde el urbanista pudo materializar de forma plena sus reflexiones teóricas, seguramente redactadas en algún escrito que no ha llegado al presente. Este último, incluso pudo formar parte de su trabajo de teoría constitucional, si bien Aristóteles nada dice al respecto.
    
Finalmente cabe añadir que, al margen de su teoría del estado, la aceptación de la formulación urbanística en Hipodamo fue extraordinaria, como lo demuestra de forma palmaria la proyección posterior. Una irradiación que fue obra de discípulos, seguidores e imitadores, creadores de múltiples versiones y derivaciones, desde la ciudad en damero de radical y casi monótona uniformidad a la composición más libre y pintoresca en terrazas o plataformas  De hecho el urbanismo helenístico, tanto en la conformación de ciudades de nueva planta como en las intervenciones sectoriales realizadas en las históricas, sería impensable sin este gran referente.  En términos generales, la  eunomia, el buen orden, el afán de coherencia, regularidad y normalización de la ciudad helenística, hunde sus raíces en la inventiva de Hipodamo de Mileto. Una inventiva que, más allá del descubrimiento o hallazgo individual, debe contemplarse en compleja y dialéctica relación con el criterio evolutivo y los fenómenos de convergencia.









Planta de Turios.
Foto de E. GRECO

  


















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