Propuesta reconstructiva de alzado del heroon de Dexileo. A. Brückner (1909).
Entre las destacadas piezas que alberga el Museo del Cerámico de Atenas – museo de sitio del mayor interés – la muy célebre estela de Dexileo (h. 394/393 a.C.) ubicada en la amplia órbita de estilo ático posfidíaco, posee una particular relevancia. Ha suscitado una atención extraordinaria y no solo desde el plano arqueológico, epigráfico o histórico artístico. Analizar la pieza supone adentrarse en todo un espectro de interpretaciones provenientes de distintos ámbitos y no siempre convergentes.
Bajo una óptica estrictamente artística, su valor radica en la maestría, en la calidad del trabajo, obra de un gran artífice desconocido (el convencionalmente denominado "Maestro de Dexileo"). Pero la estela también suscita una peculiar tensión entre representatividad y singularidad que va más alla de la evaluación de estilo.
Se trata de la que fuera pieza clave de uno de los monumentos privados más prominentes de la gran necrópolis, afortunadamente bien conservado y ampliamente documentado. Mas bajo el prisma de la historia colectiva y de las mentalidades sociales, crea también vínculos muy particulares con lo público, con el acontecer de la polis democrática y con las transformaciones que acontecieron en el seno del cuerpo ciudadano ateniense durante el cambio de siglo. Dados los diversos campos de información e interpretación implicados (en las últimas décadas, también la antropología social) y los distintos sentidos asociados que suscita el monumento en su conjunto, la síntesis se aborda desde una aproximación integrada, transdisciplinar, con particular atención hacia las redes relacionales y a los intersticios entre las distintas disciplinas.
Honores oficiales a los caídos por la polis
El ἱππεύς, el caballero a quien se dedica la estela, cayó en combate a los diecinueve o veinte años en 394 a. C., a comienzos de la larga Guerra de Corinto. Su muerte fue conmemorada junto con la de otros jinetes en un monumeto colectivo (polyandreion) del demósion séma, el gran cementerio público de la ciudad que, ubicado en el Cerámico oriental se inmantaba hacia el norte de la gran necrópolis a lo largo del dromos que desde el Dypilon conducía a la Academia. A modo de necrópolis dentro de la necrópolis, el espacio oficial de enterramientos se caracterizó por su amplitud y extensión, hoy se sabe que con cierto grado de dispersión de los monumentos funerarios.
De esta dedicación de estatus ecuestre (probable cenotafio), que no puede afirmarse realizada a expensas del estado, se conserva un anthemion de coronamiento y en la inscripción del epistilo aparece el nombre de Dexileo en un listado de once caballeros "caídos en Corinto": en el demósion séma no todas las dedicaciones tuvieron un sentido igualitario, allí figuraron también algunos reconocimientos de distinción grupal e incluso individual (R. Stupperich 1994).
En la Atenas de época clásica se mantenía la supremacía de la infantería hoplítica, no solo abrumadoramente cuantitativa: en el campo de batalla el soldado de a pie es el guerrero por excelencia y el jinete actúa como auxiliar y su participación es menos arriesgada. Sin embargo en el demósion séma, se consigna una tendencia a reservar honores especiales (honores públicos de rango) a determinados miembros o grupos de la caballería (Loraux 1981). Representa un modo de reafirmar el papel y el valor de este restringido cuerpo militar de rango en el contexto de la polis (P. Low 2002). O en el caso de los jinetes caídos en Corinto, de contribuir a restablecerlo, procurando contrarrestar el juicio público desfavorable hacia una milicia aristocratizante y minoritaria, con códigos de distinción muy propios. Por demás, el cuerpo de caballería lastraba por entonces un pasado aún reciente de deslealtad con la polis democrática.
Antemion de palmentas, lotos y rosetas con inscripción en la estrecha banda corespondiente a un monumento funerario ecuestre. Museo Arqueológico Nacional, Atenas
Pero Dexileo también fue conmemorado en el mismo demósion séma junto con los restos de todos los soldados atenieneses muertos en la contienda durante aquel año (en tiempo de guerra) y sin diferencia de rango.
Incinerados en el campo de batalla y trasladados a Atenas, los despojos de los caído recibieron los correspondientes honores fúnebres, de carácter oficial e indiferenciado. En las ceremonias comunitarias de despedida poseyó particular relevancia el epitáphios lógos, bien conocido a través de las fuentes literarias. Dedicado a los muertos por la patria, relegaba por completo la abnegación individual en beneficio de los valores identitarios de la comunidad democrática. El discurso público a pie de tumba hablaba en favor de la unidad, de las raíces y la historia, del presente y el devenir colectivo de la polis (Loraux 1982, Derderian 2001). Procuraba reforzar la resiliencia colectiva ante las derrotas, animando a la prosecución del combate (Arrington 2011, 2014 ): precisamente en 394 a. C. los espartanos obtuvieron una doble victoria, en Nemea y Coronea. Estos enterramientos oficiales y sus correspondientes señalizaciones no conmemoran en absoluto victorias de la polis. Eran testimonio de desventura, de dolorosos reversos que debían ser superados por la colectividad. En el ásty, los triunfos militares del estado no se rememoran en las necrópolis.
Elogiar la ciudad suponía el mayor encomio a los muertos en la contienda, a los andres agathoi caídos en su defensa. Siguiendo la tradición, considerada ley ancestral, como memoria a los caídos sobre la tumba colectiva se erigía una estela monumental con un listado de las bajas estrictamente nominal, sin patronímicos ni demóticos y organizado por tribus, conforme a un criterio taxonómico que la ciudad abandonaría precisamente durante la Guerra de Corinto.
Transferidos a la tierra de origen desde el campo de batalla, en la Atenas clásica los restos incinerados de los caídos en combate (restos que no eran cuerpos) (Lorraux 1982) fueron objeto de apropiación oficial y de instrumentalización, de riguroso control público y de un uso cívico y ritual por parte de la ciudad en guerra (R. M. Bérard 2017): se consideraban insigne propiedad del estado. Muertos por la patria, a cuya propia gloria remitían, sus despojos no se entregaban a los allegados.
Memorial y equiparación heroica
La familia de estatus del demo de Tóricos a la que pertenecía Dexileo consideró que la doble distinción funeraria hacia el joven podría favorecer al grupo en términos de prestigio, de autorrepresentación pública mediante el reclamo suplementario de la memoria privada. Tras la inhumación oficial, decidió adquirir una parcela en la necrópolis del Cerámico (destinada a tumba familiar) y encargar una prominente construcción en homenaje al joven caballero. Obviamente, de por sí la elección del lugar poseyó relevancia: el Cerámico era con mucho la mayor y más prestigiosa necrópolis de todo el Ática y ejercía una suerte de atracción centrípetra. Lo que tampoco restó relieve a determinadas necrópolis de la chóra, baste con recordar los períbolos de la denominada Via Sagrada de Ramnonte. Los monumentos erigidos en el epicentro funerario de la polis por familias oriundas de los demoi periféricos (el monumento de Dexileo no se ubicó en una necrópolis demótica), indicaban cierto grado de notabilidad (o de aspiración a la notabilidad) y sin duda de riqueza.
No decretada por la polis, la construcción privada se emplazó como una cuña en un ángulo aterrazado del sector occidental del cementerio, adyacente al inicio del camino de las tumbas familiares, la Gräberstrasse, cuya denominación originaria se desconoce y que se dirigía hacia El Pireo. Se trataba de un lugar de particular y calculada visibilidad dentro del paisaje funerario de la zona: la dedicación conmemorativa procuraba focalizar la atención, debía ser perceptible por cuantos transitaban por la necrópolis o la frecuentaban, tanto desde la distancia como en su proximidad. Esta última propiciaba una contemplación más participativa e implicada. De otra parte, dentro del proceso de observación, la agrupación de monumentos funeraríos en este sector, dispuestos a ambos lados de la avenida, permitía al observador el paragón y la evaluación entre distintas entidades funerarias competitivas.
Desde la óptica del estatus y las mentalidades sociales, en el transcurso el siglo IV a.C. y en el ámbito funerario privado el verdadero prestigio pugna y se mide entre iguales, pero se diría que independientemente del origen, la alcurnia y el grado de arraigo en la polis. Los encargos remiten al requerimiento y a las expectativas del πλοῦτος, del acaudalado, es decir del sector acomodado de ciudadanos y cohabitantes: en la polis del siglo IV a. C. la población de extrajeros de diverso rango social y cívico fue elevada, particularmente concentrada en Atenas y El Pireo. Entre ellos, cabe destacar el distinguido estatus del institucionalizado próxenos, el "amigo público" de la ciudad, mediador en beneficio de la misma en tanto que facilitaba y contribuía a dinamizar las trasacciones comerciales (P. Creanza 2024). Al igual que los polites de rango, los extranjeros pudientes competían por ascender en la escala de honores cívicos (E. Meyer 2013).
No necesariamente aristocrática, la élite económica se apropia de la filotimía, en otro tiempo prerrogativa exclusiva de los ἄριστοι. Anhelaba acrecentar la τιμή, la estima y el reconocimiento (personal y familiar), preferentemente en la esfera pública pero también en la privada, dos ámbitos estrechamente interrelacionados. .
Asi pues, en discordancia con el ideal igualitario de la polis democrática, los monumentos funerarios de nivel social constituían ostentosas marcas de opulencia y rivalidad entre particulares ricos, entre notables (Marchiandi 2011), muchos de ellos miembros de la "clase litúrgica" a la que la polis exigía importantes prestaciones, tanto civiles como militares. Ante todo expresiones de estatus, los costosos recintos poblados de refinadas señalizaciones se presentan como tumbas familiares autónomas pero agrupadas, a menudo alineadas o bien organizadas en núcleos. Formaban en las necrópolis grupos aparte, estructuras articuladas abiertamente distinguibles de los enterramientos más comunes.
Dexileo no representa en el Cerámico el único ejemplo de duplicidad de dedicaciones funerarias (en el caso del joven caballero, una triplicidad), lo que suponía una doble distinción para el difunto: la pública y colectiva, que no otorga especial relevancia a la muerte en singular, y la dedicación privada, consagrada al finado en tanto que individuo pero que a su vez proyecta un intenso valor cívico y familiar; el monumento funerario era lugar de encuentro e intersección entre oikos - en su acepción de grupo parental - y pólis, entendida como comunidad civica, un concepto mucho más inclusivo que el de comunidad estrictamente ciudadana. Con relación a la ciudad griega, la presuposicón de estrictos lindes entre lo público y lo privado representa una errónea proyección retrospectiva del mundo contemporáneo.
Clave visual y zénit, la célebre estela culminaba el monumento honorífico del denominado "recinto de los de Tórico", que no era el lugar del τάφος, de la tumba de Dexileo: como se ha señalado, sus restos (huesos y cenizas), habían sido previamene inhumados de forma colectiva en el cercano demósion séma. En rigor, ni la constucción abarcaba una tumba ni la estela señalizaba un enterramiento. Otra cuestión es cómo se percibíría el monumento en tanto que sepultura simbólica, como estructura funeraria de sustitución ( G. Biard 2017, L. Faveau 2021).
En origen cenotafio individual, donde la ausencia de los restos mortales sugiere una presencia puramente alusiva, la entidad en su conjunto se erigió con particular significado de μνημεῖον, como lugar de homenaje póstumo.Tambien con connotaciones σῆμα, signo señalizador de superficie mediante el cual en la necrópolis se reconocía la presencia de una o varias tumbas, incluyendo las simbólicas (Andronikos 1961-1962, Stroszeck 2013). El monumento reprentaba un ámbito de la memoria destinado a la conmemoración personal y duradera de Dexileo heroizado, con caracteres afines a los de un ἡρῷον, si bien desprovisto por completo de una etiología mítica y sagrada. Pero el héroe legendario también es mortal, incluso es la propia muerte lo que le otorga el rango sobrehumano de héroe, objeto de culto (M. Himmelmann 2009). Aunque la adscripción heroica no se contemple de forma explícita, determinados testimonios funerarios en diverso soporte se orientan hacia contextos de heroización, hacia un potencial heróico. Así, el heroismo metafórico o alusivo que se confiere al guerrero finado en tantas piezas de cerámica ápula a partir de mediados del siglo IV a.C.
La muerte gloriosa (eukleês thanatos) que ensalza el monumento y en particular la figuración de la estela, presentan al difunto como alter ego heroico y el μνημεῖον podría interpretarse en términos de cierta equiparación con un σηκός. Es decir, con un recinto sagrado y cultual propiamente heróico y de sustrato funerario que por lo general se ubicaba en los santuarios y que no remite a una determinada tipología arquitectónica. De todos modos, tampoco es fácil establecer una distinción precisa entre heroización pública y heroización privada, esta última bien frecuente durante el Helenismo (J. Fabricius 2010),
Monumento de Dexileo en el Cementerio del Cerámico con el ángulo NE en primer término. Punto de vista preferente para la contemplación del monumento en su conjunto. El relieve que puede verse in situ es una reproducción del original, conservado en el Museo.
Monumento de Dexileo y avenida funeraria de períbolos privados, emplazados en el lado meridional de la Vía de las Tumbas. La estela del jinete ni se ubica sobre el frente-fachada que daba al camino ni se orienta en esa dirección. Foto F. Marín.
Dentro el gran cementerio ateniense y con relación al resto de recintos de distinción social, en su conjunto el monumento de Dexileo se singulariza de forma llamativa y en cierto modo representa un unicum: tuvo un origen propio de cenotafio (sepultura simbólica) y connotaciones de heroon, fue precursor en el sector donde se ubica y posee una singular autonomía espacial. Por demás, también tiende lazos con algunas construcciones públicas de carácter religioso y honorífico ajenas a la esfera funeraria (Ensoli 1987).
Estructura, historia y percepción del monumento
Bajo la óptica arquitectónica, el memorial de Dexileo ante todo se caracteriza por la esmerada planificación de conjunto (se diría obra de un único maestro) y por un estudiado cálculo de la puesta en escena de la estela, cuyo efecto visual habría de distinguirlo como monumento singular y diferenciado.
Propuesta reconstructiva de la planta del monumento de Dexileo (recogida en E. Ensoli 1987).
De planta cuneiforme y cerrada, la construcción- que no ocupa toda la parcela - se asienta sobre los muros de aterrazamiento que adaptados a la topografía de la colina no poseen idéntica relevancia visual. El paramento de mayor realce es el del lado norte, el que mira hacia el camino de tumbas; a él se añade el vigoroso refuerzo del lado oriental. Sobre los muros de contención de conglomerado y aparejo regular que apuntalan y acotan el monumento, se dispone un esteréobato en piedra calcárea, seguramente de El Pireo, una plataforma en la que se inscribe y apoya la singular superestructura en forma de muro curvado y ejecutada en el mismo material que cierra al suroeste el contorno del monumento. Se trata de un parapeto al aire libre en cuarto de circunferencia, no en semicírculo. De hiladas regulares y sillares cuidadosamente escuadrados, el muro arqueado termina en sendas antae rectas y el cuerpo de la estela, de mármol pentélico, se mostraba encastrado en el centro de la hilada superior. El modo de acceso al interior del recinto permanece incierto. El efecto de conjunto del elevado memorial era de un cierto aislamiento e incluso de inaccesibilidad.
Más tarde allí fueron sepultados varios miembros del génos, con lo cual el heroon adquirió el carácter de tumba colectiva, a modo de proyección del oikos, como lugar donde la familia cohabitaba tras la muerte (A. M. Aka 2021). Pero el monumento remite a una historia familiar relativamente breve, a una microhistoria que tan solo alcanza tres generaciones y comprende escasos enterramientos. En estos recintos funerarios el periodo de uso, el grado de multi-generacionalidad así como la relación de parentesco entre los sepultados, se muestran muy variables (W.Closterman 2007).
En una fase subsecuente, el recinto de Dexileo, llegó pues a conformarse como períbolo, recinto de inhumación que contiene varias tumbas y señalizaciones familiares. De modo que, sin alterar la estructura monumental preexistente - aunque sí su apariencia, dados los sémata añadidos - ni olvidar las originarias connotaciones heroicas, adoptó los caracteres funcionales propios de una unidad arqueológica distintiva, muy extendida en el Ática durante el periodo clásico y hasta fines del siglo IV a. C., tanto en el ásty como en la chóra (Gardland 1982, Marchiandi 2011): el períbolo, expresión de una nueva mentalidad funeraria que contribuyó a transformar de modo bien llamativo el paisaje de las necrópolis áticas.
Con posterioridad, aparte del añadido de las dos esculturas de bulto redondo sobre las sencillas antas simétricas (estatuas de sirenas musicales, familiares en las necrópolis griegas), en el interior del recinto se excavó una fosa funeraria rectangular (invisible desde el exterior) y sobre el estereóbato se dispusieron dos estelas de distinta tipología, estas en cambio alineadas con el camino, en la fachada propiamente frontal del ya períbolo, testimonio de que el monumento se utilizó como panteón de una familia de rango. Esta transformación fue clave en la historia y en la percepción del recinto. Una vez que el mnemeion de Dexileo modifica su función y se transforma propiamente en períbolo, las señalizaciones funerarias se suceden y con ello recomponen períodicamente el lugar, con los correspondientes desplazamientos de significado pero en esta ocasión sin necesidad de pronunciadas alteraciones ni acentuadas ampliaciones.
Estatua de sirena tañendo la lira realizada en mármol pentélico e incorporada al monumento funerario de Dexileo con posterioridad (h. 370 a. C.) Museo Arqueológico Nacional. Atenas.
Las dos estelas incorporadas, de cuerpo alto y liso, sin campo de imagen, con dos rosetas simétricas, piezas de distinta altura y coronamiento (anthemion y pequeño frontón), obedecen a una tipología muy extendida. La instalación nada tiene de arbitraria: el emplazamiento de las nuevas señalizaciones, junto al muro norte y volcadas hacia el camino (en la cara norte se consignaban las inscripciones, que no se orientan hacia la fosa funeraria), tiende a regularizar, a normalizar la percepción del recinto en términos de tumba colectiva. Pero ni son intrusivas con relación al monumento originario (periféricas con respecto al mismo) ni se muestran estrictamente alineadas: eluden obstaculizar la contemplación de la estela de Dexileo. Soportes de escritura, se erigieron muy pocas décadas después de la muerte del caballero como sémata del lugar de enterramiento de sus hermanos Lysias (en realidad el titular del monumento) y Melitta (única presencia femenina en el recinto) junto con el esposo de esta última, Nausistrato. Representan testimonios de la continuidad del oikos pero también de la atracción funeraria de uso que ejerció el heroon (y no solo la estela) sobre el núcleo familiar, del que sin embargo, como acontece en tantos otros períbolos, no todos los miembros fueron conmemorados (así, el cuarto hermano, Lysístrato). Allí recibió sepultura también el cabeza de familia: la tumba de Lysanias se ubicó en posición periférica y aparentemente sin un destacado séma vertical.Tal vez las estatuas simétricas de arpías no tuvieron un carácter puramente accesorio: pudieron haber conmemorado este último enterramiento. En la tumba colectiva se suma la presencia de algún descendiente de Lysias, perteneciente por tanto a la tercera generación. Tal vez el oikos sufrió finalmente la tan temida extinción.
Unas décadas después de su muerte y contemplado desde el camino, el recinto de Dexileo se reconocía claramente lugar de enterramiento colectivo. Pero sin por ello eclipsar la primacía de la estela fundacional e intensamente honorífica del guerrero. Percibida a modo de prestigioso fondo del períbolo, representaba el testimonio perpetuo de una memoria pública ejemplar bien favorable para el génos: no cabe duda de que el memorial de Dexileo supuso un gran capital funerario para del grupo familiar de Tórico. En cambio un relevante efecto visual de este punto de vista, desde el arranque de la avenida, era la casi ocultación del heroon en términos arquitectónicos.
Vista del monumento de Dexileo; lado norte, alineado con la avenida funeraria (una ramificación del Hiera Odos) y con otros ostentosos períbolos, en cuya fachada monumental se disponían en posición frontal y paratáctica sémata de diversa tipología volcados hacia el camino y que tienen como propósito una auténtica puesta en escena familiar (A. M. Aka 2021). Pero como bien puede observarse, desde esta perspectiva la estela figurativa crea un efecto singular de separación: alejada del frente de la parcela, que alcanza poco más de 8 m., se percibe como fondo del recinto, por entonces ya períbolo. En cambio el emplazamiento de las nuevas señalizaciones volcadas hacia el camino (no hacia el área de enterramiento) tiende a regularizar la percepción del recinto en términos de tumba colectiva.
Al oeste puede apreciarse el monumento adyacente de los Heracleos, períbolo posterior (mediados del siglo IV a.C.) y más canónico que el de los de Tórico en tanto que pedestal de señalizaciones. Con pluralidad de sématas muy próximos al muro, se destinó a ostentoso sepulcro familiar de dos privilegiados hermanos metecos, en esta ocasión residentes extranjeros en el exilio que procedían de Heraclea del Ponto Euxino y no parece que tuvieran descendencia. Las inscripciones de las tumbas de los foráneos indican siempre la polis origen; con ello, su condición de cohabitantes, de no ciudadanos. Foto de la colección personal de Kevin T. Glowacki and Nancy L. Klein.
URL: http://www/stoa.org/athens
Vista del monumento funerario desde el lado norte.
Porque del conjunto del recinto, y pese a las sucesivas intervenciones que entrañaron un desplazamiento de sentido esencialmente funcional, siempre sobresalió la estela en relieve del joven caballero, de campo figurativo casi cuadrado y cuidadosamente labrada, que venía a coronar y a jerarquizar el todo. Portadora de un prestigioso valor fundacional, fue incluso determinante de la propias singularidades morfológicas del monumento, destinado a la puesta en valor la memoria del jinete y con ello a rentabilizarla. Encastrada en el centro de la hilada superior del muro cóncavo, límite del monumento, alcanzaba mayor elevación que el resto, si bien se hallaba en menor proximidad al caminante que transitaba por la avenida, desde donde la estela se presentaba como fondo, con calculado efecto de punto focal.
El cenotafio de Dexileo, probablemente el monumento más antiguo del sector donde se ubica, no se vuelca hacia la avenida funeraria y en emplazamiento y movimiento figurativo la estela aparece oblicuamente orientada hacia el NE, hacia el demósion séma (Knigge 1990), donde se hallaban sepultados los restos del joven. También las tumbas de Clístenes y de los Tiranicidas y el cenotafio de Maratón. De modo que la mejor percepción del μνημεῖον no era desde el arranque del camino - la Vía Occidental de la necrópolis -, sino la lateral y angular. La contemplación desde el ángulo NE, centro radial del arco arquitectónico, favorecía la apreciación frontal y centralizada del memorial en toda su estructura y composición (Ensoli 1987). Contemplado en la distancia, ya desde el inicio de la ramificación del Hiera Odos, el monumento representaba todo un reclamo a la aproximación: el acercamiento desde esta perspectiva y pese a la barrera mural, facilitaba el acceso a la lectura y comprensión del epígrafe, el reconocimiento del carácter individual de la dedicación, pues el plinto, soporte de la inscripción, se emplazaba a 3,75 metros del ángulo sureste y a algo menos del muro sur. Dada la corta distancia a los paramentos perimetrales, el emplazamiento de la estela figurativa, que alcanza una altura total de 1,75 m, facilitaba una observacción mucho más cercana y detallada de la que posibilitan los relieves integrados de la gran arquitectura sagrada.