lunes, 10 de junio de 2019

Condiciones materiales de la construcción griega. Función de la madera

Al afrontar la ejecución de un proyecto monumental en las ciudades y santuarios de la Grecia Clásica, una parte sustancial de los recursos económicos debían destinarse a la adquisición, transporte y trabajo de la madera, un material tan constitutivo de la arquitectura griega como lo fuera la piedra poros o el mármol.
Se trata de un material perecedero y por tanto ausente. Hoy los restos arquitectónicos tan solo atestiguan su presencia en las cavidades de encastramiento dejadas en las superestructuras de las construcciones, especialmente sobre la cara posterior de los frontones y de los bloques de cornisa. Pero es bien conocido el papel primordial que la madera jugó en la génesis y desarrollo de la arquitectura griega. Desde los comienzos durante la etapa geométrica hasta fines del siglo VII a. C., su empleo fue extensivo, haciéndose menor con el proceso de petrificación monumental. Con relación a los templos, se consigna un continuado empleo en la armadura de cubiertas (sobre todo vigas, también plafones), en las puertas de la cella y en los paneles calados de cierre que a modo de barrera precedían a la majestuosa puerta interior y la protegían.

Pero la utilización de este material no atañe solo a la estructura permanente que representa el monumento, pues se extendía también a fábricas temporales como andamios apuntalados, carpinterías provisionales y auténticas plataformas de trabajo que se iban elevando al mismo ritmo que el edificio, permitiendo a los operarios la accesibilidad al nivel de puesta en obra.
De otra parte, las labores de carpintería traen consigo el empleo asociado del metal (clavos, bisagras, cerrojos, etc.). De ahí que la actuación de los herreros resulte también relevante en el proceso constructivo. Es una vez aparejada la construcción cuando se inicia el trabajo de los especialistas en la madera, carpinteros y ebanistas.
Muchos fueron los tipos de madera empleada: abeto, olmo, ciprés, boj, loto, etc. El primero, que permite obtener vigas largas y resistentes, solía emplearse en la armadura de la techumbre. En cuanto a la de ciprés, a decir de Teofrasto muy resistente a la corrupción y susceptible de fino pulimento, resultaba la más adecuada para las hojas de las puertas, tradicionalmente ejecutadas en ese material y en ocasiones revestidas de fastuosas placas de marfil.



No siempre, ni mucho menos, se disponía de maderas locales adecuadas. Las cuentas de los santuarios nos informan
de cómo con harta frecuencia había que recurrir a la importación. Ciudades como Corinto, con sus empresas madereras, desempeñaron un importante papel distribuidor. Al Istmo llegaban maderas procedentes de los bosques del norte de Arcadia y de Ambracia, pero también de la Magna Grecia: las ciudades de la costa del Bruzzo, de Sybaris a Regio, abastecían de buena madera de los Apeninos calabreses. La Sila en particular, famosa en la Antigüedad por su riqueza forestal.
El transporte preferente, como ocurría con el resto de los materiales constructivos importados , era por mar: los recorridos terrestres, más lentos y onerosos, aumentaban considerablemente el precio de la mercancía. Deforestada en buena parte ya en época clásica, Atenas recurría habitualmente recursos lignarios macedónicos. tracios y pónticos.
Perdidos de forma irremisible, e independientemente del conocimiento técnico de que se dispone – poblado de lagunas -, los elementos en madera de los monumentos griegos jamás deberían restituirse. La reconstrucción de puertas y cubiertas supondría un gravísimo atentado contra la autenticidad de los sitios patrimoniales del mundo clásico. Una autenticidad indisociablemente ligada al estado de ruina en que han llegado a nuestro presente.
BIBLIOGRAFÍA
MARTIN (1965)
ORLANDOS (1966-1968)
BURDFORD (1969)
MEIGGS (1982)
MARÍN VALDÉS (1999)